18 de noviembre de 2019

Padeciendo con constancia las persecuciones del mundo, el creyente salvará su vida y se encontrará para siempre con su Señor.



 Por la revelación divina conocemos que el fin último del hombre es la vida eterna, que ha de ser como estrella que brilla iluminando la existencia terrenal dándole un sentido acorde con su término.

Teniendo presente el fin, cada cosa que hagamos o acontecimiento que se presente en la vida, no nos atraparán como lo más importante, sino que tendrán sólo el sentido pasajero que poseen.
La tentación a vencer por cierto, es el peligro de ser atrapados por lo cotidiano y pasajero, descuidando las realidades eternas.
Precisamente observamos que no pocas personas se sumergen de tal modo en lo cotidiano que olvidan totalmente su fin trascendente, llegando en algún momento a perder el sentido de la vida, especialmente cuando golpea el dolor y la angustia se presenta.
Para los que tenemos fe y estamos convencidos de la caducidad de todo lo existente, el cumplimiento de lo que Dios nos pide respecto a Él y al prójimo, es estímulo para perseverar en el buen camino.
El texto del evangelio del día (Lc. 21, 5-19) describe las señales precursoras del fin de los tiempos y la segunda venida del Señor.
Por lo general, por la creencia habitual de la gente, muchos quedan pasmados por esos signos aterradores como los terremotos, el hambre,  las guerras y disensiones, la destrucción de todo, sin caer en la cuenta que todo eso es pasajero y lo que sólo importa es el encuentro final con el Señor resucitado y rey del universo.
El anuncio importante que hemos de tener en cuenta los que queremos ser fieles a Dios hasta el final, es el de la prueba a la que seremos sometidos por buscar la verdad y realizar el bien, la anunciada prueba de los elegidos a causa del testimonio de vida dado por Él.
Pensamos a veces que por seguir a Cristo tendremos una protección tal que nos liberaría de las persecuciones y embates de los malos.
Sin embargo, la Sagrada Escritura menciona permanentemente la realidad de la persecución de los elegidos, que se concreta también en nuestros días por medio del rechazo y desprecio que sufrimos los cristianos, o las muertes por la violencia del Islam o del odio de los ateos en algunas partes del mundo que buscan destruir al seguidor de Cristo, de manera que no es esto mera historia del pasado.
Los que profesan la ideología de género persiguen y castigan social, política  o económicamente a quienes se oponen a sus locuras.
Los que dicen combatir “los dogmas” católicos porque afectan “la libertad”, son sin embargo autoritarios y violentos con los que no aceptan el “dogma” de la diversidad, o del lenguaje inclusivo y tantas otras aberraciones y delirios impropios de gente sensata.
Hasta los mismos familiares entregarán a los que son fieles a Jesús, ya que será muy grande el odio contra la fe, de modo que “serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.
Recién cantábamos en el aleluia: “Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación” (Lc. 21, 28) porque el Señor Dios no abandona a los que le son fieles.
San Pablo recuerda (II Tes. 3, 6-12), sin embargo, que la seguridad de la segunda venida de Jesús no debe hacernos bajar los brazos en el cumplimiento de las tareas cotidianas, ya que es el seguimiento de la voluntad de Dios el medio apropiado para estar preparados y vigilantes ante la llegada de su Día glorioso.
Esto es necesario tener en cuenta ya que no pocas veces sufrimos la tentación de obrar el mal al contemplar cómo los malvados prosperan en su vida mientras los buenos sufren la persecución a causa de la fe.
Ante esto se nos exhorta a confiar y esperar el momento en que el obrar divino pondrá todo en su lugar y mostrará que los malos no se salen con la suya y que los males que causan no quedan impunes.
La actitud de vigilancia hace que miremos el horizonte para descubrir los signos de los tiempos que nos hablen de la cercanía del fin y estar debidamente preparados para recibir la salvación.
El profeta Malaquías (3, 19-20ª) anuncia, dentro de esto que describimos, la llegada del Día del Señor en el que “Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama”.
Para quienes permanecen fieles hasta el final, es decir,  “ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos”.
Humildemente, pues, reconociendo nuestra pequeñez y que nada podemos sin la gracia divina, supliquemos no nos falte la gracia de lo alto para perseverar en el bien, en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios.


Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXXIII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 17 de noviembre de 2019. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




No hay comentarios: