4 de noviembre de 2019

La misión de la Iglesia se orienta a los pecadores, prolongando en el tiempo a Jesús que “vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.


Dios, al crearnos a su imagen y semejanza para que podamos al fin de nuestra vida temporal contemplarlo para siempre, ha puesto en nuestro interior el deseo de buscarlo y seguirlo.

Pero cuando el hombre, por el pecado de soberbia, se aparta del Dios que se ha dado a conocer en el decurso del tiempo, busca sustitutos a los cuales rendir culto.
De allí que no es de admirar la veneración idolátrica a la pachamama, a las divinidades ancestrales, a las energías cósmicas, al dinero, al placer, al honor, o a corrientes agnósticas que se centran en la persona.
Cuando se produce el olvido del Dios trinitario, o se piensa que éste puede “convivir” con simulacros de la divinidad, perdemos el rumbo de nuestra vida y de la única verdad que nos hace libres, es decir, al Dios revelado que se hace hombre para redimirnos del pecado.
De allí la necesidad de acudir a la fuente de la verdad que es la Sagrada Escritura, que precisamente en el texto del libro de la Sabiduría nos deja hoy precisas enseñanzas (11,22-12,2).
Si bien no es la revelación plena a la que se llega con Cristo, recuerda que Dios es Creador, que el mundo y nosotros somos “un grano de polvo”, indicando de ese modo la pequeñez de lo creado,  enseñando además que el amor divino es el fundamento de la existencia de todo.
En efecto, si Dios no hubiera amado algo no lo habría creado, confiesa el texto sagrado, preservando lo creado por medio de su Providencia.
Según esto, ¿Dios creó el mal y al malo? Ciertamente que no, y así lo admite el Génesis cuando señala que Dios vio que lo creado era bueno.
El espíritu del mal, es fruto del pecado de los ángeles, y la existencia de los malos es consecuencia del pecado personal, del rechazo de Dios que cada uno concretó en su vida afectando esto a la humanidad toda, que, sometida al pecado, necesita ser salvada y elevada nuevamente a la meta eterna que se le ha preparado por pura bondad divina.
Al respecto, sigue diciendo el texto citado, que “Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan” y “Tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida, porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas”
Resulta del texto recordado, que el fundamento de la misericordia divina por la que somos perdonados de los pecados, es su omnipotencia, su dominio total sobre lo creado, “por eso reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor”
El ser humano no puede, en fin, ser misericordioso plenamente, precisamente porque es limitado, porque no posee poder absoluto sobre lo creado, aunque a veces se engañe pensando que sí lo tiene.
Ahora bien, para crecer plenamente en orden a la fe, es necesario dar un paso fundamental, encontrarnos con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, como lo hiciera Zaqueo “que quería ver quién era Jesús” (Lc. 19, 1-10), tal vez por curiosidad primero, pero después siguiendo un camino de fe que lo condujo al encuentro con Él.
Zaqueo no podía ver a Jesús a causa de la multitud, pues era de baja estatura, entonces subió a un sicómoro y desde lo alto lo contemplaba.
Esta situación se repite, a su vez, cuando “rodeados por la multitud” que piensa en otra cosa, no estamos con el Señor, siendo necesario elevar el espíritu para contemplarlo desde otra perspectiva, escapando de ese modo de una cultura y sociedad de consumo que encandila con sus vanidades e impide aproximarnos a la verdad y al bien.
En la persona de Zaqueo, que existía porque Dios así lo quiso, se cumplió lo expresado por san Pablo (2 Tes. 1,11-2,2) cuando ruega que a todos “Dios los haga dignos de su llamado”, llevando a término  “todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe”.
Si el publicano quiere ver a Jesús, es porque el Señor lo atrajo hacia sí, ya que fuimos llamados desde toda la eternidad para ser santos e irreprochables, y además, porque  Zaqueo aceptó el llamado afectuoso del Señor: “baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Esto nos permite ver que no hay acercamiento posible al Hijo de Dios hecho hombre, si además de estar orientados a Dios por ser su imagen y semejanza, no contáramos con la atracción de la gracia divina que nos lleva a vivir  en su amor y bondad, deseando libremente todo lo que por ser noble y bueno eleva a la máxima perfección.
La persistencia en el mal camino por parte del hombre, obedece a que a pesar de sentir la atracción de la gracia, el ser humano elige seguir por lo que él apetece y considera mejor, olvidándose de Dios, quedando sujeto al vaivén de toda tentación y capricho personal.
Una vez encontrado por Jesús, Zaqueo lo lleva a su casa, mientras  murmuran todos aquellos que no ven con buenos ojos que el Señor reciba a los pecadores,  a pesar que  Él  dijera haber  venido por ellos.
La conversión de Zaqueo es tan profunda que tiene dos gestos que la consolidan, la reparación generosa si acaso hubiera perjudicado a alguien, y la caridad desinteresada haciendo partícipe a otros de sus bienes, manifestando así que ya él “es rico” por haber sido perdonado.
El Señor confirma la buena intención del publicano diciendo con gozo que ha llegado la salvación a esa casa que lo cobija.
También la misión de la Iglesia es hoy encontrarse con  los pecadores para que abran su corazón a la salvación que se les ofrece, concretando en el tiempo a través suyo lo que dijera Jesús: “el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
Queridos hermanos: si queremos vivir grandes cosas en nuestra existencia, sigamos profundizando en la amistad con Jesús que ha de ser lo más importante en nuestra vida, y enviados por Él, continuemos su obra salvadora en medio de la sociedad en la que vivimos.

 Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXI del tiempo ordinario, ciclo “C” 03 de noviembre de 2019. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




No hay comentarios: