22 de noviembre de 2021

Jesús es rey de un Reino distinto que inaugura entre nosotros, y del cual formamos parte si creemos en Él, lo seguimos e imitamos.

 

Llegamos hoy al final del año litúrgico, con la Solemnidad de Cristo Rey del universo, para comenzar nuevamente, Dios mediante, el domingo próximo el tiempo de Adviento, que prepara la Navidad, e ir contemplando a lo largo del año próximo los misterios de la vida de Cristo, haciendo memoria de los acontecimientos de la Pascua, preparada por la cuaresma, y conocer a través de la Persona del Hijo de Dios hecho carne y de su enseñanza, cuál es el modo de vida al que se nos invita  a los que queremos algún día participar de la gloria eterna junto a Dios.
Esta fiesta de la solemnidad de Cristo Rey del Universo cierra también, podríamos decir, la historia humana, ya que anuncia la segunda venida del Señor, cuando retorne a este mundo  para recoger los frutos de la humanidad, obtenidos por la fidelidad al Señor en el testimonio de la verdad y la realización del bien. Esta presencia de Jesús como Rey del Universo significará que todo lo creado es puesto bajo sus pies, para que Él mismo pueda ofrecerse al Padre del cielo.
El Profeta Daniel (7, 13-14) en una visión nocturna, contempla  como  a un hijo de hombre entre las nubes del cielo que avanza hacia el Anciano, imagen del Padre, y le “fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas”  y “su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido”, adelantando así cómo será el fin de los tiempos y la segunda venida de Jesús.
Y el mismo San Juan, en el libro del Apocalipsis (1, 5-8) que acabamos de escuchar, afirma que “Jesucristo es el testigo fiel, el Primero que resucitó  de entre los muertos, el Rey de reyes de la tierra”, lo cual nos hace preguntar qué ha venido a testimoniar este Testigo fiel.
Da testimonio de lo que vive en el seno de la Trinidad, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o sea,  es Testigo  del Misterio de Dios, que manifiesta  fielmente a toda la humanidad. De allí que conozcamos que seguimos siendo los amados del Padre, lo cual se hizo realidad por el misterio de la cruz y resurrección, ya que Él, “nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre”.
Esto hace que por el bautismo seamos miembros del Reino del Señor, que no es de este mundo, para indicar que no tenemos morada permanente en lo temporal, sino que la meta es la vida eterna con Dios.
Y al fin de los tiempos, desconocido por nosotros el momento,  Jesús  vendrá sobre las nubes y todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado, para acoger a los que se mantuvieran fieles y desechar a las tinieblas eternas a los que optaron por renegar de su Dios. Más aún,  Cristo es el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega, porque con Él comienza todo y con Él concluye también todo.
Pero vayamos al texto del Evangelio (Jn. 18, 33b-37) para encontramos con el juicio que tiene que soportar Jesús de manos de los pecadores. Le pregunta Pilato: “¿Eres Tú eres el rey de los judíos? y Jesús responde a su vez:¿Dices esto  por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?” Esta pregunta también  la dirige  Jesús a cada uno de nosotros. Si afirmamos que Jesús es El Rey, el Todopoderoso, si decimos que Jesús es el Señor de la historia, ¿lo admitimos porque estamos convencidos? ¿O porque lo  escuchamos en la catequesis, en la familia o en otro ámbito? Por eso es muy importante escuchar la pregunta que  hace Jesús y responderle con fe asegurando que sabemos que es el rey que nos presenta la Biblia.
Pilato, como no cree que es el Hijo de Dios vivo, le responderá: “¿Acaso yo soy judío?"  Y reconociendo que sus compatriotas lo han llevado ante su tribunal, le pregunta: “¿Qué has hecho?" Y el mismo Jesús entonces, afirma que su realeza no es de este mundo, ya que en ese caso sus partidarios lo hubieran defendido, pero su Reino no es de aquí.
Y entonces Pilato, ante esta respuesta que evidencia justamente el reinado de Jesús, pregunta: “¿Tú eres Rey?”, a lo que el Señor responde “Tú lo dices, Yo soy Rey. Para esto he nacido y venido al mundo, para dar testimonio de la verdad”.
Jesús es rey,  pero de un Reino distinto, el Reino de Dios que se inaugura con su presencia entre nosotros, y al cual cada uno está llamado a formar parte por el bautismo y, crecemos como hijos adoptivos en este Reino toda vez que creemos, seguimos e imitamos  a  Jesucristo, de allí la interpelación que llega a nosotros de parte suya, para que siguiendo sus pasos demos testimonio de la verdad revelada y obremos el bien.
En efecto, si hemos afirmado antes que Jesús es el Hijo de Dios, si hemos afirmado que Cristo es el Rey de todo lo creado, de toda la historia, al igual que Él  hemos de dar testimonio de la Verdad que se nos ha dado a conocer para vivir de acuerdo a ella.
Este compromiso no es fácil, habida cuenta que en nuestro tiempo, ya sea por la sociedad, o la cultura en la que estamos insertos, muchas veces se van metiendo en nuestras vidas, criterios, líneas de vida totalmente distintas al Evangelio, por lo que debemos preguntarnos para saber cómo estamos ubicados en nuestra fe si escuchamos o no la voz de Jesús, ya que “el que es de la verdad, escucha mi voz”. Al respecto, hemos de preguntarnos : ¿escucho la voz del Señor? ¿escucho su Palabra? o estamos tan aturdidos por otras voces, por otras palabras, con otras cosas con las que convivimos día a día, que olvidamos escuchar la Voz del Señor.
Esto hará que no nos suceda lo mismo que a  Pilato que preguntó “¿Qué es la verdad?” y que al no reconocer a Jesús, relativice la misma de tal modo que aunque no vio en Él delito alguno lo condenó a la Cruz para quedar bien con la gente, con los sumo sacerdotes, con los judíos, decretando su muerte a pesar de que se lo habían entregado por envidia.
Es lógico que Pilato pregunte ¿qué es la verdad? si no está decidido a vivirla, a dar la cara por esa verdad hecha carne, que es el mismo Jesús. Quizás más de una vez a nosotros nos pasa lo mismo, de caer en el  “relativismo de la verdad”, de modo que todo el mundo tiene razón y llega un momento que no distinguimos entre las enseñanzas de Cristo y la enseñanza del mundo.  
Por eso importante siempre discernir acerca de lo que es la verdad y vivirla y promulgarla en la realización del bien.
Queridos hermanos, pidámosle a Cristo que nos reciba en su Reino, que nos siga iluminando y enseñando para poder ser cada día más fieles a esta vocación que hemos recibido en el Bautismo, como hijos de Dios y miembros de este nuevo reino.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el domingo de Cristo Rey del Universo. Ciclo “B”. 21 de noviembre de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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