5 de julio de 2022

La predicación apostólica interpela a la conversión y al seguimiento de Jesús por medio de un estilo de vida nueva y santificadora.

 
El domingo pasado habíamos reflexionado sobre la decisión que toma Jesús de dirigirse a Jerusalén, para cumplir con la voluntad del Padre, que consiste en padecer y morir en la cruz, de modo que y no solamente dará Gloria a Dios, sino que llevará a cabo la salvación de toda la humanidad. 
A su vez, Jesús había enseñado cuáles son las condiciones necesarias para ser reconocido cada uno como discípulo suyo. 
En el texto que acabamos de proclamar (Lc. 10, 1-12.17-20) se explica que Jesús  envía a 72 discípulos para que preparen el camino en este proceso de dirigirse a Jerusalén, por lo que de algún modo tuvo respuesta el expresar  las condiciones necesarias para seguirlo. 
Es probable que quizás más de uno dudara de seguir sus pasos, pero viendo la atracción que suscitaba el Señor al convocar a la misión, resolvió en su interior comprometerse más profundamente. 
La misión de los 72  enviados delante de Él a las ciudades donde pasaría, consiste en anunciar la proximidad del Reino, o sea, de la llegada de Jesús Salvador, que interpela a la conversión y al seguimiento de un estilo de vida totalmente nueva y santificadora. 
Además se le encomienda a cada uno dejar la paz sobre las personas y casas que abran su corazón al llamado del Reino, esa paz que solamente puede dar Jesús y que únicamente puede recibir quien esté dispuesto a recibir en su corazón el mensaje de salvación. 
Pero incluso a quienes rechacen la proclamación de la Buena Nueva, se les ha de mencionar la cercanía del Reino de Dios, como última posibilidad que se les otorga para no dejar pasar el misterio de la salvación que se ofrece gratuitamente a todos. 
Jesús, a su vez, menciona la necesidad de rogar al dueño de los sembrados que envíe obreros para la cosecha, y no para la siembra,  dato este interesante porque da la certeza  que la siembra divina produce frutos abundantes porque Dios es quien suple la carencia de sembradores, dispensando su gracia en el corazón de todos. 
Los 72 regresan para informar a Jesús acerca de su misión, y cómo los demonios se les sometían como consecuencia de la evangelización misma, que permite vivir en la verdad a todos los que deciden seguir a Cristo, venciendo los engaños del maligno. 
Sin embargo, el Señor les dice que más contentos han de estar porque sus nombres están escritos en el cielo. 
La paz entregada por Jesús, ya había sido prometida en el Antiguo Testamento a los desterrados en Babilonia que volvían después del exilio a una Jerusalén derruida, pero de la cual, como anuncia el profeta Isaías (66, 10-14), surgirá todo nuevo y una gran prosperidad. Indudablemente siempre toda promesa de restauración del pueblo elegido permite mirar hacia el futuro nuevo que implica la venida salvadora del Mesías. 
En efecto, el pueblo elegido en su regreso de Babilonia a Jerusalén, estaba desanimado por lo que encontrarían, por lo que debían levantar su ánimo y encomendarse al Señor, recibiendo la paz. 
La paz que anuncia el Antiguo Testamento se verifica con la presencia de Jesús en nuestra existencia, paz que supone paradojalmente la asunción del misterio de la cruz. 
Esta realidad la entendió bien el apóstol san Pablo (Gál. 6, 14-18)), que afirma “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo”. 
Esto significa  que el mundo  que vive en la mentira y no busca servir a Jesucristo, sino más bien apartarse de Él, y que lo quiere atrapar con sus atractivos pasajeros y se contagie de sus maldades, no tendrá influencia sobre su pensar y obrar. 
Pero, a su vez dirá que él está crucificado para el mundo ya que no busca aprender cosa alguna de su vanidad, nada le debe porque  está  desviado de la meta verdadera. 
Queridos hermanos: Que el encuentro con el Señor implique seguirlo en este mundo y renunciar siempre a la influencia mundana, a no dejarnos cautivar  por criterios terrenales de modo de ser plenamente libres para el servicio  continuo del  crucificado.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura  Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XIV del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 03 de julio de 2022 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





 

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