23 de enero de 2023

Jesús es la luz anunciada por el profeta, enseña la necesidad de convertirse por la llegada del Reino y, llama a los apóstoles que continuarán su misión en el mundo.

Instituido por el papa Francisco, el tercer domingo del tiempo ordinario se celebra el domingo de la Palabra.
Si consideramos la Palabra identificándola con el Verbo de Dios como lo describe san Juan en el prólogo del evangelio según la inspiración que el mismo tuvo de lo Alto, sabemos que por disposición divina se hizo historia humana tomando nuestra naturaleza en el seno de una mujer, María Santísima.
Al Hijo de Dios, Palabra del Padre, lo tenemos presente en la persona de Jesús que viene a mostrarnos el camino de la Verdad y de la Vida y conducirnos hacia la Casa Celestial.
Pero a su vez, a la Palabra de Dios, para que nadie diga que no sabe dónde encontrarla, la tenemos plasmada en la Sagrada Escritura.
Importante resulta para nuestro tiempo y en medio de una cultura relativista, contar con la Palabra divina que se ha manifestado, y que se  presenta en forma escrita gracias al trabajo de los que fueron inspirados para mostrarnos  la historia de la salvación humana.
En nuestros días escuchamos no pocas herejías y errores que atacan la fe verdadera, precisamente haciendo caso omiso de la Palabra de Dios, y peor aún, afirmando y enseñando lo contrario a lo que Dios ha revelado en su infinita sabiduría para nuestra salvación.
Lamentablemente estas voces discordantes con la fe verdadera, proceden con frecuencia  de aquellos que por su ministerio –especialmente el episcopal- debieran ser los maestros de la fe para quienes se les ha confiado para que guíen a la Vida Eterna, alimentando siempre con la verdad que proviene del Señor.
La vivencia de nuestro tiempo se parece a lo que el pueblo elegido debió sufrir por los embates de Asiria que se había apoderado de las tribus del Norte, sumiéndolas en el sufrimiento y la confusión porque se intenta socavar los cimientos mismos de la fe vivida.
El profeta Isaías (8, 23b-9,3) ante este cuadro de confusión, en nombre de Dios anuncia que “el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz”  y esto “porque el yugo que pesaba sobre  él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián”.
¿Quién es esa luz que no sólo ilumina sino que libera de toda opresión? La respuesta la tenemos en el texto evangélico de hoy  (Mt. 4, 12-23) en el que se narra el momento en que arrestado Juan Bautista, Jesús se retira a Galilea y dejando Nazaret se establece en Cafarnaún “a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera el anuncio del profeta Isaías, mencionado previamente.”
Ahora bien, Galilea es más que un espacio geográfico, es el lugar del seguimiento a Jesús, el punto de partida de la misión de la Iglesia cuando  son convocados los discípulos después de la resurrección del Señor y enviados a evangelizar a todos los pueblos, el lugar de la manifestación gloriosa del Hijo de Dios.
En Galilea, Jesús se encuentra con muchas personas provenientes del paganismo  que se habían establecido allí después de las invasiones sufridas en el tiempo, y por cierto una nutrida presencia de  judíos.
Él es la luz anunciada por el profeta, por lo que enseña abiertamente la necesidad de convertirse porque el Reino de los Cielos está cerca y para poder ingresar a este Reino, que es Jesús mismo, es necesario dejar atrás la vida sin fe y reconocer la salvación traída por el Señor.
Esto vale también para nuestro tiempo en el que reina el paganismo práctico en el corazón de muchos sedicentes católicos.
En efecto, muchos hay que se presentan como creyentes católicos en teoría, pero son paganos en la práctica porque “creen” en las energías ocultas de cierto yoga  purificador, en el Reiki y en cuanto invento oriental que llena las cabezas, en vez de acudir a la verdad que  transmite Jesús cuando convertidos de tanta “moda” religiosa lo buscamos y bebemos de la única fuente de la salvación.
No nos admire, por lo tanto, que como resultado de tantas fantasías a las que damos crédito, abunde en no pocas personas la presencia del demonio que ingresa en el corazón porque se le permite fácilmente.
Jesús es el único que ilumina de veras, el cual busca al hombre para atraerlo a la verdad y la vida como único camino que es.
Para continuar con esta misión evangelizadora, Jesús comienza a elegir a sus primeros discípulos, y así convoca a Simón llamado Pedro, a su hermano Andrés, a los hijos de Zebedeo, Juan y Santiago, y les dice “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”.
Estos hombres que eran pescadores, y que de la pesca  vivían, atraídos por el llamado y el Señor mismo, abandonan las redes para seguir tras sus pasos, abandonando todo, porque el seguimiento del Señor supone siempre un desapego muy profundo a todo lo que pueda impedir la misión de proclamar la verdad y lograr la conversión de muchos.
A partir de ese momento están con Jesús, quien “recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente”, especialmente curando de las enfermedades del alma y del error.
El seguimiento de Jesús como centro de la vida de cada uno de nosotros, lleva a vivir en unidad en las comunidades católicas.
San Pablo (I Cor. 1, 10-13.17) precisamente en el texto proclamado hoy, convoca a terminar con las divisiones reinante en Corinto.
En efecto, algunos decían “yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”, y esto no porque Pablo, Cefas o Apolo buscaran tener adeptos, sino porque la gente se siente atraída por alguno de ellos.
Lo mismo sucede en nuestros días, hay quienes se consideran ortodoxos de buena línea, otros progresistas de avanzada, y unos y otros han transformado la verdad en ideología, por lo que dan por verdadero según sus interpretaciones, y tienen a su vez algún inspirador que alimenta esos desvaríos.
San Pablo es tajante al afirmar que debemos seguir a la persona de Jesús, vivir en la verdad que Él transmite ya que fuimos salvados por su muerte en Cruz, y bautizados en su nombre alcanzando la salvación.
Queridos hermanos: pidamos al Señor nos libre de este espíritu selectivo de la Verdad Única, y que dejando los criterios personales lo sigamos en la misión de ser pescadores de hombres.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo III durante el año. 22 de enero de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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