26 de junio de 2023

"No teman a los hombres que los persigan por su fidelidad al Evangelio", Yo estaré con ustedes, dice el Señor.

 

Y ciertamente eso nos angustia,  hace pensar qué podemos hacer, a lo cual el mismo apóstol responde que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que muriendo en la cruz redimió al hombre y le dio esa oportunidad de reconciliarnos  a través del sacramento de la confesión  y recuperar la gracia que  muchas veces perdemos.
Pero hay algo que esta situación deja permanentemente en nuestro corazón y que todos experimentamos y es el miedo. 
Por un lado el miedo a la muerte, porque todos moriremos, o sea, sabemos lo que significa que con el pecado se introdujo la muerte, pero, a su vez, vivimos en este mundo con temor porque nos sentimos desvalidos, pequeños ante las dificultades, los sufrimientos, los dolores, y las enfermedades que se nos presentan en la vida. 
Ya desde la niñez el niño tiene sus miedos, ya sea a los gritos de los padres, a la posibilidad de ser abandonados, a los fantasmas con los que se los amenaza para que se comporten bien.
El adolescente tiene sus miedos acerca de la existencia, a veces pierde el sentido de la vida, no sabe qué hacer ante los cambios que se producen en su persona y en su relación con los demás.
El joven que está terminando una carrera universitaria, por ejemplo, o está por tener un trabajo de cierta relevancia, también teme qué va a hacer en el futuro, cómo va a encarar las dificultades, cómo realizar en plenitud, por ejemplo, lo que es la vocación al matrimonio, a la familia, miedo ante una sociedad que discrimina a las personas.
El adulto siente temor ante todo tipo de inseguridad, ya sea de violencia,  o de perder el honor, o el trabajo, y tantas otras cosas que angustian y desasosiegan, porque reducen su existencia a la permanencia en este mundo sin horizonte futuro después de la muerte, sin pensar que no estamos hechos para esta vida, sino para transitarla y para encontrarnos algún día en la eternidad con Dios.
Precisamente el temor también conduce a que estemos ausentes como creyentes en el mundo en el que estamos insertos, y la misión, el envío que hace Jesús de los apóstoles y de cada uno de nosotros, no se lleva a cabo en plenitud o por lo menos como Él quisiera.
En realidad, somos conscientes que dar testimonio del Señor lleva consigo dificultades, problemas y hasta la muerte, como lo experimentó el profeta Jeremías (Jer. 20,10-13), y tantos otros. 
Precisamente, acabamos de escuchar en la primera lectura cómo el profeta tiene temor en su interior a Dios si acaso  faltara a la misión que se le ha confiado, y siente miedo por sus enemigos que disgustados por su mensaje nada agradable buscan destruirlo.
Jeremías debe anunciar la necesidad de cambiar de vida, que han de confiar en Dios y no en Egipto, porque la caída de Jerusalén es inminente y será realidad  el destierro a Babilonia llevada a cabo por el rey Nabucodonosor.
Pero el pueblo de Judá, no quiere escuchar malas noticias,  castigan al profeta, lo azotan, lo meten preso, lo hunden en un pozo de barro y luego lo terminan asesinando en Egipto. 
Pero en el momento en que llega la caída del reino, no hay nadie quien lo salve, ya que han perdido la confianza en Dios. 
El profeta Jeremías, profeta de  calamidades, reconoce que su fuerza es Dios, pero sabe que su misión, en definitiva, lo puede llevar, y de hecho lo condujo a la muerte, pero  estaba convencido que Dios lo esperaba en la gloria que no tiene fin. 
A nosotros también nos pasa lo mismo, por eso Jesús  dice:" no teman a los hombres", porque muchas veces lo padecemos.
Cuántas veces en la oficina, en la universidad, en la familia o grupo de amigos, o ya sea en el trabajo que tenemos, es duro dar testimonio de Cristo. 
Y si alguien habla mal del Señor, de la Iglesia, del Evangelio, o proclama creer en otras cosas absurdas,  tenemos la tentación, y a veces caemos en ella, de silenciarnos, de no decir nada, de dejar pasar, mejor no meterse en líos, incluso cuesta dar testimonio en el seno del grupo de amigos mas cercanos.
Por eso es que Jesús advierte diciendo "no teman a los hombres", "no teman a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma", "teman más bien a aquel que puede arrojar el cuerpo y el alma a la gehena", a la condenación. 
Ante el temor, Jesús dice que el Padre es providente y  cuida, y así si son valiosos los pajaritos del campo, mucho más lo somos  nosotros que tenemos contados hasta el último cabello, y siendo más importantes que los pájaros, hemos de confiar en la providencia divina que muestra el camino para dar testimonio de Jesús. 
Este compromiso es muy importante, ya que se origina precisamente en el bautismo. Y tan importante es, que Jesús dice, que testimoniará  delante de su Padre por aquel que dé testimonio de Él, pero desconocerá  a aquel que se avergüence de su Persona. 
Y así, vemos cómo Cristo actúa cuando está en la cruz, en medio de los malhechores.
Uno de ellos  insulta a Jesús y el otro lo  defiende afirmando que el Señor no ha hecho nada malo. Y ahí, tocado por la gracia, se convierte y suplica al Señor, por lo que recibe justamente la promesa "hoy estarás conmigo en el paraíso".
Es decir, reconoce Jesús  a aquel que fue capaz de  dar testimonio delante del otro bandido. 
Estamos llamados a dar testimonio, por lo que no nos conformemos con la práctica de la misa, o con hacer las cosas bien, que hay que hacerlo por cierto, sino que también hemos de dar testimonio de nuestra fe delante del mundo, sin agredir, sin insultar, pero sin callarnos, para que el mensaje del Señor llegue a todo el mundo. 
¡Cuántas veces hay personas que entran en razón cuando se encuentran con el testimonio del creyente! ¿Por qué la Iglesia es tantas veces atacada y perseguida? porque molesta cuando predica la verdad tal como la recibió del Señor.
Cuando la Iglesia habla de la malicia tremenda que tiene el aborto, lógicamente que todos los que piensan de distinta manera se van a indignar. Cuando la Iglesia habla acerca de la malicia de la eutanasia, o del divorcio, o de tantas cosas que el mundo defiende como buenas cuando no lo son, es lógico que quienes sostienen las distintas aberraciones vigentes en este mundo se alcen furiosos porque han sido tocados sus argumentos.
Porque la gran tentación de los enemigos de Dios y de la Iglesia es la de querer imponer su propia enseñanza, el autoritarismo. 
Reclaman la democracia para ellos, pero son totalmente autoritarios al querer que todos han de pensar como ellos, y que todos tienen que aceptar las aberraciones que ellos sostienen,
Por eso, en estos momentos difíciles que nos ha tocado vivir, hemos de trabajar para ser fieles al Señor. Él nos cuida, Él nos protege y que todo sea para Su reino, sabiendo que Él nos espera al final de nuestra vida diciéndonos "ven bendito de mi Padre al reino que no tiene fin, porque has sabido dar testimonio de mí, porque has valorado la vida eterna más que la vida terrena, por que has valorado más tu fidelidad a mi Persona que la fidelidad a los hombres", y Jesús nos recibirá con la alegría propia de quien está siempre atento para recibirnos en el seno del Padre.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario. Homilía en el domingo XII del tiempo durante el año. 25 de junio de 2023, en Santa Fe, Argentina.


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