17 de julio de 2023

La semilla de la Palabra de Dios cayó en tierra fértil y produjo fruto abundante.

 


El profeta Isaías (55,10-11) recuerda que así como la lluvia y la nieve caen sobre la tierra, la empapan, la fecundan, la hacen germinar, da semillas al sembrador y pan al que come, así, la palabra divina desciende hacia el hombre y retorna realizando lo que Dios quiere.
Como comprendemos, esa es justamente la meta de la Palabra de Dios, fructificar en el corazón del hombre, dependiendo esto de la respuesta que otorgamos a esa palabra. 
Ahora bien, cómo está preparado el corazón para recibir la Palabra nos lo dice Jesús en el texto del evangelio (Mt. 13,1-23), señalando  cuatro situaciones concretas que aparecen en relación con esa semilla-palabra que es tirada al voleo en la tierra, y que llega al corazón humano con resultados diversos. 
Esta descripción de situaciones diversas ayuda para realizar  un examen personal acerca de nuestra forma de vivir habitualmente.
O sea, ¿Qué repercusiones tiene la Palabra de Dios en mi corazón? Y así, la semilla que cae al borde del camino,  dice el mismo Jesús, al no tener tierra vienen las aves del cielo y se la comen, que es lo que acontece  en el hombre cuando la Palabra llega a él pero directamente el espíritu del mal la arrebata porque no ha encontrado donde arraigarse, al no interesarse la persona en el mensaje divino.
También puede suceder que la semilla caiga en terreno pedregoso, donde  crece en un primer momento, pero al faltarle raíz profunda, termina secándose. Es el corazón del hombre que recibe con alegría esa Palabra de Dios en un primer momento, pero que después las dificultades de la vida, la persecución, el desengaño por algo que ha pedido y  no se cumplió, le hacen caer en una especie de decepción. Suele acontecer que a causa de retiros de impacto o retiros espirituales o cursos de formación que la persona se siente entusiasmada en un primer momento, pero después ante la monotonía de la vida que retoma, deja caer lo que había recibido de parte del Señor, por lo que esa Palabra de Dios no produce fruto en el interior de la persona.
Se da también una situación diferente cuando cae la semilla  entre las espinas y, cuando esta crece, las espinas la ahogan. 
Algo semejante suele suceder cuando la Palabra es escuchada por una persona cuya vida está alimentada por los placeres o el afán de dinero, o poder ya sea político, social o económico, lo cual es más habitual de lo que pensamos en la sociedad de nuestros días, y por lo tanto la posibilidad de recibir la gracia de lo alto es nula. 
En efecto, ¡Cuántos hay que viviendo en pecado no tienen interés alguno en convertirse, resultando la escucha de la Palabra algo insoportable! ¡Cuántos prefieren dedicarse más a las redes sociales, a enviar audios y videitos dejando de lado la Palabra de Dios que resulta desechada a causa del pecado de acedia! 
Si la persona, aunque sea creyente o sedicente católica, no tiene puesta su atención en la vida eterna, sucede que la palabra de Dios quede asfixiada y pierda su sentido y su valor. 
Y por último, la semilla que fructifica refiere a la Palabra de Dios  que cae en tierra buena, que está bien preparada,  bien regada y tiene el abono necesaria, allí entonces da fruto. 
Se trata del corazón que no solamente recibe la palabra de Dios con alegría, sino que también reflexiona sobre ella,  aplica  la Palabra recibida a su vida cotidiana, concreta y, busca dar fruto no solamente en el presente, sino que mirando al futuro con nueva luz, examina el pasado para saber en qué debe corregirse.
Y es en ese momento que la Palabra produce fruto de acuerdo a la capacidad de cada uno, el 100%, el 60% o el 30%.
Por lo tanto, dependerá de la disponibilidad o de la capacidad que pueda tener cada uno frente a esa palabra de Dios que recibe.
Es interesante cómo Jesús le explica la parábola a los discípulos y no a la muchedumbre, porque miran sin ver, escuchan pero no terminan de comprender lo que se les dice, o sea, la gente  está en  otra cosa y no comprenden lo que se les anuncia.
Les explica a los discípulos porque  si ellos lo están siguiendo a Jesús, están dispuestos no solamente a escuchar sino también a transformar su vida, su existencia cotidiana conforme a las enseñanzas del Maestro. 
Por eso también nosotros tenemos que preguntarnos si al igual que los discípulos estamos dispuestos a escuchar siempre a Jesús, deseosos  que Él nos enseñe y muestre el camino de la vida, si somos capaces de, al ser interrogados por esa palabra de Dios,  cambiar nuestro proceder cotidiano,  o si acaso hacemos  selección de palabras, o sea, en lo que  me gusta lo sigo, en lo que no me gusta no lo sigo, porque sería parcializar esa misma Palabra de Dios.
Aceptar la palabra de Dios en su totalidad es aceptar a Aquel que es la Palabra viva del Padre, o sea, al mismo Jesucristo. 
Pidámosle al Señor entonces que siempre nos dé su gracia para que podamos escucharlo y seguirlo, tratando de sacar provecho de todas las enseñanzas que deja para nuestra vida presente y futura y  transmitir su enseñanza a los que nos rodean.

Cngo Ricardo B. Mazza. Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XV del tiempo durante el año, Ciclo A.16 de Julio de 2023.

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