30 de diciembre de 2024

"Miren cómo nos amó el Padre: quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente, creados para ser semejantes a Él".

 

Celebramos este domingo la fiesta de la Sagrada Familia de Nazareth que la Iglesia ofrece como modelo de lo que han de ser las familias cristianas,  imitando sus virtudes y ejemplos a lo largo de la vida.
La clave para la reflexión la encontramos hoy en la primera carta del apóstol san Juan (3, 1-2.21-24): "Miren cómo nos amó el Padre: quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él".
Dios nos ha creado para que seamos sus hijos adoptivos ya que "desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es".
¿Qué significa "desde ahora"? desde el momento que el Hijo de Dios se hizo hombre en el seno de María, nació en Belén para salvarnos del pecado y de la muerte eterna y murió en la Cruz para redimirnos.
Por el pecado original perdimos muchos dones otorgados por Dios, pero por Jesús recuperamos la gracia santificadora en el bautismo, por lo que hechos nuevamente hijos adoptivos, estamos llamados a la Vida Eterna futura con el Padre Dios.
Para vivir esta condición de hijos, Dios nos ha regalado  la familia humana, siendo un ejemplo modélico la familia de Nazaret.
En la familia cristiana el ser humano se desarrolla como lo hiciera Jesús en la suya, que crecía física y espiritualmente, agradando a Dios y a los hombres con su sabiduría y obediencia a sus padres.
En los textos bíblicos aparece claramente que el ser humano ha sido creado para Dios, amarle y servirle y, después gozar de su presencia en la vida eterna, junto a los bienaventurados.
Precisamente  en el primer libro de Samuel (1,20-22.24-28), Ana, mujer de Elcanà, que era estéril, es escuchada por Dios en su súplica confiada  y nace Samuel, el cual queda consagrado al culto divino tal como lo había prometido su madre, quien a su vez es bendecida con  nuevos hijos como don renovado de Dios.
Los hijos, por tanto, son  dones divinos, que deben ser orientados siempre a realizar la voluntad de Dios, como hijos suyos, aunque sujetos a los padres de la tierra como aconteció con Jesús.
A su vez, los padres son dones entregados a sus hijos para cuidarlos y guiarlos a la Patria del cielo, por lo que mutuamente cultivan los lazos de afecto y cercanía, buscando en su libertad solamente agradar a Dios y servir a los hermanos, como destaca san Juan.
En efecto, como hijos adoptivos, hemos de vivir los mandamientos divinos como una forma concreta de permanecer en Dios y que a su vez Él permanezca en nosotros.
La familia de Nazaret ofrece a los creyentes un verdadero modelo de la configuración de la familia humana, según la voluntad creacional de Dios, quien a su vez otorga una bendición especial que no rompe el pecado y que es el matrimonio.
Este ejemplo nos ayuda a ver que las uniones de hecho de parejas, heterosexuales o no, no responden a la voluntad de Dios, y desfiguran el modelo ofrecido por la palabra de Dios, llevando no pocas veces a la confusión en un mundo ya desviado de la verdad y el bien que ha dejado de lado al Creador.
No nos cansemos de valorar y difundir la belleza de la familia según el diseño divino, ofrecida para la felicidad y perfección de los hijos adoptivos de Dios que somos nosotros. 


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  la Fiesta de la Sagrada Familia. 29 de  Diciembre de 2024.

26 de diciembre de 2024

"El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz" (Isaías 9, 1-3.5-6).

 

"El  pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz" (Isaías 9, 1-3.5-6). El texto  refiere al pueblo de Israel, acosado por los asirios, siempre con dificultades a causa de su inferioridad,  vivía en tinieblas a causa también de sus pecados, con la sensación de estar abandonado de la mano divina.
Sin embargo, Dios inspira al profeta, indicándole que transmita alegría y esperanza porque ha decidido liberarlo del yugo, del dolor y sufrimiento, para retornar a la tierra de promisión.
Esta alegría esperanzadora se funda en la presencia de un niño, porque "un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la Paz. Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino".
De este modo se anuncia el nacimiento del Mesías, el cual según   la profecía de Miqueas, será en Belén de Judá.
Coincidente con el anuncio profético, el apóstol san Pablo dirá a Tito (2, 11-14) que "La gracia de Dios que es fuente de salvación para todos los hombres se ha manifestado". Palabras con las que se afirma que no solamente el pueblo elegido, sino toda la humanidad, está llamada a beneficiarse con la venida, con la llegada de este niño. 
Ahora bien, ante la venida del Salvador es necesario nuestra respuesta personal por tanto bien recibido. ¿Y cómo? Nos lo dice el mismo San Pablo: la gracia "nos enseña a rechazar la impiedad y las concupiscencias del mundo, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús".
O sea, no quedarnos en las trivialidades de este mundo, ni movernos por las insensateces de la sociedad, sino buscar ser distinto, ser diferente, amigos de Dios, con la mirada puesta siempre en la segunda venida del Salvador, anticipo de nuestra vida en la gloria.
Más aún, el mismo apóstol anticipa que este niño será quien llegado a la adultez se entregará por nosotros "a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien".
No obstante, como pueblo elegido, nos tocará vivir en medio de un mundo que es muchas veces hostil a Dios nuestro Señor, porque sigue en gran medida en la oscuridad de su propio pecado y maldad 
al que se le ofrece la Luz, que es el nacimiento de Jesús, que viene a transformar y a cambiar la vida humana.  
Por lo que es necesario que el ser humano alcance a percibir todo esto y se decida a vivir, y comprometerse cada vez más con aquel que viene a rescatarnos del pecado y de la muerte eterna. 
Ahora bien, los ángeles anuncian la gloria de Dios (Lc. 2,1-14), por lo que también nosotros en medio de un mundo hostil e incrédulo hemos de anunciar la gloria del Señor, poniendo nuestra confianza en el mundo nuevo que  Jesús inaugura, en la vida nueva que comienza, pensando en la presencia del Niño de Belén que se ofrece a toda persona de buena voluntad para comenzar con un compromiso distinto al que a lo mejor estábamos llevando hasta ahora. 
La vida del cristiano siempre supone conversión y comenzar siempre algo nuevo. Y si algo nuevo es un compromiso mayor con el Salvador, la gracia de Dios entonces que se nos ha manifestado no nos va a faltar para poder realizar esto. 


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  la Solemnidad de la Natividad del Señor.  25 de Diciembre de 2024.

23 de diciembre de 2024

Dios quiere de nosotros que busquemos su voluntad en cada momento de nuestra vida, como lo hiciera Jesús el Salvador.


El profeta Miqueas, contemporáneo del profeta Isaías (Miq. 5,1-4), anuncia la necesidad de volver a Belén para que nazca algo nuevo, porque el reino de Judá asediado por los asirios, ha sido gobernado  por una serie de reyes ineptos que han llevado al país a la ruina, por lo que el profeta anuncia que Judá será purificado, tendrá que soportar muchas cosas y comenzar de nuevo.
Comenzar de nuevo significará por un lado la unión con el reino de Israel formando otra vez un único pueblo y, que después de la purificación vendrá un nuevo pastor que gobernará sabiamente al pueblo elegido, para lo cual es necesario entonces volver a los orígenes, que fueron humildes ya que David era de Belén y fue elegido después que fueran rechazados sus hermanos mayores. 
En efecto, Dios miró la pequeñez de David y lo eligió para hacer en él y por él grandes cosas, de manera que para la restauración del pueblo elegido es necesario  retornar a los orígenes humildes. 
Es por eso que el profeta habla de Belén como una ciudad elegida, privilegiada, mirando por supuesto el futuro, ya que en ese pequeño lugar  nacería el Mesías, el Hijo de Dios vivo, de modo que el pueblo a pesar de saber que faltaba todavía para la venida del Salvador, le quedaba el consuelo y la esperanza del cumplimiento de la promesa,  que el descendiente de David cambiaría todas las cosas.
Ahora bien, también nosotros esperamos que la venida del Salvador en la humildad del pesebre venga a transformar y a cambiar la existencia humana toda vez que el ser humano abra su corazón para que en él entre el niño recién nacido y toda vez que el ser humano quiera realmente transformarse para poder entregarse a Dios nuestro Señor.
Recordemos que Dios quiere de nosotros que busquemos su voluntad en cada momento de nuestra vida, como lo hiciera Jesús el Salvador.
Precisamente en la carta a los Hebreos (10,5-10) se afirma que Jesús reconoce que Dios no quería sacrificios, ni holocaustos, sino que le ha dado un cuerpo, porque ha venido a este mundo para hacer la voluntad del Padre. siendo esta su misión.
De este modo "declara abolido el primer régimen para establecer el segundo".
Por lo que por el cumplimiento de la voluntad del Padre se cumple aquello que se afirma: "quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre"
O sea, entregar su cuerpo consiste en morir en la cruz, cumpliendo la voluntad divina, de modo que el creyente que quiere vivir realmente en unión con Dios ha de buscar siempre su voluntad, que se expresa y manifiesta en la Sagrada Escritura, en la vivencia de los diez mandamientos, en el seguimiento de las enseñanzas de Cristo que siempre muestra el camino de la verdad.
Por eso hemos de estar dispuestos a encontrarnos con el Señor que viene a vivir con la humanidad nuestra misma historia.
Precisamente (Lc. 1, 39-45) hemos escuchado en el texto del evangelio, cómo la Virgen de prisa, va a visitar a su prima Isabel que está esperando a Juan Bautista, por lo que ambas están embarazadas.
Isabel representa de alguna manera al Antiguo Testamento que deja lugar al Nuevo, a su vez, Juan será profeta que une los dos testamentos tanto al antiguo como al nuevo, siendo Cristo el que trae la novedad total porque nacerá en un mundo totalmente deseoso, aunque no lo exprese, de salvación, aunque no sepa como será esto.
El texto del evangelio recuerda, por otra parte, que Isabel es llena del Espíritu Santo en ese momento, mientras que a María Santísima en el momento del anuncio del ángel se le dirá la llena de gracia.
Isabel recién ahora recibirá la plenitud del Espíritu, viviendo la alegría de Juan que será el precursor, que prepara los corazones para recibir al Mesías.
Vayamos también nosotros al encuentro de la Virgen que trae a Jesús, y como Isabel manifiesta la alegría y el gozo sabiendo que ya está cerca la salvación, también nosotros manifestemos nuestra alegría  sabiendo que  tenemos de nuevo la oportunidad de entregarnos a Cristo nuestro Señor y comenzar una existencia totalmente nueva.
Vivamos siempre buscando la voluntad de Dios, y cómo agradar al Padre del Cielo, y aunque sabemos que tenemos dificultades, que nos cuesta vivir haciendo el bien, poseemos la certeza que con la gracia de Dios todo será posible.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el 4to domingo de Adviento Ciclo C. 22 de Diciembre de 2024.

16 de diciembre de 2024

El corazón del convertido está siempre abierto a las necesidades de los demás, buscando seguir la voluntad de Dios en su deber de estado.

 


La idea central que otea en este tercer domingo de adviento es la de vivir la alegría ante la proximidad de la venida del Señor. 
Y así el profeta Sofonías (3,14-18) anuncia a un pueblo sin esperanza de salvación, que se llene de alegría porque el Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre el mismo y ha expulsado a los enemigos de Jerusalén de modo que "el Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti; ya no temerás ningún mal".
Vendrá un tiempo en que Dios nuevamente manifestará su rostro, y así, el pueblo de Israel crecerá en la esperanza y en el deseo de encontrarse con el Dios que salva,  que muchas veces aparece apartado del pueblo elegido a causa de sus pecados, pero que, a pesar de todo, busca encontrarse con todos aquellos que forman este pueblo predilecto, en el cual se va escribiendo la historia humana. 
De manera que la alegría debe ser siempre lo que abunde en el corazón del que espera a Dios y desea  vivir según su voluntad. 
Por eso San Pablo (Fil. 4,4-7) dice "alégrense siempre en el Señor". Se trata de la alegría en Dios que perdura, no como la alegría mundana propia de las frivolidades de la sociedad o de este mundo, que es pasajera y que no colma el corazón, sino la presencia del Señor es la verdadera alegría, al saber que Él está con nosotros, en medio de nosotros y que quiere seguir estando. 
De hecho, dentro de un rato se hará presente acá en medio de nosotros, en la Eucaristía, mostrándonos así cuán importantes somos  y cómo Él se goza contemplándonos también. En efecto, como un padre o una madre se gozan contemplando a su hijo, así también mucho más el Padre del Cielo goza y se alegra contemplándonos a nosotros, particularmente cuando hacemos el bien. 
El tiempo de adviento es el tiempo de preparación entonces para recibir a Jesús con alegría. Y por eso con la misma alegría también debemos trabajar para la conversión personal. Esa conversión que pasa por el deseo de rectificar rumbos, caminos, decisiones que hayamos tenido en su momento pero que en la actualidad no permiten acercarnos a Dios. 
Precisamente, Juan Bautista en medio de la prédica, en medio del llamado a la conversión, señala dos aspectos de una verdadera conversión. Por un lado, la actitud de caridad para con los demás, cuando habla de compartir con el hermano que necesita la túnica o la comida o cualquier otra cosa. 
El corazón del convertido está siempre abierto a las necesidades de los demás, busca a su hermano para compartir de lo suyo. 
Pero también hace un llamado Juan Bautista  a que cada uno  examine su deber de estado,  si realmente vive conforme a la voluntad de Dios.
El texto del Evangelio (Lc.3,10-18) pone dos ejemplos, pero podríamos multiplicarlos hasta el infinito. Les dice a los publicanos que cobren lo justo, que no vivan aprovechándose de su trabajo de recaudador de impuestos para cometer injusticias y para enriquecerse. Y a los soldados les dirá que no estén extorsionando a nadie, que no hagan denuncias falsas, que vivan realmente de acuerdo a cómo se han de desempeñar con su misión. 
Y así, cada uno de nosotros debe mirar en la vocación que tiene, el trabajo que realiza, la profesión que desempeña y preguntarse realmente si está viviendo según la voluntad del Señor o según la voluntad propia, buscando su propio provecho y no el derecho y la justicia conforme a lo que el Señor  pide y reclama. 
De manera que la conversión personal ha de ser profunda, para que Jesús nazca en cada uno, y conduzca nuestra vida a lo largo del año. 
Hermanos: Pidamos la gracia de lo alto para  vivir nuestros ideales.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el 3er domingo de Adviento Ciclo C. 15 de Diciembre de 2024.

9 de diciembre de 2024

La Virgen Santísima fue concebida sin pecado original, aplicándosele a ella, de un modo anticipado, los méritos futuros de su Hijo, que moriría en la cruz.

 

Se celebra hoy el segundo domingo de Adviento en la Iglesia, pero la Santa Sede,  hace años, ha concedido a la República Argentina una dispensa y, es que en los años en que la solemnidad de la Inmaculada Concepción, coincide con un domingo, se celebre la Eucaristía en honor de la Virgen Santísima, habida cuenta del peso que tiene esta devoción en la comunidad católica. Por eso es que estamos celebrando esta misa en honor de la Inmaculada Concepción, manteniendo algunos elementos propios del segundo domingo de Adviento, como fue la segunda lectura. 
De hecho, no debemos separar esta fiesta de la Inmaculada del marco del tiempo de Adviento en el que vivimos. ¡Qué mejor que celebrar a la Virgen mientras esperamos el nacimiento de su Hijo! 
Ahora bien,  ¿qué se celebra en esta fiesta de la Inmaculada Concepción, dogma de fe instituido por el Papa Pío IX en 1854? Recordemos que, antes de esa fecha, ya el pueblo fiel celebraba con devoción a la limpia y pura Concepción de María. Es decir, desde la fe  se entendía que aquella que había sido elegida como Madre del Salvador, no podía estar manchada con pecado alguno. 
Por eso, el dogma de fe define que la Virgen Santísima fue concebida sin pecado original, aplicándosele a ella, de un modo anticipado, los méritos futuros de su Hijo, que era el Hijo de Dios hecho hombre, que moriría en la cruz. 
De manera que Dios preparó a María de una manera especial para que fuera digna morada de su Hijo hecho hombre. 
El misterio de la encarnación que acabamos de proclamar en el texto bíblico, supone la Inmaculada Concepción de María, o sea, que la Virgen fuera engendrada sin pecado original. 
Y de esa manera, ella restablece el orden que existía en la creación del hombre pero que el mismo ser humano destruyó con el pecado. 
El pecado original del cual hemos escuchado en la primera lectura,  provoca un desorden muy grande en el ser humano, ya que lo enemista con Dios,  con la naturaleza de las cosas, con los demás y consigo mismo. 
Por eso no es extrañar que cuando Dios pregunta a Adán, ¿dónde estabas?, le contestara el primer hombre que se había ocultado porque estaba desnudo, -desnudez como pérdida de la inocencia original-. ¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Cómo has caído en la cuenta de tu separación con el Creador? Porque justamente el hombre y la mujer habían desobedecido al Señor entrando su pecado, el pecado original, a todos los hombres y con él también la muerte,  último enemigo que será destruido al fin de los tiempos, pero que ya ha sido vencido por la muerte de Cristo y su resurrección. María Santísima, entonces, al aceptar ser la Madre del Salvador, pasa a ser el medio a través del cual llegará la salvación para la humanidad. 
María Santísima, servidora del Señor viene en ayuda nuestra como Madre y clama siempre delante de Dios Padre y de su Hijo por nosotros,  por nuestro bien. Intercede para que no nos falte nunca la gracia de lo alto para poder vencer al espíritu del mal y seguir caminando en este mundo hacia la patria celestial. 
Por eso, queridos hermanos, pidamos siempre a María Santísima que  guíe nuestros pasos,  proteja, y enseñe el camino que conduce a su Hijo.  
Hermanos: Imitando a María que dijera "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según has dicho", también nosotros, descubriendo el plan  divino sobre cada uno, podamos también decir humildemente Yo soy el servidor o Yo soy la servidora, hágase en mí según tu palabra.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima. (en el 2do domingo de Adviento Ciclo C.)  08 de Diciembre de 2024.

2 de diciembre de 2024

Con la mirada puesta en la segunda venida de Cristo, preparemos el corazón para actualizar su nacimiento salvador de la humanidad en Belén.



El Reino de Judá en el siglo VI a.C., no se distinguía por su fidelidad al Dios de la Alianza, agravado esto por el gobierno  de una serie de reyes ineptos, por lo que el profeta Jeremías anuncia el escarmiento bajo el enemigo, pero no lo escuchan.  Llegado el momento Nabucodonosor, rey de Babilonia, sitia a Jerusalén, la ciudad es avasallada, y a su vez, se desploma el Reino de Judá.
Después de esto se produce el destierro a Babilonia de las clases dirigentes, quedando sólo los pobres en la ciudad en ruinas donde todos se lamentan por el gran desastre ocurrido. 
Sin embargo, Jeremías que había anunciado calamidades, movido por Dios, anuncia  la necesidad de mantener la esperanza viva mirando el futuro, cuando nazca un nuevo retoño del tronco de David, un nuevo germen, el Mesías, el cual se llamará nuestra justicia.
En efecto, Él será nuestra justicia porque vendrá a implantar justicia y derecho, no sólo en el pueblo elegido, sino también en  la tierra. 
A su vez, comprobamos que la historia de la salvación comienza ya en la creación del mundo, se continúa en el tiempo durante el cual se prepara el nacimiento del Mesías, que vamos a actualizar en la próxima Navidad, y  se continúa después del nacimiento y de la vida de Cristo,  hasta llegar a su segunda venida, al fin de los tiempos. 
De manera que, el año litúrgico que hoy comenzamos, con el tiempo de Adviento, prepara nuestro espíritu para celebrar el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre, y comprendamos que, así como ese acontecimiento se cumplió en el tiempo, también se concretará  la segunda venida de Cristo, para la cual hemos de prepararnos. 
La segunda venida de Cristo  exige para el presente una actitud de vigilante espera, no abatirse por el pánico o el terror, sino sabiendo que el fin de los tiempos llegará, que ignoramos el día y la hora, y se realizará para que nosotros podamos acceder al reino que no tiene fin, que ya inaugurara Cristo nuestro Señor. 
Para alcanzar la meta de salvación  es imprescindible también las buenas obras, de las cuales habla San Pablo, en la segunda lectura, escribiendo a los tesalonicenses (I Tes. 3,12-4,2), donde  insiste en la necesidad de que sigan creciendo en santidad. Se trata de una comunidad que es fiel al Señor, que trata de obrar siempre en consonancia con el Evangelio, pero que no significa esto quedarse en lo que uno ya vive, sino en aumentar la calidad en nuestra relación con Dios y en la relación con los hermanos. De manera que entonces, con la mirada puesta en la segunda venida de Cristo, preparar el corazón para que cuando Él venga, no nos encuentre desprevenidos, sino atentos para ir con Él a la gloria del Padre.
El texto del Evangelio (Lc.21,25-28.34-36) vuelve a insistir con términos fuertes, acerca del fin de los tiempos, y obviamente, está contemplando Lucas, más que todo, la caída de Jerusalén en el año 70, que implicará que la nueva iglesia, el cristianismo, continúe, prolongue la vida religiosa del pueblo elegido. 
La caída de Jerusalén, por lo tanto, no es un mero hecho histórico, con la destrucción del templo, sino que implica siempre un nuevo comienzo. En el caso del Antiguo Testamento, el nuevo comienzo se verifica con el anuncio del Mesías, el nuevo germen de David, y en el caso de la caída de Jerusalén en el Nuevo Testamento, la continuación de la iglesia fundada por Cristo nuestro Señor. 
A nosotros se nos pide, por lo tanto, en este tiempo de Adviento, ir preparándonos para encontrarnos con el Señor. Por eso también es un tiempo litúrgico de penitencia, de conversión, para profundizar en las maravillas que Dios hace con nosotros y que siempre espera que respondamos con una entrega cada vez mayor a Él y al prójimo.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 1er domingo de Adviento. Ciclo C.  01º de Diciembre de 2024.


25 de noviembre de 2024

Jesús es entronizado como Rey de todo lo creado, por lo que todo está bajo sus pies para entregarlo luego al Padre de los cielos.





Con este Domingo en que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey del Universo concluye el año litúrgico y comenzaremos Dios mediante el domingo próximo un nuevo año litúrgico con el Tiempo del adviento.
Las lecturas bíblicas de hoy nos muestran cómo Jesús es entronizado como Rey de todo lo creado, por lo que todo está bajo sus pies para entregarlo luego al Padre de los cielos.
El profeta Daniel (7, 13-14) en una visión, ve a un como Hijo de hombre, que  refiere a Cristo, que se acerca  al anciano que está en el trono y  "le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino no será destruido"
A su vez,  el libro del Apocalipsis (1,5-8) enseña que Cristo es  Alfa y Omega,  principio y fin de toda la creación, por lo que la misma tiene su sentido mirándolo a Jesús que es el Hijo de Dios hecho hombre, amado desde toda la eternidad por  el Padre, el cual ha puesto todo a sus pies y ha querido que reine en nuestros corazones, para que ya desde este mundo aprendamos a orientar la existencia humana a la gloria de Dios, porque la vida del hombre no tiene sentido si no transcurre en permanente alabanza de Dios nuestro Señor.
Reconocemos en Jesús, al Hijo de Dios hecho hombre, Señor de todo lo creado y de nuestros corazones, a alguien que quiere reinar en el corazón de cada persona y en la sociedad, que quiere ser reconocido como lo que Es, y quiere ser glorificado para que también el ser humano participe de esa misma gloria.
Sin embargo, el mundo sigue por otro camino, la gente sigue obnubilada  por otros elementos destructivos, vive en la frivolidad, adorando lo que acontece, lo efímero, y deja de lado lo eterno, el dar culto de adoración a quien es el principio y el fin de todas las cosas, de manera que la vida del ser humano transcurre muchas veces en este mundo sin tener un sentido profundo, siendo una pasión inútil.
No pocas veces acontece que el ser humano vive porque vive, porque el aire es gratis y no tiene una finalidad en su existir, no ha puesto su mirada en una meta eterna, en vivir para siempre con Dios y en reconocer siempre el reinado de Cristo nuestro Señor.
A pesar de nuestros desvíos,  Jesús  quiere reinar en nuestro corazón, pero ya nos advierte como le dice a Pilato (Jn. 18, 33-37),  "mi realeza no es de este mundo", o sea,  no esperen que sea rey temporal,  un rey humano según el modelo de este mundo, sino que mi reyecía tiene otro nivel, otro sentido, quiero reinar en el corazón de cada uno para que también cada persona pueda rendir culto de adoración a Dios como el Hijo amado del Padre Jesucristo y pueda participar de su gloria eterna.
Jesús enseña, a su vez, que ha nacido y ha venido al mundo para ser testigo de la verdad, por lo que todo aquel que es de la verdad escucha su voz, ya que Él es la Palabra del Padre.
Pilato, sin embargo, pregunta  "¿Qué es la verdad?" pero no le interesa escuchar la respuesta del Señor, el cual es la Verdad.
Ahora bien, el incrédulo  pregunta: ¿Cómo puede Jesús pretender ser la verdad? ¿Por qué tenemos que reconocerlo como alguien que es la verdad? ¿Acaso no ha fracasado muriendo en la cruz?
En efecto,  nos encontramos con que muchos desconocen que Dios es la Verdad, piensan que es un crucificado más, sin embargo, en la cruz resalta con esplendor la verdad de la salvación del hombre. 
Por eso, es que  dirá uno de los crucificados con Jesús, "acuérdate de mí cuando estés en tu Reino",  reconocido en Cristo la verdad eterna que no pasa con el tiempo, sino a aquel que tiene un reino eterno, que existe en el corazón de quien le es fiel, que existe desde siempre.
Queridos hermanos: pidamos al Señor que reine en nuestros corazones, que no nos deje adorar a otros dioses, a otros reyes, a otras realidades pasajeras, sino solamente a Él.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXIV del tiempo per annum. Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Ciclo B.  24 de noviembre de 2024.


18 de noviembre de 2024

El presbítero debe ser siempre fiel en proclamar la verdad, celebrar los sacramentos y guiar al pueblo por la santidad de vida a la meta celestial.

 

En esta misma hora, pero hace ya 50 años, Monseñor  Vicente Zazpe, entonces arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, me ordenaba sacerdote en la iglesia parroquial del Sagrado Corazón de Jesús, en la que habían contraído matrimonio mis padres y fuera yo bautizado, de manera que era un templo que tenía una honda significación para mi vida, por eso el Obispo accedió a que la ordenación fuera allí.
Cincuenta años ya transcurridos, tantos recuerdos, tantas vivencias, tantos momentos en los que he tratado siempre de dar testimonio de lo que plantea el Evangelio de esta misa, cuando Jesús le pregunta a Pedro por tres veces si lo amaba más que los demás (cf. Jn.21,15-17).
Y con la respuesta de Pedro, a la cual me uno, también yo he querido manifestarle a Dios en ese momento que por el amor grande que a Él le tenía, estaba decidido a ser sacerdote. 
Ahora bien, en mi historia personal, ya había descubierto mucho antes lo que señala el profeta Jeremías (cf. Jer. 1,4-9), cuando Dios le dice que lo había elegido como profeta para que transmita al pueblo lo que Él le iba a indicar.  El elegido desde el vientre de su madre, como recuerda el texto, recalca que es débil, que no tiene las cualidades necesarias para la misión profética. A esto, Dios responde que es por su gracia, que comunicará lo que se le indique, y que no tema lo que pueda acontecer en su misión profética. 
Y el profeta accede, y sabemos lo mucho que tuvo que sufrir por transmitir la verdad, el mensaje que Dios le entregaba. 
Porque también la vida del sacerdote, como la del profeta, ha de ser un vivir señalando permanentemente la verdad revelada y no ocultarla por miedo a nadie, o por el rechazo de la gente,  porque más bien ha de temerse  el rechazo de Dios,  por no seguir su voluntad. 
La transmisión de la verdad, lamentablemente en nuestros días muchas veces se ve aguada, ya que se busca, no pocas veces, transmitir una verdad que conforme a todo el mundo,  admitiendo y aceptando lo que el mundo adora y enseña con total desparpajo. 
El sacerdote de Cristo,  debe mantenerse siempre fiel a la Palabra del Señor y transmitir la verdad tal como es. Sabemos que no siempre la verdad resulta atractiva en el mundo en el cual vivimos, porque no pocas personas, aún dentro de la Iglesia, no quieren que se las moleste con enseñanzas diferentes al pensamiento mundano.
Transmitir y defender la verdad es la mejor muestra de amor para con el prójimo, porque el ser humano necesita más en nuestro tiempo, saber cómo se está jugando su vida interior en la aceptación o no de la Palabra de Jesús. 
Hoy en día muchas veces la gente se pregunta por esto, por lo otro, ¿qué hacer? Por ejemplo, más de una vez cuando una pareja de novios decide irse a vivir juntos, ¿qué se preguntan acerca de esto? ¿Se preguntan lo que enseña el Evangelio? O más bien dicen, no, el mundo lo ve como algo normal, como algo común, hagámoslo. 
Y ahí tienen un claro ejemplo de con qué facilidad el ser humano no pocas veces deja de lado el mandato de Cristo para seguir la voz del mundo, las costumbres del mundo. Y así vamos, porque de hecho cuanto más se afloja en este campo no resultamos  ejemplo de nadie, ni para la vida laical ni para la vida sacerdotal.
¿Qué joven hoy en día va a jugar su vida para entregarse a Cristo en la vida religiosa o en la vida sacerdotal si no ve un mensaje claro de que es necesario seguir a Cristo, imitar a Cristo y enseñar lo que Cristo ha enseñado? Porque ahí se juega la propia salvación del mismo sacerdote. 
A su vez, el sacerdote es ordenado principalmente para la Eucaristía, como acabamos de escuchar en la segunda lectura tomada de la primera carta de los Corintios (11,23-26). La Eucaristía, la que estamos celebrando ahora en la cual el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino en la Sangre de Cristo que se da como alimento de vida eterna a quien está debidamente preparado. 
La Eucaristía que es la fuente y es el culmen también del culto divino de la adoración a Dios. 
Pero, por supuesto, también la administración de los otros sacramentos que forman parte de los caminos con que Dios nos regala para nuestra salvación. De manera que la transmisión de la palabra, de la verdad, por la que se caracteriza la misión profética del sacerdote, se une también la misión sacerdotal para administrar los sacramentos y también la tercera misión, la de reinar, o sea la de ser cabeza del pueblo que se le confía al sacerdote para procurar de todas formas encaminar, ayudar, guiar a todos para vivir también en la unión con Cristo y llegar a la meta que se nos ha prometido que es la gloria del cielo. 
Quiera  Dios concederme en el tiempo que Él  disponga, la fuerza necesaria, la gracia para seguir siendo profeta en medio de una sociedad que no busca la verdad, sacerdote en la administración de los sacramentos que son la vida del alma y también pastor o guía de todos aquellos a los cuales el Señor me presenta para poder ayudarlos al encuentro definitivo con Dios nuestro Señor. 
Pido la gracia divina,  y pidan también ustedes por mí para que el Señor me mantenga firme en este camino sabiendo siempre que Dios es más fiel que  el mismo sacerdote. 
A lo largo de mi vida son tantas las gracias recibidas, las muestras de amor por parte de Dios que superan totalmente lo que yo haya podido hacer por Él. Que el Señor entonces me acompañe para poder permanecer siempre fiel a lo que Él me ha entregado.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal.

(domingo XXXIII del tiempo per annum. Ciclo B.  16 de noviembre de 2024).


11 de noviembre de 2024

La viuda nada se guardó para sí, se lo entregó todo a Dios, abriéndose a Él, su único apoyo, confiando que no sería defraudada.

 

La Palabra de Dios nos muestra hoy ejemplos de una fe profunda que conduce a vivir con  esperanza y se traduce  en caridad para con el prójimo. 
La primera lectura proclamada (I Reyes17,10-16) señala al profeta Elías como un acérrimo  defensor de la pureza del culto divino al Dios de la Alianza, que no soporta en Israel  la contaminación que trae la reina Jezabel, extranjera, que impone el culto a dioses falsos, en el cual caen no pocos israelíes.
Perseguido por la reina inicua,  Dios lo envía a Sarepta, donde reina el culto a los ídolos, pero a su vez, lugar donde  una viuda -por inspiración divina- asiste al profeta confiando en la palabra  revelada, estando también ella en peligro, pues luego de cocinar pan para su sustento y el de su hijo y comer, esperarían  la muerte.
Sin embargo, confiando en la palabra divina, cocina para Elías y Dios la premia, porque la fe que ostenta continúa en la esperanza por una vida nueva, convertida en caridad,  al auxiliar al profeta. 
Dios la premia, decíamos, porque no se agota el tarro de harina, ni el frasco de aceite, hasta que la lluvia ausente por tres años,  nuevamente hace fructificar los campos. 
Con esta actitud de la viuda, contemplamos el ejemplo de alguien de origen pagano, que cree en la palabra de Dios transmitida por el profeta, siendo premiada por su fe, su esperanza y por su actitud de caridad para con el prójimo. Descubrimos de ese modo cómo toda acción buena que el hombre realiza, recibe el premio divino.
En el texto del Evangelio (Mc. 12, 38-44) nos encontramos con la figura de otra viuda, que entrega todo lo suyo a la providencia divina.
¿Cuál es el marco de referencia? Jesús está observando a la gente que acerca su limosna al tesoro del templo, que servía para el sustento de los ministros, el sostenimiento del culto y del mismo templo, y se percata que hay ricos que entregan grandes sumas de dinero. 
Por su parte, se acerca sigilosamente una pobre mujer que deja apenas dos moneditas de cobre, que es todo lo que poseía.
Y como Jesús lee el corazón del hombre, llama a sus discípulos y les dice, que los ricos han dado en abundancia pero de lo que sobra, o sea, no se han perjudicado en su vivir cotidiano por la limosna que han entregado al templo, ya que su fortuna no ha mermado.
En contraste con esta actitud de los ricos, la mujer viuda se desprendió de estas dos moneditas de cobre necesarias para vivir ella misma, hizo la limosna para el culto divino con generosidad, con una profunda fe, abriéndose totalmente a las maravillas de Dios. 
Se trata de una mujer que con su actitud, sin saberlo, estaba imitando a Jesús nuestro Señor, el cual en el momento de la crucifixión entregó todo de sí, ya que no se guardó nada, sino que se entregó al Padre del Cielo por la salvación del hombre muriendo en la cruz.
Esta mujer tampoco se guardó nada para sí, se lo entregó todo a Dios, abriéndose a Él, su único apoyo, confiando que no sería defraudada.
Jesús alaba la magnífica actitud de esta mujer, mientras que censura a los ricos que buscan pavonearse, que todo el mundo los vea, ella, en cambio, lo hace subrepticiamente, casi ocultamente. 
A su vez, denuncia el Señor a los escribas que buscan siempre el primer lugar, son figuretes, quieren que la gente los aplauda, ser reconocidos cuando oran públicamente, pero están vacíos, distinta a la oración de esta mujer, que es una oración cargada de fe y confianza en Dios nuestro Señor. 
El texto bíblico señala  que los escribas se enriquecen, quedándose con aquello que pertenece a las viudas, refiriéndose Jesús con esto al incremento de los impuestos que debían pagar y que ciertamente  perjudicaban más a las viudas, a los huérfanos, a los pobres. Pero a los escribas no les interesa eso, lo que importa es que cumplan con la ley. Una ley que carece del espíritu, del Evangelio. Una ley que pretende ser justa y es causa de grandes injusticias. 
Por eso es importante poner siempre nuestro apoyo en Dios nuestro Señor, Él es nuestro refugio, especialmente poniendo nuestra confianza en Jesús como sumo sacerdote, como mediador entre Dios y los hombres (Hebreos 9,24-28), el cual ha entrado a un santuario superior al Templo de Jerusalén, un santuario junto al Padre, para desde allí interceder por nosotros, que caminamos en esta vida se supone con la mirada puesta en la gloria eterna. 
Por otra parte, es interesante retener la afirmación que la carta a los hebreos señala acerca de la muerte, afirmando que el hombre muere una sola vez y luego sobreviene el juicio.
En una cultura como la nuestra donde está de moda la reencarnación, las múltiples vidas que alguien supuestamente vive, contagiado por el mundo oriental, la palabra de Dios nos dice que el ser humano muere una sola vez y luego es juzgado, por lo que  los que fueron resucitados por Cristo, en realidad, volvieron a la vida, sin reencarnarse, para luego morir definitivamente.
Siguiendo los pasos de  Cristo que murió una sola vez también para volver al Padre, nosotros participamos de esa misma muerte que debe ser salvadora para reencontrarnos  con aquel que nos creó.
Pidámosle al Señor que nos dé su gracia, que aumente nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, que nos ayude a vivir de una manera distinta nuestra existencia. 

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXII del tiempo per annum. Ciclo B.  10 de noviembre de 2024.


4 de noviembre de 2024

Son felices los que han muerto en el Señor, porque ellos son acompañados por las obras buenas que han realizado en este mundo.



Ayer recordábamos a los miembros de la Iglesia triunfante, a los Santos, aquellos que ya participan de la misma vida de Dios y por lo tanto lo contemplan eternamente, para siempre. El recordar a los Santos nos ayuda a buscar imitarlos para poder algún día estar también con Dios. Y a su vez, los que ya están en el Cielo interceden por nosotros y desean que  algún día nos encontremos  con ellos. 
Así lo destaca sobre todo san Bernardo en una de las meditaciones sobre la Iglesia triunfante. 
Por su parte, hoy la Iglesia recuerda a los miembros de la Iglesia purgante, a los fieles difuntos. Pedimos entonces por los difuntos que están purificándose en el Purgatorio. No pedimos por todos los difuntos en general, sino por aquellos que se están purificando. Aquellos que optaron en su vida por Dios y hoy se encuentran en este periodo, en esta etapa de purificación para luego comenzar a ver a Dios cara a cara. Por eso pedimos por ellos. 
Hemos visto en el segundo libro de los Macabeos (12,42-45), cómo Judas Macabeo hace una colecta que envía a Jerusalén para que se ofrezcan sacrificios por los difuntos. De manera que ya en el Antiguo Testamento se expresa esa fe, esa confianza, de que nuestras oraciones, nuestros sacrificios, nuestras limosnas alivian a los difuntos.
 En la segunda lectura escuchábamos en el libro del Apocalipsis (14,13-15) que son felices los que han muerto en el Señor, porque ellos son acompañados en su nueva vida por las obras que han realizado en este mundo. De manera que todas las obras buenas que nosotros hagamos aquí, nos acompañarán en el día de nuestro tránsito a la otra vida, cuando dejemos este mundo temporal para presentarnos ante Dios nuestro Señor. 
Todo esto lleva a considerar necesario  rezar siempre por nuestros hermanos difuntos. 
Nosotros en esta Iglesia honramos a un gran apóstol de las almas del purgatorio, san Juan Macías.
Él se destacó, entre otras cosas, por su devoción particular por las almas del purgatorio, por lo que según una manifestación divina que tuvo al final de su vida,  a lo largo de su existencia temporal pudo liberar del purgatorio a más de un millón cuatrocientas mil de almas.
Él no era sacerdote, pero ofrecía  sacrificios, trabajos, mortificaciones, el rezo del rosario,  la oración,  todo aquello que padecía en este mundo, lo ofrecía por la purificación de las almas del purgatorio. 
De manera que no es extraño que en el momento de su muerte, también muchos de los salvados, gracias a su oración, hayan acudido a acompañarlo como cortejo para encontrarse con Dios para toda la eternidad. 
Recordemos que  las almas del purgatorio, liberadas por nuestra oración, sacrificio o limosna,  se acordarán de nosotros en el cielo, e intercederán  cuando nos purifiquemos.
Recordemos que es una obra de caridad, de amor, pedir por nuestros difuntos, hacer celebrar misas por ellos, ya que es la muestra más concreta del amor para nuestros seres queridos.
 Es el sacrificio eucarístico el que alivia de una manera especial a los que han muerto en el Señor y se están purificando. 
En el texto del Evangelio (Lc. 7, 11-17), Jesús se manifiesta como aquel que es la resurrección y la vida. Pensemos en ese cuadro tan doloroso, una mujer viuda que lleva a sepultar a su único hijo. Jesús no pasa de largo ante esa situación, sino que se acerca y dirá que no llore, y le devolverá a esa madre el hijo que había perdido. 
Una vez más Jesús manifiesta sus entrañas de misericordia, su contemplación ante el sufrimiento, ante el dolor de quien ha perdido a un hijo suyo. 
El Papa Francisco precisamente ha pedido que durante este mes de noviembre se pida en particular por aquellas madres y padres que han perdido un hijo, para que reciban el consuelo de parte de Dios y puedan así, consolados, seguir adelante sobrellevando este gran dolor. 
Cristo nuestro Señor nos invita a mirar la vida después de la muerte. No se termina todo con la muerte, sino que se continúa y por eso, mientras suplicamos por quienes se purifican, nos seguimos preparando nosotros con una vida de santidad y de imitación de Cristo, para que cuando nos llegue el momento, seamos recibidos por la misericordia de Dios y por aquellos hermanos nuestros que ya gozan de la visión de Dios. Amén.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Conmemoración de Todos los fieles difuntos. 02 de noviembre de 2024.

28 de octubre de 2024

Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante el evangelio (2 Tim.1,10b)

 


El salmo 125 que entonamos recién, recuerda que "los que siembran entre lágrimas cantando cosecharán", provocado esto por la división en dos reinos del pueblo elegido, y la purificación vivida en el destierro, en el exilio padecido a causa del pecado.
Sin embargo, Dios siempre está cerca de la humanidad doliente, por lo que sabiendo que el pueblo elegido ha caído en el pecado y se siente desvalido ante tantos problemas y dificultades que nada puede hacer sin la gracia, sin la ayuda divina, hace realidad el que "grandes cosas hace Dios por su pueblo", como cantábamos recién, de modo que perdona la infidelidad  y reúne nuevamente a todos.
Ya el profeta Jeremías (31,7-9), anuncia una gran alegría para el creyente ya que "El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel", y son reunidos "desde los extremos de la tierra", los cuales se fueron llorando al destierro y regresan llenos de consuelo, como anticipábamos, porque Dios es un padre para Israel.
Ahora bien, el que salva es el Mesías, que se hace presente entre nosotros para curar las múltiples dolencias, no solamente las del pecado, sino también, como lo ha manifestado,  las dolencias físicas, de todo aquello que impide de alguna u otra forma vivir a fondo la vida humana, la grandeza de la vida humana. 
El Hijo de Dios hecho hombre se presenta también como Sumo Sacerdote, un sacerdote distinto al que señala  la carta a los Hebreos (5, 1-6), donde el autor sagrado expresa que todo sacerdote debe ofrecer sacrificios por sus propios pecados y los de la comunidad y repetir constantemente estos sacrificios, mientras que Cristo, que es mediador entre Dios y los hombres, una sola vez ofrece el sacrificio de su cuerpo, en la muerte en cruz, para la salvación de las almas.
A su vez, contemplamos a Jesús (Mc.10, 46-52) yendo hacia Jerusalén, después de haber anunciado tres veces que se dirige a la ciudad santa para ofrecer su vida por la salvación de la humanidad, será allí donde será acusado, traicionado y muerto por los pecadores. 
Pero mientras Jesús va caminando, se encuentra con una humanidad doliente, ciega, en la persona de Bartimeo, el hijo de Timeo, este ciego mendigo que está al costado del camino,  escuchando pasar la multitud que va tras los pasos del Mesías.
El ciego comienza a gritar, "Jesús, hijo de David, ten piedad de mí", clamando porque por ser ciego, es un desechado de la sociedad, un marginado, y lo único que atina a hacer es mendigar para su sustento diario, sumergido en la conformidad de sus miserias.
Está  no solamente fuera de la sociedad, sino que no puede tampoco hacer nada en beneficio suyo, de su familia o de otros.
Es signo de la humanidad que tiene la ceguera propia del que no se ha acercado  a Cristo nuestro Señor, aunque lo haya visto alguna vez.
Hoy en día podemos decir que el mundo entero está ciego para ver a Jesús, no lo contempla, no lo ve, no comprende la presencia del Señor entre los hombres. También nosotros muchas veces estamos como ciegos, porque si bien creemos en Cristo nuestro Señor, las realidades de cada día del mundo nos atrapan, y entonces estamos ciegos para contemplar las cosas de Dios. 
O sea, para el ser humano, aún para el creyente, no pocas veces es más importante el celular, las redes sociales y todo aquello que llena el corazón vacío del ser humano, aunque no lo llena del todo porque falta precisamente la presencia de Cristo nuestro Señor. 
Como ciegos dolientes, hemos de gritar y pedir con fuerza, "Hijo de David, ten piedad de mí", y contemplaremos que  Jesús, no sigue adelante, no pasa de largo, sino que se acerca al que sufre, a cada uno de nosotros diciéndonos: "¿Qué quieres que haga por ti?,  "Maestro, que yo pueda ver", expresa el ciego y cada uno de nosotros, a lo que Jesús  responde, "Vete, tu fe te ha salvado".
¿Qué es lo que comenzó a ver el ciego curado y cada uno de nosotros? Que lo más valioso y lo más importante para el ser humano es el seguimiento de Cristo nuestro Señor, aquello  que el joven rico, no supo descubrir demasiado prendido a sus bienes temporales.
Bartimeo que recupera lo que le hacía falta, alcanza la luz, no solamente de los ojos, sino la luz interior, para caer en la cuenta que lo más importante en la adhesión en el seguimiento de Cristo, por eso una vez curado, va detrás de Jesús. 
Nos dice el texto que había pegado un salto, dejando su manto, con lo que quiere indicar que este hombre deja sus seguridades, el manto que tenía como único cobijo, para seguir a Jesús, seguir sus pasos, ir con la muchedumbre. 
¿A dónde van todos? A Jerusalén, porque allí Jesús se dará en sacrificio por la salvación de todos. 
También nosotros hemos de pedirle al Señor que nos otorgue la luz interior, para que descubramos las cegueras y nos curemos de ellas.
La ceguera que nos impide ver a Jesús en los acontecimientos diarios, que impide ver a Jesús en el rostro necesitado de nuestros hermanos, la ceguera que nos impide valorar realmente aquello que el mismo Jesús valora y que nos quiere entregar a cada uno de nosotros como bendición, como gracia especial. 
¡Ojalá iluminados interiormente podamos descubrirlo y seguirlo cada día con mayor empeño!


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXX del tiempo per annum. Ciclo B.  27 de octubre de 2024.

21 de octubre de 2024

"Mi servidor justo justificará a muchos y cargará sobre él las fatigas de ellos".

 


Previamente a este texto del Evangelio, Jesús había anunciado por tercera vez que se dirigía  a Jerusalén para ser entregado en manos de los pecadores, morir crucificado y resucitar al tercer día. Y esto Jesús lo expresa delante de sus discípulos. O sea, está anunciando lo que profetizara Isaías (53,10-11) como acabamos de escuchar en la primera lectura, donde se indican los sufrimientos que ha de padecer el Mesías, cumpliéndose aquello de "mi servidor justo justificará a muchos y cargará sobre él las fatigas de ellos".
Pero los discípulos están pensando en otra cosa, en la gloria mundana, no en la gloria eternal. Están pensando en un triunfo aquí en este mundo, todos están en lo mismo. La única diferencia es que Santiago y Juan se adelantaron y le pidieron a Jesús este honor de estar a su derecha y a su izquierda en el reino. O sea, manifestaron con toda claridad esa tendencia muy común del ser humano que es la de tener poder, poder mandar, estar por encima de otros, vivir de una manera, podríamos decir, enaltecida. Sin embargo, Jesús anunciará un panorama distinto, por lo que les dirá que no saben lo que piden.
O sea, si siguen a Jesús como discípulos suyos, tienen que tener otra meta en la vida, no aquella que es propia de los dirigentes de este mundo, que lo que hacen es mandonear a sus súbditos, dejando bien en claro cuál es su poder, presumiendo del honor que tienen, haciendo no pocas veces lo que se les ocurre, aún lo ilícito.
O sea, los poderosos de este mundo manifiestan esa tendencia propia del que manda, que cree que lo puede todo y que puede disponer de todo, no solamente de los bienes, sino también de las personas. 
Y este afán de poder, que por lo tanto mira muchas veces al sometimiento de otros, no solamente lo vemos en el plano político, económico, social, también en las familias, en las organizaciones, en los sindicatos y también dentro de la Iglesia. 
El afán de poder, en realidad, no es más que una manifestación de un complejo de inferioridad, y así,  cuanto menos  me considero a mí mismo, más busco resplandecer en otro campo, a través del poder de la autoridad, apoyándome en factores externos para alcanzar aquello de lo que carezco. 
Cuando en realidad la verdadera actitud es siempre el considerar lo que uno es, humus, que significa tierra y de ahí viene humildad, que es muy diferente al complejo de inferioridad.
Cuanto más el ser humano siente tentación por creérsela, debe recordar lo que es, tanto delante de Dios como de los hombres, que no somos nada más que polvo y en eso nos convertiremos. 
Lo que nos enaltece es precisamente la gracia que Dios otorga y que hemos de aprovechar  para ser cada día más santos, de allí entonces la necesidad de buscar otro tipo de poder que es el del servicio, como señala Jesús, ser servidor de todos. 
El mundo sería distinto, si además de los apóstoles, toda persona que tiene autoridad en este mundo pensara primero en servir a aquellos que le están sometidos en el plano político, o en otros  ámbitos de la vida, esto haría por cierto muy distinta la existencia humana. 
Qué manera diferente de ver la realidad si el mundo tuviera  otro rumbo y cayera en la cuenta que la soberbia no enaltece a nadie, sino que al contrario nos entretiene cada vez más en la frivolidad.
De allí entonces la importancia de tomar este criterio que nos deja Jesús y que Él sigue, el de hacerse servidor de todos, esclavo de todos, aquel que no vino a ser servido sino a servir, aquel que no usa de su divinidad y de su poder para someter a alguien, sino para servir con más eficacia. 
Pidamos al Señor que nos guíe de esta manera para que aprendamos a servir con generosidad siguiendo su ejemplo de Salvador.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIX del tiempo per annum. Ciclo B.  20 de octubre de 2024.

14 de octubre de 2024

"Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".

 


La Palabra de Dios, como dice la carta a los Hebreos (4,12-13), "penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" y, al mismo tiempo muestra cuál es la voluntad divina, la grandeza de vida a la cual se nos convoca e invita permanentemente.
Y esto es así, porque "ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas", por lo que es de sabios vivir adheridos a la voluntad divina por la que participamos de su  eterna sabiduría.
Justamente el evangelio de hoy (Mc. 10,17-30) habla del seguimiento de Jesús y, para ello es necesario alcanzar la verdadera sabiduría, o sea, saber superar las distintas situaciones que se plantean en este mundo para poder elegir correctamente lo que conduce a la Vida. 
Precisamente la primera lectura que acabamos de proclamar, tomada del libro de la Sabiduría (7,7-11),  habla de la sabiduría que viene de Dios, que es más importante que el oro,  la plata, las joyas, o los bienes de este mundo,  y esto porque la sabiduría de Dios, este saber vivir, que implica el obrar el bien siempre, conduce a la meta eterna. 
En cambio, todo lo demás es pasajero, es barro, ya que ni el oro, ni la plata, ni los bienes, ni las tierras las llevamos con nosotros cuando morimos, sino que quedan aquí, pero sí llevamos la sabiduría que viene de Dios, si hemos sido dotados de la misma, por haberla solicitado, como hizo el Rey Salomón que cuando llegó al trono,  le pidió a Dios la sabiduría para saber gobernar. 
Ante lo cual, Dios, no solamente le otorgó la sabiduría para saber gobernar, sino  también le dio riquezas, bienes, todo aquello que es tan querido, no pocas veces, por el mismo ser humano. 
De hecho, el deseo por los bienes materiales y pasajeros obnubila al ser humano, olvidando que lo más importante es la búsqueda del bien, el trabajar por la salvación de su alma, que debe estar como primera tarea en la existencia cotidiana. 
Jesús vuelve a tocar este tema de la sabiduría, pero bajo el punto de vista de saber elegir lo más importante que es el seguimiento de su persona para evangelizar a la sociedad olvidada de Dios.
Un hombre se le acerca y le pregunta, "¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?", por lo que manifiesta que está bien encaminado, que su preocupación es llegar a la vida eterna, como la sabiduría en el Antiguo Testamento, tan necesaria para llegar a la vida eterna. 
Y Jesús le dice que cumpla los mandamientos, que constituyen el mínimo que debe ser vivido para alcanzar la meta, a lo que contesta que lo hace desde su juventud, causando que Jesús lo mire con amor, -nótese que las versiones de Mateo y Lucas no refieren a esta mirada.
Y movido por el amor, es que Jesús al verlo bien encaminado, le dirá "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Y señala el texto del Evangelio que este hombre se entristeció, porque era muy rico, no se animó a dar el paso, a dejar todo aquello que lo ataba a este mundo y seguir a Cristo en el desprendimiento. 
Y es en ese momento  cuando Jesús expresa  lo difícil que resulta a un rico entrar en el reino de los cielos, tanto que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que ingresar un rico en el reino de los cielos. ¿A qué se le llama aguja? Es una puerta dentro de otra puerta. Acá en la puerta de esta iglesia no se da, pero en la catedral sí. Por ejemplo, habrán visto la puerta de madera de la catedral que tiene otra puerta que se abre y por donde antiguamente se utilizaba mucho para que la gente entrara habitualmente por allí. Un camello para entrar por esa puerta tiene que agacharse. Entrará con dificultad, pero podrá hacerlo. Más fácilmente entraría un rico, por cierto. Pero lo que el Señor quiere indicar es que se trata de entrar despojados. O sea, para que se pueda entrar por la puerta más chica es necesario dejar aquello que es impedimento, que es obstáculo para introducirse.
Inevitablemente que esto provoca que los apóstoles se desesperen y pregunten sobre quién podrá salvarse, por lo que Jesús les dice, que lo imposible para el hombre es posible para Dios. 
En definitiva, el que salva es quien otorga  la gracia necesaria para llegar a la vida eterna, por lo tanto hemos de estar siempre bien encaminados, tratando de agradar a Dios en todo momento, no solamente con el cumplimiento de los mandamientos, sino también con aquello que nos solicita a cada uno de nosotros, porque a cada uno le pide siempre el Señor algo distinto. 
Seguramente lo hemos experimentado cada uno en nuestro interior. Importante es estar siempre atentos para escuchar la voz de Dios. ¿Qué quiere de mí? ¿Qué quiere que yo deje de lado? Para que así aliviado de lo poseído pueda entrar por la aguja, por esta puerta más estrecha que me lleva a la vida. 
Pero Dios no se deja ganar en generosidad, por eso cuando los apóstoles le preguntan a Jesús: "¿y nosotros que lo hemos dejado todo?", Él  responde que les va a tocar en esta vida el ciento por uno. Que todo aquello que han dejado se les devolverá con creces, en abundancia, y después la vida eterna. 
Cuanto más el ser humano se entrega a Dios y se despoja de toda atadura, más recibe para vivir la perfección evangélica en este mundo y llegar a la vida eterna. 
La Iglesia argentina este fin de semana celebra el Día Misional, o sea, recuerda que somos enviados a evangelizar, e  invitar a la gente a responder al llamado del Señor, que es diferente para cada uno de nosotros,   estando dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos. 
No solamente para entrar en el reino, sino también para permitir que otros entren. A su vez, como había anunciado el domingo pasado, este día y mañana se hace la colecta misional. Lo que se recauda es utilizado por la Iglesia Universal para la evangelización de los pueblos todavía no creyentes, o donde todavía no se ha constituido plenamente la Iglesia Católica. Por eso se pide, de acuerdo a las posibilidades de cada uno, una especial generosidad.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVIII del tiempo per annum. Ciclo B.  13 de octubre de 2024.