Se celebra hoy el segundo domingo de Adviento en la Iglesia, pero la Santa Sede, hace años, ha concedido a la República Argentina una dispensa y, es que en los años en que la solemnidad de la Inmaculada Concepción, coincide con un domingo, se celebre la Eucaristía en honor de la Virgen Santísima, habida cuenta del peso que tiene esta devoción en la comunidad católica. Por eso es que estamos celebrando esta misa en honor de la Inmaculada Concepción, manteniendo algunos elementos propios del segundo domingo de Adviento, como fue la segunda lectura.
De hecho, no debemos separar esta fiesta de la Inmaculada del marco del tiempo de Adviento en el que vivimos. ¡Qué mejor que celebrar a la Virgen mientras esperamos el nacimiento de su Hijo!
Ahora bien, ¿qué se celebra en esta fiesta de la Inmaculada Concepción, dogma de fe instituido por el Papa Pío IX en 1854? Recordemos que, antes de esa fecha, ya el pueblo fiel celebraba con devoción a la limpia y pura Concepción de María. Es decir, desde la fe se entendía que aquella que había sido elegida como Madre del Salvador, no podía estar manchada con pecado alguno.
Por eso, el dogma de fe define que la Virgen Santísima fue concebida sin pecado original, aplicándosele a ella, de un modo anticipado, los méritos futuros de su Hijo, que era el Hijo de Dios hecho hombre, que moriría en la cruz.
De manera que Dios preparó a María de una manera especial para que fuera digna morada de su Hijo hecho hombre.
El misterio de la encarnación que acabamos de proclamar en el texto bíblico, supone la Inmaculada Concepción de María, o sea, que la Virgen fuera engendrada sin pecado original.
Y de esa manera, ella restablece el orden que existía en la creación del hombre pero que el mismo ser humano destruyó con el pecado.
El pecado original del cual hemos escuchado en la primera lectura, provoca un desorden muy grande en el ser humano, ya que lo enemista con Dios, con la naturaleza de las cosas, con los demás y consigo mismo.
Por eso no es extrañar que cuando Dios pregunta a Adán, ¿dónde estabas?, le contestara el primer hombre que se había ocultado porque estaba desnudo, -desnudez como pérdida de la inocencia original-. ¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Cómo has caído en la cuenta de tu separación con el Creador? Porque justamente el hombre y la mujer habían desobedecido al Señor entrando su pecado, el pecado original, a todos los hombres y con él también la muerte, último enemigo que será destruido al fin de los tiempos, pero que ya ha sido vencido por la muerte de Cristo y su resurrección. María Santísima, entonces, al aceptar ser la Madre del Salvador, pasa a ser el medio a través del cual llegará la salvación para la humanidad.
María Santísima, servidora del Señor viene en ayuda nuestra como Madre y clama siempre delante de Dios Padre y de su Hijo por nosotros, por nuestro bien. Intercede para que no nos falte nunca la gracia de lo alto para poder vencer al espíritu del mal y seguir caminando en este mundo hacia la patria celestial.
Por eso, queridos hermanos, pidamos siempre a María Santísima que guíe nuestros pasos, proteja, y enseñe el camino que conduce a su Hijo.
Hermanos: Imitando a María que dijera "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según has dicho", también nosotros, descubriendo el plan divino sobre cada uno, podamos también decir humildemente Yo soy el servidor o Yo soy la servidora, hágase en mí según tu palabra.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima. (en el 2do domingo de Adviento Ciclo C.) 08 de Diciembre de 2024.
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