10 de junio de 2024

A lo largo de nuestra vida seremos tentados para ver como malo lo que es bueno y considerar bueno lo que es en sí mismo malo o diabólico.

 


¿Podemos imaginarnos el marco de referencia del texto del Evangelio (Mc. 3, 20-35)? Están diciendo de Jesús que es un exaltado, por eso los parientes están preocupados y quieren llevárselo consigo, porque los enemigos de Jesús le están acusando que actúa con el poder del diablo, lo cual equivale a afirmar de que es un falso profeta y  que es un servidor del demonio. No olvidemos que estaban buscando cualquier excusa para matarlo, de manera que si esto seguía adelante, podía pasar cualquier cosa. 
Pero Jesús se enfrenta con sus enemigos y les enseña que todo reino dividido sucumbe. Si Él actúa con el poder del demonio y expulsa a los demonios del cuerpo de los posesos, es una contradicción, o sea el demonio se está combatiendo a sí mismo. 
A su vez, dice Jesús que jamás alguien será perdonado del pecado contra el Espíritu Santo. Él actúa con el poder de Dios,  está habitado por el Espíritu Santo, de manera que cuando cura a los enfermos, y expulsa a los demonios de los posesos, lo hace por su propio poder, pero está presente la acción del Espíritu Santo también, y el Padre  que ve con agrado todo lo que hace, porque ha enviado a su Hijo al mundo para que libere al hombre del poder del maligno. 
De manera que el pecado contra el Espíritu Santo consiste en decir que lo bueno es malo, o que las acciones buenas están inspiradas por el demonio, por el espíritu del mal.
Para sus enemigos, cuando Jesús cura a enfermos o expulsa a demonios, lo hace con el poder del maligno, o sea, niegan totalmente al Espíritu Divino que habita en Jesús, lo cual es muy grave. 
Es cierto que a veces el ser humano puede equivocarse y encontrarse con acciones buenas que hace alguien y que a lo mejor estén manejadas por el espíritu del mal, pero para eso existe lo que es el discernimiento de espíritu. Pero otra cosa es estar buscando, como los enemigos de Jesús, su destrucción, y por lo tanto siguen endurecidos negando el poder divino que posee atribuyendo lo que hace al espíritu del mal. 
Pero inmediatamente que Jesús explica esto, llegan los parientes, y le anuncian que lo están buscando. Y Jesús aprovecha entonces para dejar a la multitud otra enseñanza, que sus parientes son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. O sea, que la verdadera familia de Jesús no está constituida meramente por los lazos de sangre, sino sobre todo con esta actitud de fe y de aceptación de sus enseñanzas y el seguimiento de su Palabra y la vivencia de sus mandamientos. 
De manera que  la vida de cada uno va cambiando en la medida en que uno sintoniza con el mismo Jesús y es capaz de padecer muchos males en este mundo,  como lo recuerda el apóstol, precisamente por dar testimonio de Jesús. Todo lo que es predicar a Cristo debe ser un trabajo, una labor incansable a lo largo de nuestra vida, hasta tal punto que dice el apóstol que aunque nuestro cuerpo se vaya desgastando, aunque vamos contemplando que se deshace nuestra morada terrenal, por ejemplo a través de la vejez o de la enfermedad, sabemos que nos espera la eternidad (2 Cor. 4,13-5,1)
Por eso es muy importante también en nuestra existencia cotidiana trabajar a favor de Jesús y huir permanentemente del espíritu del mal, que está presente en la vida del hombre desde el principio, como acabamos de escuchar a través del libro del Génesis (3,9-15). Allí se describe cómo se realizó la tentación y el primer pecado. 
Dios busca al hombre escondido de su vista porque estaba desnudo. ¿Qué es esa desnudez? La pérdida de la inocencia, de una vida en comunión con el Creador, que significó la introducción del misterio del mal y del malo en nuestras vidas. 
Y el libro del Génesis describe cómo el ser humano tiene esa tendencia de no admitir su propia culpabilidad. El hombre acusa a la mujer, la mujer a la serpiente, cuando en realidad uno tiene que reconocer su propia responsabilidad por  consentir en la tentación que  aparta de Dios nuestro Señor. 
Por eso es muy importante luchar con esto que hay en nuestra vida cotidiana, que es la experiencia del mal y del maligno, porque el demonio, como sucedió en los orígenes, trata de que veamos cómo malo lo que es bueno. 
Justamente en el primer pecado se le dijo al hombre no morirán, serán como dioses, de modo que fue el primer pecado contra el Espíritu Santo, porque el demonio les está diciendo no crean a Dios, lo que les está diciendo no es bueno sino que es malo.
Por lo tanto, cada persona tiene que estar siempre alerta para no caer en esto, porque a lo largo de su vida tendrá tentaciones de querer ver como malo lo que es bueno y lo bueno como malo. 
Pidámosle al Señor que siempre sepamos discernir y descubrir dónde está la verdad para poder seguirla fielmente.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo X del tiempo per annum. Ciclo B.  09 de junio  de 2024.

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