17 de junio de 2024

El Reino de Dios es la presencia de Jesús entre nosotros, que busca cambiar el mundo y los corazones y, a través de esto redimirnos.

 

"Yo el Señor humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado" recuerda el profeta Ezequiel (17,22-24). ¿A qué se refiere este hablar divino? Que Dios no soporta a los soberbios, a los que piensan que pueden hacer lo que quieren a espaldas suya. Indudablemente los profetas como portavoces de Dios fueron señalando al pueblo de Israel sus infidelidades y los israelitas desoían las advertencias, por lo que Dios se valía de naciones vecinas para reprender al pueblo elegido, incluso mandándolos al destierro. 
Pero siempre dentro de ese pueblo convivía "el resto" de Israel, aquellos que habían permanecido fieles a la alianza con Dios, los pobres de Yahveh, aquellos que ponen su confianza no en su fuerza, que reconocen que no la tienen, sino únicamente en Dios. Por eso el profeta anuncia que del cedro alto se sacará un brote para comenzar con otro nuevo árbol, indicando de esta manera cómo el orgullo es dejado de lado y es suplantado por la humildad, por la sencillez.
Indudablemente ese nuevo árbol que va a crecer, apunta al Mesías, al Hijo de Dios hecho hombre, a Jesús. Precisamente Jesús nace de la sencillez de una mujer, María Santísima, que se reconoce humilde servidora del Señor. En ella Dios plantó su semilla y  nace el Salvador, el Hijo de Dios hecho hombre, que viene a este mundo en condiciones muy humildes y sencillas, mientras que a su alrededor aparece la opulencia y la grandeza del Imperio Romano. 
A lo largo de la historia del cristianismo, mientras los grandes reinos e imperios progresan, la Iglesia aparece como caminando en medio de las tempestades, en medio de los gozos pero también de los sufrimientos. Sin embargo, mientras los reinos declinan con el tiempo hasta desaparecer, y los que antes eran grandes potencias, dominadoras de este mundo ya no existen, la Iglesia a pesar de no contar con fuerzas militares, ni con los poderes de este mundo, ha subsistido en el tiempo, aún incluso con sus contradicciones interiores, provocadas no por la Iglesia misma sino por quienes formamos parte de ella, por lo que san Agustín decía que la Iglesia era santa y pecadora al mismo tiempo.
Por eso es muy importante lo que enseña hoy Jesús cuando  habla del Reino de Dios (Mc. 4, 26-34), que es su presencia misma entre nosotros, que quiere cambiar el mundo y los corazones y  busca a través de esto redimirnos y salvarnos. 
El Reino de Dios que trabaja en silencio y no apoyándose en los poderes de este mundo, sino en la humildad, en la sencillez, graficada esta sencillez y humildad en la parábola que hemos escuchado, la del grano de mostaza y su crecimiento
Como principio general se explica que la semilla es sepultada en la tierra y sin que el sembrador sepa cómo, se va desarrollando hasta dar fruto, debiendo caracterizarse el sembrador por tener paciencia hasta el momento en que pueda recoger el fruto esperado.
De la misma manera acontece con el Reino de Dios, ya que el Señor trabaja en la sencillez de la tierra que es el corazón del hombre que se le entrega totalmente, como el "resto" de Israel en el Antiguo Testamento, desapercibido o despreciado por los poderosos porque  han puesto su confianza y su fuerza únicamente en Dios. 
Y el mismo Jesús sigue con las comparaciones. El Reino de Dios es como el grano de mostaza, un poco mas grande que la cabeza de un alfiler, que sin embargo se convierte en una gran hortaliza y bajo sus ramas se cobijan las aves. 
Ese crecimiento interior lo va realizando el mismo Dios, en la medida en que la semilla se entrega a la tierra. En efecto, en la medida en que nos entregamos a Dios nuestro Señor, Él hace maravillas en nuestro interior, y no tenemos que buscar más seguridades que las que el mismo Señor  entrega y regala a cada uno de nosotros. Por eso en medio de las vicisitudes del mundo no debemos bajar los brazos ni desesperarnos. 
Aunque veamos cosas muchas veces que no nos gustan o que están mal, ya sea enseñanzas doctrinales equivocadas, o ya sea el uso del espacio religioso para cuestiones políticas como hemos visto en estos días, siempre hemos de permanecer en calma y dejar que el Reino de Dios vaya creciendo en el corazón de cada uno de nosotros, de aquellos que tratamos de buscar siempre la voluntad del Señor. 
Y rezar para que todas estas cosas se vayan rectificando y brille realmente la omnipotencia de Dios, junto con la incapacidad del hombre por resurgir por sí mismo. Gracias a Dios ante estas manifestaciones payasescas en algunos templos, de Buenos Aires por ejemplo, ya el arzobispo ha salido al cruce pidiendo que no se deben utilizar los templos, para este tipo de cosas. Lo que pasa es que también por parte de la Iglesia hay que dejar de lado la ingenuidad. En efecto, los que buscan usar los templos, ven que la Catedral se convierte en comedor público y piensan en su ignorancia o malicia que es lícito realizar cualquier cosa en lugar sagrado, aprovechando cualquier homenaje y celebración para hacer de las suyas.
Pero bueno, eso es lo que nos toca vivir ahora y que no nos debe hacer perder la fe y la paciencia del crecimiento del Reino de Dios. El Reino de Dios no crece a través de esos escandaletes, sino en la entrega silenciosa al Señor para que Él vaya haciendo su obra y  cambiando el corazón de la sociedad y de los hombres, aprovechando siempre nuestra vida diaria para sembrar la semilla. 
Hoy recordamos a los padres en un día especial. Pues bien, la figura del padre, por ejemplo, es muy importante en el hogar. Qué hermoso cuando el papá va enseñando a sus chiquitos la Palabra de Dios, les va inculcando el bien, a través de actitudes y de palabras va mostrando cómo ha de comportarse cada uno en la vida y eso con insistencia, sembrando en el corazón, dará frutos a su tiempo. 
A lo mejor tenemos alguien en nuestra familia o entre nuestros amigos que tiene problemas en su fe. Pues bien, ahí insistir, trabajar lentamente, confiando en la gracia de Dios para que las semillas de la Palabra que nosotros podemos sembrar puedan fructificar. 
El que trabaja en el mundo de la política, aunque se sienta por allí en soledad por la ausencia de valores cristianos, ha de insistir, trabajar, proclamar la verdad a través de palabras y de obras.  
Y así, siempre podemos hacer muchas cosas que no serán apreciadas por el mundo, que no serán tenidas en cuenta, pero que a los ojos de Dios son las que interesan y las que valen. 
Acordémonos lo que nos dice el apóstol Pablo en la segunda lectura, sea que vivamos, sea que muramos, busquemos siempre la gloria de Dios y vivir a fondo su voluntad (2 Cor.5,6-10).


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XI del tiempo per annum. Ciclo B.  16 de junio  de 2024.

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