16 de agosto de 2024

María Santísima, terminado el curso de su vida mortal, sin que su cuerpo se corrompiera, fue llevada al cielo en cuerpo y alma.

 


Estamos celebrando esta gran fiesta mariana de la Asunción de María Santísima a los cielos, que sugiere dar permanentemente gracias a Dios, porque ha exaltado a la Madre de nuestro Salvador.
Unida la Virgen al misterio de la salvación, muy especialmente con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, fue necesario que también participara de la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Concebida sin pecado original, toda ella fue preparada para ser la Madre del Salvador. Precisamente de esta Maternidad Divina es de donde brotan todos los privilegios que la colman y que la presentan delante de Dios Padre como a la criatura más perfecta de este mundo, después de su propio Hijo hecho hombre. 
María Santísima, terminado el curso de su vida mortal, sin que su cuerpo se corrompiera, fue llevada al cielo en cuerpo y alma. 
Cuando nosotros morimos se separa el alma del cuerpo y, mientras el cuerpo es sepultado, el alma comienza a vivir una realidad distinta, la de alma separada, hasta la resurrección final de los cuerpos. 
En el caso de María Santísima, como ella fue engendrada sin pecado original,  ni tampoco cometió  pecado personal alguno, ya gozan el cuerpo y alma de la gloria del cielo. 
Y su presencia en la vida eterna viene a colmarnos de confianza, en el sentido que así como está presente ante el trono de Dios, nos está invitando a mirar las cosas celestiales y otorgando la certeza de que algún día, si morimos en amistad con Dios, llegaremos también a la misma gloria que ella ya tiene para siempre. 
El Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, define este dogma de fe, la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma a los cielos,  y para ello tiene en cuenta la fe del pueblo católico, que desde la antigüedad siempre celebró a la Virgen en la fiesta de su dormición. 
En efecto,  la fe del pueblo permanentemente aseguraba que María ya estaba gozando con su Hijo en la gloria eterna, expresando también  los santos padres esta verdad en el decurso del tiempo, por lo que el mismo Papa Pío XII define que pertenece al contenido de la fe católica el hecho de que la Virgen en cuerpo y alma ya se encuentra con su Creador, ya se encuentra gozando de la vida que no tiene fin.
Y esto, porque convenía que aquella que es la madre del Salvador ya esté con Él, convenía que aquella que había permanecido virgen estuviera también gozando de la gloria sin fin, y así va desglosando el Sumo Pontífice los diferentes argumentos que fundan el dogma.
Con esta Asunción de la Virgen María se ha anticipado, podríamos decir, el triunfo del ser humano sobre la muerte. 
En efecto, si bien nosotros todavía estamos sujetos a la muerte corporal, la Asunción de María revela que la muerte ya ha sido vencida, no solamente en Jesús, sino también en María Santísima, que ya permanece con Dios para siempre. 
Pidámosle a la Virgen que nos obtenga del Padre del Cielo la gracia necesaria para mirar siempre a las alturas a las que estamos llamados. Y que viendo a la Virgen ya en el Cielo para siempre, nos animemos a trabajar en este mundo para vivir a fondo la voluntad del Padre y vivir cada instante de nuestra existencia buscando hacer bien a todos y así también dando gloria a Dios para siempre. 
El Señor ciertamente contempla nuestros buenos deseos y concederá la gracia que necesitamos para poder transitar en este mundo con esa seguridad, con esa certeza, de llegar a la gloria que no tiene fin.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de la Asunción de María Santísima el 15 de Agosto  de 2024.


No hay comentarios: