El texto de Isaías, que escuchamos, forma parte de lo que se llama el segundo Isaías (43,16-21). Es decir, una serie de capítulos que fueron escritos por un discípulo del profeta, -inspirados, por cierto- que había estado precisamente en el exilio de Babilonia. Por eso, el texto recuerda a los exiliados cómo el Señor los ha sacado de Egipto, cómo cruzaron el mar dejando el tendal de sus perseguidores en el camino, por lo que Dios ha sido siempre su guía en medio de las dificultades de la vida.
Si bien por su infidelidad, los israelitas fueron enviados al exilio, se les exhorta a que "no se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas, yo estoy por hacer algo nuevo".
El "algo nuevo" consistió en retornar a su tierra una vez que fueron purificados en el exilio.
A su vez, ese "algo nuevo" se interpretó como lo que ha de realizar Jesús entre nosotros.
La Semana Santa se aproxima, recordaremos la muerte y resurrección del Señor, y los que ya hicimos el recorrido cuaresmal, estamos convertidos y deseosos de encontrarnos con Jesús.
La liturgia recuerda que no miremos atrás, que dejemos atrás las cosas pasadas porque Dios se ha olvidado de nuestros pecados si estamos convertidos, haciendo algo nuevo en cada uno, por la pasión y muerte de Cristo, redimidos del pecado y de la muerte eterna.
En efecto, el creyente que vive de la fe y que está deseoso de unirse a Cristo mira al pasado para arrepentirse, pero una vez arrepentido y convertido, mira el futuro, que consiste en una unión estrecha con el Señor, imitándolo a él, poseyendo sus mismos sentimientos.
Justamente el apóstol San Pablo (Fil. 3,8-14) tiene bien en claro la necesidad de mirar hacia adelante, correr hacia la meta, aspirando a este encuentro con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.
Él es consciente de haber estado alejado de Jesús, pero por su misericordia que le tocó el corazón, se convirtió y se transformó en apóstol de los paganos, experimentando la exhortación de dejar atrás las cosas del pasado porque Dios está por hacer algo nuevo.
A su vez, el amor al Señor lo lleva a exclamar que todas las cosas son estiércol comparadas con ese amor.
En efecto, el texto litúrgico habla que Pablo considera todo como desventaja o desperdicio, pero el original griego utiliza el término estiércol, de modo que todo aquello que en el mundo marea a la sociedad, enloquece a las personas, de tal manera que no pocas veces hasta los creyentes van detrás de todas esas vanidades, todo eso Pablo lo considera una porquería, comparado con el conocimiento de Cristo, con tal de ganar a Cristo.
Con estas palabras caemos en la cuenta hasta dónde se había enamorado del Señor y de la misión que le había encomendado, y cómo se enriquecía con las enseñanzas recibidas de Él.
A la luz de este ejemplo hemos de examinar hasta qué punto el tiempo de cuaresma nos ha transformado, y si buscamos mirar siempre hacia adelante, para encontrar y vivir con Jesús, sabiendo que en Él encontramos la verdadera felicidad.
En el texto del Evangelio (Jn. 8,1-11) el obrar de Cristo apunta a hacer algo nuevo en el corazón de la mujer adúltera, que según la ley de Moisés debía ser apedreada, prohibido esto por los romanos ya que sólo ellos podían aplicar la pena de muerte.
Los escribas y fariseos acosan a Jesús para que se defina acerca de apedrear o no a esta mujer. Podemos imaginarnos a esos sujetos, algunos cargados en años y en pecados, regocijándose pensando que lo tienen acorralado al Señor.
Sin embargo, Jesús responde de una manera magnífica, no se deja atrapar por la pregunta, no se siente obligado a responder lo que quieren sino que siempre da una respuesta superadora y les dirá que quien esté sin pecado que tire la primera piedra.
En ese momento todo se desarma, ya que comenzando por los más viejos todos se retiraron.
Tuvieron esa transparencia de conocer su propio interior y no seguir con sus intenciones de lapidación sino que se fueron y, Jesús les enseña con eso que nadie puede levantar el dedito acusando a otra persona, ya que sólo Dios conoce lo que hay en el interior del ser humano y conoce el estado de cada uno.
Una vez que se han ido pregunta a la mujer: "¿alguien te condenó? no Señor, nadie", a lo que responde: "yo tampoco te condeno vete pero no peques más en adelante".
Esto es muy importante tenerlo siempre en cuenta, porque Jesús conoció el corazón de esa mujer, seguramente estaba arrepentida y por eso le dice "yo tampoco te condeno, vete pero no peques más", no es meramente un te perdono pero sigue pecando tranquilamente.
Al paralítico que curó en el templo le había dicho también vete y no peques más, no sea que te ocurran cosas peores.
Con estas palabras advertimos que el pecado es el peor enemigo del hombre, debemos deshacernos del mismo y considerar todo lo que es pecaminoso como desperdicio y que solamente nos atraiga el amor de y a Cristo, el seguimiento de su Persona y que realmente eso nos haga vivir a cada uno más entregados al Señor y desde ese amor de Dios también poder servir y amar a nuestros hermanos teniendo los mismos sentimientos de Jesús para con el prójimo.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el quinto domingo de Cuaresma. Ciclo C. 06 de abril de 2025