Jesús resucitado sigue apareciéndose a sus discípulos, tiene que confirmarlos en la fe para después enviarlos a cumplir una misión concreta. En el texto del Evangelio (Jn. 20, 19-31) se mencionan dos apariciones, la primera, el mismo día de la resurrección, por la tarde, la otra, ocho días más tarde, con Tomás, ausente en la anterior. Y Jesús se pone en medio de ellos, indicando la centralidad de su presencia, diciéndoles dos veces: "la paz que esté con ustedes", dejándoles el don de la paz, que concilia los corazones, manifestándoles a su vez, que confíen en Él, porque estaban encerrados por temor a los judíos.
De manera que así como el Padre lo cuidó, lo protegió hasta la hora suprema de la cruz, en la que debía dar testimonio, ahora será Jesús el que cuida a sus discípulos para que cumplan con su misión, les muestra que está con ellos y no los abandona.
Y en este primer encuentro los envía: "Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes", y sabiendo que en la misión tendrán problemas y persecuciones, les entrega el don del Espíritu Santo para que los pecados que perdonen sean perdonados, y los que retengan sean retenidos.
La Iglesia siempre entendió que con estas palabras, Jesús instituye el sacramento de la reconciliación.
El Jueves Santo meditamos en la institución de la Eucaristía y del orden sagrado, junto con el mandato de vivir la caridad siendo siervos de todos los demás, y ahora una vez resucitado nos entrega el regalo del sacramento de la penitencia.
De modo que deben los apóstoles manifestar con claridad la misericordia de Dios, por lo que celebramos hoy la fiesta de la Divina Misericordia.
De tal manera que el mismo Jesús en sus apariciones, en relación con esta devoción, dirá que nos acerquemos a Él siempre con humildad, mostrando nuestros pecados, nuestras debilidades, incluso diciéndole: "no sé qué hacer, cómo superar este defecto, esta caída, este vicio, dame tu consuelo, ayuda y protección", porque en nuestra debilidad se hace presente la fortaleza de Dios.
Para lo cual es necesario indudablemente reconocer que somos pecadores, ya que quien piensa que no tiene pecado, que es santo y bueno, que no tiene necesidad de implorar la misericordia, corre el riesgo de permanecer encerrado en su soberbia, en su seguridad, en su autosuficiencia.
Es necesario hacerse pequeño delante de Dios, reconocer nuestras faltas, debilidades, y pecados, e implorar así la misericordia divina.
Jesús enseña que los pecados no perdonados en la confesión son retenidos, a su vez, en el cielo.
¿Puede un sacerdote no absolver algún pecado? Sí, cuando el penitente no está arrepentido o directamente está convencido que debe seguir pecando con toda tranquilidad, sin propósito de enmienda, no puede darle la absolución, so pena de hacer inválida la absolución.
En efecto, aunque el sacerdote repita la fórmula de la absolución, esta no produce el efecto debido si la persona no está arrepentida y no está dispuesta a hacer todo lo posible para cambiar.
Por eso la misericordia supone siempre el dolor de los pecados y el propósito de hacer todo lo posible para no reincidir, poniendo los medios para ello.
Con la aparición de Jesús resucitado, los apóstoles confirmados en la fe dan testimonio de haberlo visto. Incluso Tomás, que había dudado, sale ahora fortalecido y se presenta al mundo como aquel que había dudado, fue confirmado en la fe en el resucitado y enviado para dar testimonio de ello.
¿Y qué hacen los apóstoles? Predican el Evangelio con amor, con entusiasmo, como lo vemos en la primera lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 5,12-16), y a su vez, con el poder que les da Cristo, curan enfermos, expulsan demonios, y la predicación de ellos, que es la del Señor, produce cambios en el corazón de la gente.
Y así, se van agregando poco a poco nuevos creyentes, o sea, hay conversiones.
Por otra parte el mismo Señor le encarga a Juan, que está en la isla de Patmos, una misión especial, como lo relata en el Apocalipsis (1,9-11.12-13.17-19).
Habla de persecución a causa de la palabra, y ve a Jesús, que le dice, no temas, yo soy el que te envío. Escribe lo que vas a ir conociendo y envía todo esto a las siete iglesias de Asia. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todo lo que existe. "Escribe lo que has visto , lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro"
Y Juan se pondrá en esta tarea de escribir, inspirado por el Señor, que habla del presente pero también anunciando lo que será en el futuro.
Y nosotros también tenemos que estar preparados para ver qué tarea nos da Cristo resucitado, mirando nuestra propia conversión, dando testimonio en medio de la familia, de los amigos, en los ambientes donde nos movemos para que Cristo resucitado se haga presente.
Hermanos: pidamos abundantes gracias del cielo para mantenernos fieles a los dones recibidos.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 2do domingo de Pascua. 27 de abril de 2025