14 de abril de 2025

Jesús es pisoteado y olvidado a causa de nuestras culpas, porque el Señor murió en la cruz para salvarnos de las miserias del pecado y de la muerte eterna.


      Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?", cantábamos todos recién en el Salmo responsorial, siendo conscientes que en este abandono de Cristo está presente cada persona de este mundo, todo el hombre sufriente.
¿Cuántos en este mundo y en la sociedad se sienten abandonados? Por su familia, por sus seres queridos, por sus amigos e incluso se sienten abandonados por Dios, aunque en realidad siempre está presente y  acompaña en medio de las necesidades,  dolores y  sufrimientos. Ese Dios que invita a ofrecerle humildemente a Él  todo lo que padecemos, por la salvación del mundo, por la conversión de los pecadores, por las almas del purgatorio, por una sociedad que necesita convertirse y volver a Dios. 
¿Cuánta gente va a vivir de una manera indiferente esta Semana Santa? Incluso católicos o supuestamente creyentes, porque hay otras preocupaciones que ocupan su corazón. No olvidemos que cuando el corazón del hombre está vacío y no está Dios presente, el ser humano busca llenarlo, satisfacerlo con otras realidades. 
Como ninguna cosa creada satisface al ser humano, está siempre corriendo detrás de una felicidad que se le escapa, sin reconocer que la felicidad es Dios. 
Pero para llegar a ese momento de felicidad plena es necesario pasar por el misterio de la cruz. ¡Cuánto le escapamos a la cruz! ¡Cuánto nos quejamos ante el misterio de la cruz en nuestra vida! y esto porque somos débiles. 
Por eso en esos momentos mirar a Cristo crucificado y tratar de asimilar lo que nos decía el apóstol san Pablo (Fil. 2,6-11), reconociendo que Jesús, siendo de condición divina, no sintió como un menoscabo a su dignidad el hacerse hombre y humillarse hasta la muerte y muerte de cruz. 
Jesús es pisoteado, olvidado, ninguneado y todo a causa de nuestras culpas, porque el Señor murió en la cruz para salvarnos, rescatarnos de las miserias del pecado y de la muerte eterna. 
Y nos deja esta enseñanza de que es en la pequeñez, en la humillación, donde uno se hace grande. 
El ser humano busca los honores, el poder, la gloria, pasarla bien. ¿Pero cuánto dura eso? Todo es pasajero, solamente permanece la gloria de Dios.  Por eso, individualmente hemos de buscar honrarle, seguirle, amarle y transmitir a la sociedad en la cual estamos insertos las enseñanzas  del Crucificado. 
¡Cuántas enseñanzas! ¡Cuánto nos ha dado el Señor! Hasta en el momento de la muerte está pensando en perdonar: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", o le dirá al ladrón arrepentido: "hoy estarás conmigo en el paraíso". 
Siempre pensando en los demás, despojándose de la dignidad divina, humillándose, ofrendándose, siempre pensando en nuestra salvación. Queridos hermanos, comencemos esta Semana Santa con el espíritu dispuesto a encontrarnos con el Señor, a hablar con Él, imitándole no solamente en sus palabras, sino en sus obras para poder transformarnos totalmente. 
Lo hemos aclamado recién como rey de nuestros corazones y esto ha de ser la realidad a lo largo del año. Que Jesús realmente sea el que nos guíe, el que nos conduzca y  vaya mostrando el camino de la salvación sin distraernos en aquello que nos separa de Él y que  aleja también de nuestros hermanos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el Domingo de Ramos. 13 de abril de 2025

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