22 de septiembre de 2025

El texto evangélico proclamado invita a procurar ser recibidos en las moradas eternas por los que hemos ayudado con nuestros bienes.

 


Este domingo y el próximo meditamos con el profeta Amós (8,4-7). Este profeta fue enviado por Dios a cumplir su misión en el Reino del Norte o Israel en la segunda mitad del siglo VIII a.C, que estaba  separado del Reino de Judá doscientos años antes.
¿Y con qué se encuentra el profeta? Conoce a una pequeña sociedad opulenta, con  sus personajes ricos, aquellos que tienen poder, con la clase noble de aquel tiempo, pero   existiendo, a su vez,  injusticia social, con la presencia de muchos pobres y miserables.
La riqueza acumulada había sido formada pisoteando a los pobres, como dice el mismo texto que acabamos de proclamar, y para tapar esa injusticia, realizaban un culto ostentoso a Dios en el templo, como para calmar su conciencia y quedar bien con Dios y el dinero. 
Pero a Dios no se lo engaña, no se puede dar un culto perfecto de orden religioso, pero después ser injusto en la vida cotidiana, perjudicando a la gente, e enriqueciéndose a costillas del otro. 
Por eso, Dios los rechaza "El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones".
En el texto del Evangelio (Lc. 16,1-13) encontramos también la misma enseñanza en relación con la riqueza, ya que se exhorta a  colocar la esperanza en los bienes que no perecen,  darnos cuenta que la fortuna que se acumula en la tierra, no la llevamos a la otra vida. 
Por eso el texto remata con la afirmación que no se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero, ya que si se contenta a Dios, lo que refiere al dinero pasa a segundo plano, pero si se busca amasar fortuna, es Dios el  que queda desatendido.
De hecho San Juan Crisóstomo, señala que las grandes fortunas que existen en la sociedad han tenido muchas veces un origen espurio,  se han formado  a causa de la injusticia cometida al prójimo.
O si la fortuna se ha formado lícitamente, se ha convertido en algo injusto en la medida en que la riqueza ha cerrado el corazón de los poseedores impidiéndoles hacer partícipes de sus bienes a otras personas, sobre todo a los pobres y los necesitados, aquellos que no pueden sobrevivir si no se los asiste con generosidad.
Es cierto que hay gente que no quiere trabajar, y san Pablo  dice al respecto que quien no quiera trabajar, que no coma (cf.2 Tes. 3, 10), pero, ¡cuántos hay que trabajan, se esfuerzan, pero sin embargo no obtienen lo suficiente para el sustento de su familia, y no les alcanza por tanto para vivir con dignidad! 
A su vez, el texto evangélico  invita a procurar ser recibidos en las moradas eternas por los que hemos ayudado con nuestros bienes. 
Así como este mal administrador trató de ganarse amigos en la tierra para que al quedarse sin trabajo hubiera quien lo ayudara, con más razón nosotros,  con la buena administración de los bienes, vayamos ganándonos amigos que nos reciban en las moradas eternas. 
El Señor por tanto nos pide una manera distinta de ver lo que es el mundo del dinero y riqueza, recordar que somos administradores en definitiva, que todos son dones que Dios nos ha dado. 
Es cierto que ponemos nuestro ingenio para poseer más o para lograr éxitos en la vida, pero también es cierto que es Dios el que nos da los verdaderos bienes para que  podamos crecer en este mundo. 
Es por eso que no se puede servir entonces a Dios y al dinero simultáneamente, porque se amará a uno y se odiará al otro. 
Al mismo tiempo la Palabra de Dios nos invita a recordar algo que es muy importante y que lo destaca San Pablo escribiendo a Timoteo en la segunda lectura (I Tim. 2, 1-8): "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". 
De manera que todo ser humano está llamado a salvarse, a llegar algún día a la vida eterna junto a Dios, por eso es que  el mismo san Pablo dice  que es necesario orar por todos, en particular por los gobernantes, para que sepan administrar la cosa pública en favor de lo que más necesitan y no para sacar provecho propio.
Hermanos: Cristo Nuestro Señor nuevamente nos interpela, como Dios lo hizo en el Antiguo Testamento y muestra siempre el camino verdadero que hemos de transitar para llegar a las moradas eternas.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XXV del tiempo litúrgico durante el año. 21 de septiembre de 2025. 

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