15 de diciembre de 2025

"¡Sean fuertes, no teman, ahí está el Dios de ustedes! llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos"

La liturgia de este tercer domingo de Adviento convoca a reflexionar acerca del clima de alegría que debe reinar en el corazón de cada uno de los creyentes ante la próxima venida del Salvador. 
Por eso ya la antífona de entrada de la misa dirá (Fil. 4,4): "alégrense todos en el Señor. Otra vez les digo, alégrense en el Señor"
Esta alegría  proviene de saber que la presencia del Salvador entre nosotros  significarà no solamente el cumplimiento de la esperanza de revivirnos, de rescatarnos del pecado y de la muerte, sino que el Señor viene a cambiar todas las cosas. 
Se realizará lo que el profeta Isaías (35,1-6.10) proclama: "¡Sean fuertes, no teman, ahí está el Dios de ustedes! llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos"
¿Por qué la represalia de Dios? Porque mientras todo presenta un panorama de oscuridad, en el que ya no hay remedio para la humanidad pecadora, se vislumbra con certeza la aparición en medio  nuestro del redentor que viene a salvarnos del pecado y de todo mal que pretenda hacernos daño.
Como el Señor está cerca, el apóstol Santiago (5,7-10) exhorta a tener paciencia, y tener buena actitud para con el prójimo.
A raíz de esto, no puede habitar en el corazón humano, la angustia, el desasosiego, las miserias y pecados, sino levantar la cabeza y deseosos de conversión, esperar que el Señor nos transforme interiormente de una manera que no  imaginamos.
A su vez, Juan Bautista encarcelado por defender la verdad diciendo a Herodes que no le es lícito vivir con la mujer del hermano, enviará a sus discípulos para preguntar a Jesús acerca de su venida.
Y ¿Por qué esa pregunta? De hecho, Juan Bautista ha predicado la conversión, la necesidad de dejar atrás el pecado, pero a su vez ha mostrado a un Cristo juez, como lo hemos escuchado el domingo pasado, a un Cristo que viene a colocar el hacha a la raíz. 
En el fondo está anunciando lo que sucederá en la segunda venida del Señor, cuando se haga presente como juez del mundo. 
Pero ahora la venida de Jesús tiene otro carácter, y por eso el Señor dirá que cuenten a Juan lo que ellos ven y oyen: los ciegos recuperan la vista, los paralíticos caminan, los leprosos quedan purificados, los muertos resucitan, los demonios son expulsados de los cuerpos de los posesos, todas señales que hablan de un Cristo que viene como buen pastor, que viene a salvar al hombre, a rescatarlo de sus miserias.
Para su papel de juez, habrá que esperar al fin de los tiempos, ahora presenta otro panorama, otro perfil como Mesías, como Salvador.
Pero no solamente está mostrando el verdadero rostro de Dios, que se manifiesta a través de su Hijo, hecho hombre, sino también el verdadero rostro de lo que ha de ser la humanidad, lo humano.
Porque desde Cristo han surgido muchos reinos, muchos imperios que han pretendido salvar al hombre o elevarlo, sin lograrlo, màs aún, estos poderes han perecido todos porque ignoraron a Dios
El único poder que permanece y salva es el que toca el corazón del hombre, y por eso el mismo Jesús reconoce que, si bien Juan el Bautista es el más grande nacido de mujer, cualquiera de nosotros puede  ser mayor que él en el reino, o sea, junto a Jesús, en la medida en que asumamos la grandeza divina inserta en nuestra vida que nos conduce a la verdad plena.
Digamos confiadamente a cada momento: ¡Ven Señor a salvarnos!


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera CruzArgentina. Homilía  en el domingo tercero de Adviento ciclo "A". 14 de Diciembre  de 2025. 

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