14 de febrero de 2007

Llamados a ser y vivir el “vino nuevo” de la gracia divina.

1.-La presencia de Jesús en la vida del hombre.

Nos hemos reunido en este día de fiesta para honrar a nuestra madre, Ntra Sra de Lourdes. Y con Ella y junto a Ella celebramos un nuevo encuentro personal con Jesús que viene a darnos la plenitud de sus dones.
A las Bodas de Caná que hemos recordado por el texto bíblico recién proclamado, las hemos visto siempre como un signo de la presencia de Jesús en todas las nupcias cristianas. Es decir que cuando un varón y una mujer han decidido unirse para siempre por el santo matrimonio, saben que cuentan con la presencia de Jesús.
Pero también podemos aplicar esto a otro matrimonio, -del cual la unión varón y mujer es memoria y actualización permanente-, el desposorio entre Dios y el hombre. El del Hijo de Dios que al hacerse hombre se compromete, se desposa para siempre, con cada uno de nosotros para traernos abundantemente la vida divina. De allí que cada varón y cada mujer en este mundo son valiosos en sí mismos y vistos con agrado por Dios, ya que hemos sido pensados y creados por El y al vernos, ve a su Hijo, a pesar de nuestras miserias.

2.-No tienen vino.

Es por eso que María Santísima, como en las Bodas de Caná, le dice hoy a su Hijo refiriéndose a los que estamos aquí presentes: -No tienen vino. No tienen vino para celebrar esta alegría, este encuentro gozoso contigo.
El vino significa en la Sagrada Escritura entre otros sentidos, la presencia de la gracia, de la vida de Dios.
Y ¿por qué María dice no tienen vino? Porque conoce nuestra intimidad, nuestras limitaciones, nuestros pecados, nuestras fallas. Conoce todo aquello de negativo que hay en nuestra insondable –para los ojos de los hombres- vida interior. Pero al mismo tiempo conoce de nuestro deseo de encontrarnos cada vez más con Jesús.
Quizás entre luces y sombras pero vamos avanzando, llevados por la fe, a este encuentro con el Señor.
Estamos aquí para ofrecerle el agua de nuestra pobreza, de nuestra miseria, el agua de nuestra nada. Y María conociendo eso es que dice: No tienen vino.
Y Jesús le responde: ¡qué tenemos que ver nosotros! No ha llegado mi hora todavía.
En el caso de las Bodas de Caná, en efecto, no había llegado su Hora, la de la Pasión, Muerte y Resurrección salvadoras.

Pero nosotros sí podemos decir: ¡Señor, es tu hora! ¡Tú ya has muerto y resucitado para nuestra salvación! Por lo tanto ésta es tu Hora.
Pero nuevamente Jesús le dirá a María: -“Mamá, no ha llegado mi hora porque si bien yo quiero entregar los frutos de mi muerte y resurrección, y estoy trabajando interiormente en el corazón de cada uno de los aquí presentes, para que se encuentren con su Dios, para que se reconcilien con sus hermanos, no siempre todos responden inmediatamente al don que yo les doy desde lo alto. No siempre el ser humano se entrega fácilmente a la obra de Dios”.
Pero María seguirá incansablemente insistiendo, acorde con la época nuestra en que todo debe darse inmediatamente, ¡ahora ya! , y responderá: “ahora ya, quiero que conviertas el agua en vino. Quiero que transformes a éstas personas en criaturas nuevas”
Y Jesús viendo que no puede pelear con su Madre, dice a los sirvientes ayer y hoy: “llenen las tinajas de agua”. Cada una de las seis tinajas tiene capacidad para cien litros, por lo tanto, seiscientos litros de agua.
¿Qué implican seiscientos litros de agua, que están desbordando los recipientes que los contienen? Están significando la abundancia de nuestra nada que se la ofrecemos a Jesús.
Como si le dijéramos al Señor: “Aquí te entrego todo, mis pecados, mis fallas, mis inconstancias, mis perezas, mis infidelidades. Pero también entrego mis virtudes y mis grandezas, que comparadas contigo son también nada, porque provienen de tu generosidad y de la abundancia de tus dones. Te lo entrego todo para que Tú lo transformes”.

3.-El vino nuevo.


Y Jesús nos transforma de tinajas desbordantes de agua en recipientes rebosantes del vino nuevo de la gracia.
La vida nuestra como el agua, no tiene sabor, somos la nada ante la gracia ofrecida. Sólo el Señor nos devuelve el gusto y la fuerza con que renacimos en el bautismo.
Hace ya unos cuantos años se repetía como slogan comercial “beba vino la bebida de los pueblos fuertes”. Hoy el Señor nos invita beber el vino nuevo de sus dones, de sus bendiciones, de su entrega amorosa para transformarnos continuamente.
El vino nuevo de la presencia del Señor es lo que nos hace un pueblo fuerte, vigoroso, decidido a dar testimonio permanente de nuestra dignidad.
Hoy no somos un pueblo fuerte, con la fortaleza del Señor, sino endeble, porque sólo bebemos el vino de la embriaguez, el vino de las ilusiones, el vino que aletarga nuestra conciencia sometida a lo pasajero y al disfrute frenético de lo placentero, como para sentirnos que estamos vivos.
El vino nuevo de la gracia del Señor, el vino nuevo de la Eucaristía, el vino nuevo de la entrega a Dios y a nuestros hermanos es lo que nos hace verdaderamente un pueblo fuerte, capaz de sufrir por la causa de la verdad, de la justicia y de la paz.

Pero nos dice el Señor que es necesario por otra parte, responder a esa gracia, a esos dones que El nos da. La gracia es un regalo del Señor por la cual nos hacemos “graciosos”, es decir, agradables a Dios, al ser desterrada de nosotros toda maldad. Pero para que esto se haga realidad es necesaria nuestra respuesta.
¿Y cómo hemos de responder?

4.-La memoria de nuestra dignidad

Jesús no dice hoy: “recuerden que Uds han sido elegidos por el Padre del Cielo desde toda la eternidad”. Y nos remite a lo que San Pablo nos dice hoy, -no sin inspiración divina- como ayer le dijo a los cristianos de Efeso: Dios “nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el Cielo y nos ha elegido en El antes de la creación del mundo, para que seamos santos e irreprochables en su presencia por el amor”.
Fíjense lo que nos dice la Palabra de Dios: que tengamos memoria de que hemos sido elegidos en Cristo antes de la creación del mundo. ¡Que tengamos memoria! Hoy en día se habla mucho de tener memoria histórica, equiparada ésta a una memoria fragmentada, que busca sólo una envoltura y no la verdad completa. Hoy en día en nuestra Patria se batalla por tener memoria que implica seguir revolviendo como el escarabajo en el pasado, fomentando el odio, la venganza, y recuerdos que dejan al descubierto sólo nuestras miserias.
Ante esto Jesús nos dice: “Tengan memoria de quiénes son Uds”. Tengan memoria de que han sido elegidos desde toda la eternidad por Dios. ¡Esa es la memoria que vale! Porque dignifica a la persona, haciéndonos descubrir nuestra vocación, el llamado que Dios nos hace y cuál es nuestra identidad como creados a imagen y semejanza de Dios.
La otra memoria nos hace perder la identidad porque nos hace creer que fuimos creados para el odio, la revancha, para la rivalidad permanente, para la estupidez y no para la grandeza propia de los hijos de Dios.
Si la verdad de nuestra genuina identidad cala hondo en nuestro corazón, nuestra vida cambia totalmente, ya que convencidos de que somos hijos de Dios toda la existencia estará orientada por ese origen y ese fin que nos atrae desde lo Alto, el encuentro definitivo con Dios.

5.-La gracia es don y tarea.

Convencidos de nuestra vocación a la vida divina descubrimos cada vez más que nuestro peregrinar en este mundo es un existir en la santidad.
Santidad que es vivir con la alegría de ser hijos de Dios, con la alegría propia del que vive a cada instante la voluntad de Dios. Es la alegría que arraigada en nuestro interior nada ni nadie podrá quitarnos.
Santidad que significará para el creyente trabajar para defender los valores de nuestra fe y de todo aquello que ennoblece al hombre.

Es santo el que se juega por los principios de la verdad, de la justicia, de la paz. Es santo el que no se acomoda al espíritu de este mundo aunque estemos insertos en él. Santos e irreprochables debemos ser, como nos dice San Pablo.
La gracia del vino nuevo por lo tanto no es sólo don sino que es también tarea.
Llamados a ser católicos apasionados por la verdad, a proclamar la esperanza a la que estamos llamados, sin miedo a la condena o indiferencia de un mundo que no atina a salir de la anestesia de la frivolidad y que no comprende el vivir para Dios y los hermanos.
Hemos de comprometernos en la realización del bien.

6.-El hoy de nuestra Patria.

Vienen tiempos difíciles para nuestra Patria. Como en Portugal se pretende despenalizar el aborto. ¿Qué es despenalizar? Poder cometer delitos sin la correlativa pena merecida por el mismo. ¡Qué absurdo! ¡Sin el aspecto punitivo no hay delito! Seamos coherentes, ¿por qué no despenalizamos el homicidio? En rigor, ya en la práctica se arremete, se ejerce violencia, se golpea, se asalta, se mata…sin ninguna consecuencia en el reinado de la anarquía.
Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI nos recuerdan que este tipo de leyes contrarias a la ley natural, hacen creer a muchos desprevenido que por el sólo hecho de estar permitido y legislado el mal, este se transforma automáticamente en bien. ¡Cuánto daño se hace en el corazón de la gente, aprobando por leyes el mal!

En el ámbito educativo, queridos alumnos, docentes y directivos de los Institutos Ntra Sra de Lourdes aquí presentes, ¿qué nos espera si nosotros cedemos a las imposiciones legislativas?. ¿Transmitiremos la diabólica ideología del género que pertinazmente cierra los ojos ante la verdad de que el hombre es varón y mujer, llamados a la realización personal mutua por el camino de la comunión de las personas? El Señor nos llama a ser el vino nuevo de la dignificación de las personas. Nos llama a no ceder al capricho de los ideólogos y oportunistas que buscan demoler los principios de nuestra matriz católica que nos vio nacer como Nación.
Llevemos también al mundo el mensaje verdadero acerca de la familia tal como nos lo enseña la Iglesia, como ámbito precioso para la plenitud del hombre.
Estamos llamados a transmitir a los demás la bondad de Dios, especialmente a los que más lo necesitan.

7.-La jornada mundial del enfermo.

Nos dice Benedicto XVI al celebrarse hoy otra Jornada Mundial de Oración por los enfermos que la caridad del cristiano ha de prolongarse en la atención de los enfermos. Tanto los que sufren en el cuerpo como en el alma, pero muy particularmente a los enfermos terminales.

Aquellos que se sienten tentados a desesperarse porque advierten que el fin se aproxima, necesitan de nuestra compañía. Requieren que les demos la fuerza que viene de la memoria de su origen, llamados a ser hijos del Creador, y que les descubramos el camino que conduce al término del encuentro con Dios. Camino que aunque doloroso, asumido en la cruz de Cristo, florece en abundantes frutos de purificación interior y de verdadero testimonio ante un mundo que huye permanentemente del misterio del dolor.
Queridos hermanos: vayamos al encuentro de Cristo para que nos transforme en el vino nuevo de hombres diferentes que quieren vivir y proclamar una existencia renovada por el Espíritu.

Textos bíblicos: Efesios 1, 3-6.11-12; Juan 2,1-11.-
Homilía con ocasión de la Solemnidad de Ntra Sra de Lourdes, celebrada en la Pquia Ntra Sra de Lourdes, de la ciudad de Santa Fe. 11 de febrero de 2007.

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco.
ribamazza@gmail.com

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