1 de abril de 2007

Celebrando al hombre nuevo convertido al Señor de la misericordia

Homilía en la Misa por la Celebración de la Vida y la conversión de los cultores de la muerte (domingo V de Cuaresma, 25 de marzo de 2007).

1.- Celebrando la Vida

Estamos celebrando hoy a la vida, ya que cada 25 de marzo se revive la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María Santísima.
Si bien este año la fiesta litúrgica se traslada al día de mañana por conmemorarse hoy el quinto domingo de cuaresma, nos unimos -como familia que celebra semanalmente al Señor que salva- en la oración confiada por el reconocimiento de la dignidad de la vida humana y por la conversión de quienes la combaten.
Renovar la muerte y resurrección del Señor cada domingo, es celebrar gozosamente la vida nueva de la gracia que nos entrega generosamente Jesús.
De allí que la vida humana terrena es un don precioso que hemos de proteger porque es el anticipo de la vida futura en Dios.
Al predicar la dignidad de la vida de toda persona desde su concepción hasta la muerte natural, estamos anunciando que se trata del don más hermoso que Dios nos ha dado.
Más aún, así como el reconocimiento de la dignidad de la persona humana tiene su principio en el conocimiento de Cristo, y el respeto por la vida humana se origina en la imitación del Señor Jesús, toda propuesta anti-vida es causada por la instigación del espíritu del Mal, el demonio, llamado el primer homicida.
El odio del demonio hacia Cristo se prolonga en nosotros, creados a imagen y semejanza de Dios.
En el fondo, el desprecio por la vida humana significa el odio más profundo a Dios que se hace palpable en la implementación de todo modo de exterminio de la persona humana.

2.- Necesidad de regresar a Cristo por la conversión.

En este tiempo de Cuaresma hemos recibido numerosos llamados de conversión. Hoy la liturgia nos recuerda el llamado suplicante que con el profeta Joel (2,13) nos dirige el Señor Dios: “Vuelvan al Señor, su Dios, porque él es bondadoso y compasivo”.
La insistencia de este llamado se canaliza a través del texto del evangelio de hoy (Juan 8, 1-11) que nos presenta el momento en que llevan ante el Señor a una mujer sorprendida en adulterio.
La intención de los escribas y fariseos es condenar a Jesús, y por eso están atentos a la respuesta que dará a sus requerimientos.
Si expresa que se debe cumplir la ley de Moisés ya no podrá predicar que es bondadoso y compasivo perdonando al pecador, si indica que no hay que aplicar la ley de Moisés lo acusarán de quebrantar la ley de Dios.
Era bastante frecuente que pusieran a Cristo ante diversas disyuntivas. O esto o lo otro, dejándolo como obligado a responder según ellos quisieran. Pero Jesús responde presentando una tercera vía.
Le vuelven a insistir con espíritu condenatorio que la mujer sorprendida en adulterio debe ser apedreada hasta morir, según la legislación mosaica.
Y El dirá: “Aquel que esté sin pecado, tire la primera piedra”. Y de esta manera Jesús les devuelve la acusación.
En efecto, al decirles que quien esté sin pecado tire la primera piedra -y sabía que ninguno estaba sin pecado- les está diciendo: Uds. son adúlteros también.
Se trata del adulterio en el sentido pleno, bíblico, no sólo el que se comete dentro del matrimonio con la infidelidad.
El adulterio del corazón por el cual el ser humano traiciona a Dios, rompe el pacto de amor con su Creador para ir en busca de otros amores.
De hecho Cristo llamará muchas veces a sus contemporáneos “generación perversa y adúltera”,y no porque todos fueran infieles en el matrimonio, sino porque conocía el corazón humano tan inclinado a romper la alianza con Dios, buscando otros amores, cayendo en la idolatría.

3- El adulterio del corazón y de la ley de Dios

Cristo les está diciendo a los escribas y fariseos que también ellos deben convertirse. Ellos que vivían adulterando la ley de Dios, presentando muchas veces exigencias que presuntamente eran de Dios sin serlo, o agregando exigencias humanas a las de Dios.
La adulteración de la ley era común.
Hoy también se adultera la ley de Dios.
Cuando se quiere imponer el aborto o la eutanasia se quiere adulterar la ley de Dios, cuando se legisla y promueve la esterilización humana como un “derecho humano” se está adulterando la ley de Dios, cuando se presenta y exhibe lo bueno como malo y lo malo como bueno, se está adulterando la ley de Dios.

También se quiere adulterar la ley de Dios pretendiendo nuevas maneras de constituir y vivir el matrimonio y la familia, o presentando a los niños y jóvenes como normal la adulteración de la constitución sexual del ser humano.
Hoy Cristo nos llama a nosotros generación adúltera porque hemos abandonado al Dios verdadero para ir detrás de otros dioses, de otros amores: el placer, el dinero, el poder, la vida de sensaciones, el vivir el momento, el no pensar en la eternidad.

4.-El día del Niño por nacer y la cultura de la vida.

Esto que reflexiono ahora con Uds., podemos relacionarlo con lo que hoy queremos recordar: el día del Niño por nacer.
Fue establecido este día en nuestra Patria como iniciativa única de entre los países americanos, imitándonos después otras naciones. Hoy seguimos siendo –quizás- los primeros, pero no para vivirlo sino para contrariarlo.
Es en el hecho de que el Hijo de Dios se hace hombre en María donde aparece en toda su dignidad la grandeza humana.
Es tan amado el ser humano como criatura de Dios, que El mismo se hace hombre para irrumpir en nuestra historia y así conducirnos a la Patria del Cielo.
Este misterio del Dios hecho hombre nos habla por lo tanto de la grandeza de la vida humana.
Vida humana que debe ser protegida desde el inicio en la concepción hasta la muerte natural.
Vida humana que ha de ser promovida en cada momento de nuestra existencia.
Y así laborar por la cultura de la vida será ocuparnos para que el ser humano pueda desarrollar sus cualidades, tenga trabajo, vivienda, protección adecuada de su salud, presencia de un sistema de seguridad que permita vivir sin el permanente acoso de los violentos, educación adecuada que promueva los valores humanos y destierre los vicios.

5.-La primacía del aborto.

En nuestra Patria y muchas veces en nuestro corazón se va introduciendo lo contrario a la vida. Entre otras cosas, lamentablemente, el aborto.
No solamente en el sentido que siempre le damos que es el impedir que alguien nazca, sino también en un sentido más profundo: impedir la realización del proyecto de Dios sobre cada uno y sobre la sociedad. Y así, por ejemplo, decimos se abortó tal proyecto, tal programa, se truncó una vida.
El ser humano se transforma en alguien favorable al aborto no sólo cuando mira con buenos ojos la eliminación de las personas no nacidas, sino también cuando aborta la voluntad de Dios sobre sí y el mundo.
Conozco gente que condena el aborto de los inocentes, y está bien que lo haga, ya que la legitimación de la muerte de los inocentes abre la puerta para cualquier atentado contra la vida humana. Pero contrariamente a esta defensa del no nacido, en su vida personal vive abortando el proyecto que Dios tiene sobre su persona.
Si desapruebo el aborto pero al mismo tiempo no vivo en gracia, no escucho la voz del Señor, no trato de identificarme con El, estaré abortando en mi mismo la vida divina.
Dios tiene para cada uno un proyecto de grandeza, una llamada a poner al servicio de los demás las cualidades propias, proyecto que puede quedar trunco por las negativas a secundar la obra divina en el corazón humano.
Cuando un papá y una mamá, -después que su hijo recibió los sacramentos de iniciación- , no le siguen transmitiendo la fe , no lo hacen participar de la Misa, no le hacen gustar de la vida cristiana y del evangelio, están abortando el proyecto de grandeza humana que Dios tiene puesto sobre ese niño.
Nuestra Patria ha sido bendecida con grandes dones y riquezas de todo tipo, ¿cómo es posible entonces que en la tierra del pan numerosos ciudadanos no tienen qué comer? Esto es un signo del aborto institucionalizado en cuanto se impide el crecimiento nacional.
Es un signo de la primacía de quienes al preferir enriquecerse por sobre todas las cosas abortan la realización de sus hermanos como personas.
En efecto, no sólo se aborta al no nacido, sino que también se aborta al ya nacido cuando no se implementan políticas que permitan crecer con dignidad a todos y cada uno de los habitantes de nuestra Patria.
Si rige en el mundo el proyecto de que pocas personas deben tener lo que pertenece a toda la comunidad mundial, es previsible que se trate no sólo de establecer el aborto de los no nacidos, para que haya menos “depredadores” de la naturaleza, como se le llama hoy al hombre, sino también aplicar el aborto esquilmador de las riquezas naturales de las naciones, que impiden el crecimiento social, económico y humano de las personas.
Y Dios nos pedirá cuenta de esto a cada uno de nosotros, de acuerdo a la responsabilidad que nos cabe en la sociedad.
Por eso el Señor nos hace un llamado para luchar a favor de la vida, de la grandeza del hombre que es la de Dios.
Dios quiere que cada uno de nosotros sea feliz, no con la felicidad pasatista que presenta el mundo, sino la que implica el goce legítimo de los bienes de este mundo y que son un anticipo de la vida divina.
Vivir en la infelicidad, ¿eso es lo que Dios quiere de nosotros? No, Dios quiere la felicidad de sus hijos que somos nosotros y es por eso que insiste: “vuelvan a mí de todo corazón porque soy bondadoso y compasivo”.

6.- El conocimiento de Cristo.

De allí la necesidad de volver a la fuente que pasa por el conocimiento de Cristo.
Acabamos de escuchar la carta que San Pablo nos dirige a través de los cristianos de Filipos, destinatarios originarios de sus palabras: “Todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.” (Fil.3,8).
Tal afirmación del apóstol nos sitúa directamente en aquello que es crucial en la vida del cristiano: el conocimiento de Cristo Jesús.
Ya la oración del primer domingo de cuaresma nos recordaba que en este itinerario de cuarenta días hemos de avanzar en el conocimiento de Cristo.
Y así Cristo se convierte para nosotros en don y tarea. En don, porque nos lo regala el Padre misericordioso para que a través de él lleguemos a la salvación que es la comunión con Dios.
Tarea porque este don de Jesús nos interpela para seguir ahondando en su misterio.
Al conocer a Cristo más profundamente entendemos que es el Señor de la Vida y que desde El se esclarece el misterio del mismo hombre como ya lo recordaba el papa Juan Pablo II en su primera Encíclica “Jesucristo Redentor de los hombres”.
No se puede entender la dignidad de la persona desde su concepción hasta su muerte, si antes no se comprende el misterio del Hijo de Dios hecho hombre.
Al celebrar entonces hoy el momento en que el Hijo de Dios se hizo hombre en María, descubrimos cómo el ser humano ha sido valorizado en grado sumo: tan importante es la vida humana que el mismo Dios se la ha entregado a su Hijo para que como Dios hecho carne humana pueda entrar en la historia humana.
Toda vida humana aparece por lo tanto brillando en la grandeza que le da el mismo Hijo de Dios.
Sigue diciendo San Pablo que el conocimiento de Cristo lo ha llevado a considerar todo como desperdicio. Es decir que no valen la pena riquezas, honores, poder y fama, si esto supone desechar el amor y el conocimiento de Cristo.
Seguirá diciendo el Apóstol que conociéndolo y amándolo cada día más a Jesús e imitándolo en los sufrimientos y la muerte, nos será posible alcanzar la meta de la transformación en la gloria del Padre por medio de la resurrección.
Volver a Dios, es en definitiva considerar como desperdicio todo aquello a lo
que nos atamos y que nos separa del Señor.
Es cierto que somos débiles y S. Pablo lo advierte al señalar que no ha alcanzado la meta, consciente de sus debilidades y de sus pecados, pero no pierde la esperanza de alcanzarla y, sigue corriendo para alcanzarla.
Y Cristo nos va a decir como signo de vida nueva “no peques más, yo tampoco te condeno”.

7.- “Yo estoy por hacer algo nuevo” (Isaías 43,16-21)

“No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas, yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?”
Qué hermoso sería que estas palabras del Señor retumbaran permanentemente en nuestros oídos y corazón.
No se acuerden de los pecados pasados, de las infidelidades, no se acuerden de los adulterios del corazón, no se acuerden porque han abortado personas o proyectos de Dios sobre nosotros.
Siempre que nos hayamos convertido se cumplirá la Palabra de Dios:”Yo estoy por hacer algo nuevo”
Ya está germinando lo recibido en el bautismo,
Ojala podamos decir por cada uno y por nuestra Patria, -que siempre mira el pasado para desconocer el nuevo germen que nos quiere dar el Señor- ,que hemos sido constituidos como pueblo de Dios para pregonar su alabanza (Is.43,21).

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