17 de abril de 2007

Reflexiones sobre el divorcio entre Fe y Vida

El papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica Veritatis Splendor (el Esplendor de la Verdad) enseña a los católicos y a todos los hombres de buena voluntad, como Cabeza de la Iglesia experta en humanidad, aquellas cuestiones que se refieren a la vida moral.

Uno se pregunta, ¿por qué la Iglesia enseña a todos los hombres sobre éstas cuestiones? ¿No debieran interesar únicamente a los creyentes?.

La respuesta nos la da el mismo Pontífice cuando en el nº 3 afirma: “La Iglesia sabe que la cuestión moral incide profundamente en cada hombre; implica a todos, incluso a quienes no conocen a Cristo, su Evangelio y ni siquiera a Dios. Ella sabe que precisamente por la senda de la vida moral está abierto a todos el camino de la salvación, como lo ha recordado claramente el concilio Vaticano II: «Los que sin culpa suya no conocen el evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna». Y prosigue: «Dios, en su providencia, tampoco niega la ayuda necesaria a los que, sin culpa, todavía no han llegado a conocer claramente a Dios, pero se esfuerzan con su gracia en vivir con honradez. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que hay en ellos, como una preparación al Evangelio y como un don de Aquel que ilumina a todos los hombres para que puedan tener finalmente vida»

La clave entonces la encontramos cuando nos dice el Papa que “por la senda de la vida moral está abierto a todos el camino de la salvación”. En ese “todos” se incluye no sólo a los creyentes sino también a los que buscan la verdad con sincero corazón.
Es decir que muchas veces, al decir del Pontífice, los que no creen pero actúan honestamente, no están lejos de conocer la salvación. Es por el camino de la vida

humana rectamente guiada bajo el dictamen de una conciencia recta que se da la aproximación al Evangelio de Cristo.

Y esto es así porque más tarde o más temprano, quien obra rectamente comienza a preguntarse acerca del origen o fundamento de su comportamiento y al caer en la cuenta del absurdo de un obrar así sin algo que lo ligue a la fe, alcanza a percibir la necesidad de una lógica que vincule -como causa al efecto- su vida con su creencia aún oscurecida por la ignorancia u otro impedimento.

De manera que a través de este camino, que podríamos llamar inductivo, el no creyente se aproxima al fundamento o razón de ser de la moral misma: el contenido de fe.

Y esto porque la moral si no se contempla como respuesta de vida a “algo” o a “alguien” no tendría sentido alguno.

Por eso desde la recta razón, el no creyente llega a conocer que su modo de vida honesto sólo tiene sentido no en “sí mismo” como signo de perfección personal, sino en cuanto es un modo de vida “para otro”, en el que involucra no sólo a Dios en última instancia, sino también al prójimo.

Ser bueno, nada más que por serlo, termina por dejar insatisfecho al mismo hombre, abierto como está siempre a la alteridad, tanto divina como humana.

2.-los ámbitos de la vida moral y la moral misma

Al percibirse la necesidad de una auténtica vida moral, respuesta a lo que engrandece al hombre en su naturaleza, y como respuesta a Cristo para los creyentes, se va concluyendo en la necesaria vinculación entre fe y vida, entre creencia y moralidad.

De allí que reconocido este nexo entre fe y moral se comience a percibir que existen determinados ámbitos que expresan y contienen el deber ser del hombre.
Así lo señala Juan Pablo II cuando afirma (nº 4) “Siempre, pero sobre todo en los dos últimos siglos, los Sumos Pontífices, ya sea personalmente o junto con el Colegio episcopal, han desarrollado y propuesto una enseñanza moral sobre los múltiples y diferentes ámbitos de la vida humana, …por fidelidad a su misión, y comprometiéndose en la causa del hombre,… (y) con la garantía de la asistencia del Espíritu de verdad han contribuido a una mejor comprensión de las exigencias morales en los ámbitos de la sexualidad humana, de la familia, de la vida social,

económica y política. Su enseñanza, dentro de la tradición de la Iglesia y de la historia de la humanidad, representa una continua profundización del conocimiento moral”.

Sin embargo, aunque se examinen ámbitos concretos del quehacer moral, el papa reconoce que hoy “se hace necesario reflexionar sobre el conjunto de la enseñanza moral de la Iglesia” dado el peligro patente en el presente por desvirtuar o negar los principios de la Moral Católica.

Es decir que -percibe el Pontífice- el patrimonio moral de los creyentes ha caído en profunda crisis al cambiar la visión antropológica como así también la ética, entre otros males.

En efecto a medida que desaparece una visión del hombre que lo perciba como creado a imagen y semejanza de Dios, se concluye con una imagen del mismo en el que se conculca la trascendencia no sólo en su origen sino también en su fin último.

Desconocida o rechazada también la íntima conexión entre libertad y verdad, se consuma una imagen de hombre en la que reina como verdad absoluta el relativismo más feroz en todos los campos, no sólo en la moral sino también en lo antropológico y en el campo de la fe.

El panorama no puede ser más desolador si se le quita también a la Iglesia la potestad, como Maestra, de transmitir la verdad natural recibida desde antiguo y perfeccionada en el decurso del tiempo.

Y así: “En particular, se plantea la cuestión de si los mandamientos de Dios, que están grabados en el corazón del hombre y forman parte de la Alianza, son capaces verdaderamente de iluminar las opciones cotidianas de cada persona y de la sociedad entera”.(nº 4).

Por lo tanto si la ley natural percibida por la razón ya no tiene cabida o entra en discusión su firmeza desde antiguo, se concluye en la legitimidad de cualquier comportamiento humano que sólo tiene como único “moderador objetivo” la propia y vacilante subjetividad.

A la postre, por lo tanto, la colisión entre fe y vida se hace cada vez más ostensible. De allí que se pregunte el hombre, fiel a este razonamiento si “¿Es posible obedecer a Dios y, por tanto, amar a Dios y al prójimo, sin respetar en todas las circunstancias estos mandamientos?” (nº 4)

Cuando se plantea por lo tanto en el corazón del hombre la posibilidad de “amar a Dios y al prójimo” pero sin sujeción a los mandamientos que de Dios provienen, se cae en la moral fabricada por el mismo sujeto, tal como acontece en la actualidad.

3.- La escisión entre fe y moral, entre fe y vida.

Esta concepción lleva a asestar un golpe mortal al patrimonio católico que involucra la relación íntima entre fe y vida, entre fe y moral ya que “está también difundida la opinión que pone en duda el nexo intrínseco e indivisible entre fe y moral, como si sólo en relación con la fe se debieran decidir la pertenencia a la Iglesia y su unidad interna, mientras que se podría tolerar en el ámbito moral un pluralismo de opiniones y de comportamientos, dejados al juicio de la conciencia subjetiva individual o a la diversidad de condiciones sociales y culturales” (nº 4).

El Papa, pues, denuncia la presencia de esta disociación entre fe y moral no sólo entre el común de la gente sino también entre los creyentes católicos, en los que se va difundiendo la mentalidad protestante que “basta la sola fe” y se considera superflua la conexión entre fe y vida ya exigida por la revelación tal como lo señala el Apóstol Santiago (St 2, 14-26).

En este sentido la enseñanza del Apóstol Santiago –y es Palabra de Dios- es muy clara “el hombre no es justificado sólo por la fe, sino también por las obras” (St. 2, 24).

Se llega por este camino a un profundo ateísmo práctico, ya que al no vivirse como se piensa o cree, se termina por pensar o creer como se vive.

Y así desvinculado el creyente del sostén de una fe que se encarna en las obras, concluye alienado en una “moral subjetiva”, creativa también de una concepción totalmente individualista.

La denuncia que hace el Papa es muy grave y deja al desnudo una forma muy peculiar en nuestro tiempo en que cada uno termina por “iluminar” equivocadamente con su “oscurecida” moral particular la verdad misma.

4.-Ejemplos relacionados con la desconexión entre fe y vida

Es bastante común escuchar en nuestros días a tantos católicos que dicen profesar –y algunos lo dicen sinceramente- la fe católica, pero no dudan un instante en

vivir y encarnar una respuesta a esa misma fe –en eso consiste en fin la vida moral- totalmente contraria a la fe proclamada.

Y así, desde los ámbitos legislativos, muchas veces oímos a quienes manifestándose católicos aprueban -porque es probable que así lo vivan- leyes favorables al aborto, a la anticoncepción, a la eutanasia, y al sexo libre.

En el manejo de la cosa pública es cómodamente observable a católicos que no ven ningún problema en quedarse “con el vuelto” o en involucrarse en ganancias fáciles en detrimento de sus conciudadanos a quienes no se ven como meta del bien común, es decir de un servicio que enaltezca su dignidad.

En el mundo económico, católicos hay que consideran a la economía como medio que “se sirve” del hombre y no al hombre como depositario de las riquezas que son comunes.

En el plano laboral, los creyentes también sucumben muchas veces en la tentación de exigir siempre beneficios pero sin asumir el correlativo deber de ponerse al servicio de los hermanos.

Católicos agrupados -para tener más fuerza en sus reclamos- en colectivos extraños al sentir cristiano, pretenden legitimar formas no evangélicas de vivir la familia, la sexualidad y la procreación misma.

Es común percibir a tantos católicos que dicen serlo pero en quienes su vida de relación con Dios está cada vez más desdibujada, como si Este sólo existiera cuando se lo necesita para alcanzar lo que se busca.

En fin, se advierte también que bautizados -en todos los ámbitos de participación en la Iglesia- afirman su pertenencia a la Iglesia Católica de Jesucristo pero cuya vida moral –como respuesta al Dios de la Verdad- hace muchas veces agua en lo que se refiere al compromiso o a la coherencia de vida, hasta llegar incluso a sostener una doble vida como compatible con la genuina fe en Cristo resucitado.

En el fondo de estas realidades subyace el engaño vigente en la sociedad actual que señalara Juan Pablo II: que se puede pertenecer a la Iglesia por lo que se cree, y al mismo tiempo vivir como le parece a cada uno según su conciencia subjetiva.

5.-Necesidad de volver a las fuentes


Como camino para volver a los orígenes del patrimonio moral de la Iglesia, Juan Pablo II se propone en la Encíclica Veritatis Splendor “afrontar algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia, bajo la forma de un necesario discernimiento sobre problemas controvertidos entre los estudiosos de la ética y de la teología moral”.(nº5)

Pero antes de escribir la Encíclica, el Papa ha preferido aprobar y presentar a toda la Iglesia “el Catecismo de la Iglesia católica, el cual contiene una exposición completa y sistemática de la doctrina moral cristiana. El Catecismo presenta la vida moral de los creyentes en sus fundamentos y en sus múltiples contenidos como vida de «los hijos de Dios». En él se afirma que «los cristianos, reconociendo en la fe su nueva dignidad, son llamados a llevar en adelante una "vida digna del evangelio de Cristo" (Flp 1, 27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello» (nº 5).

Si el no creyente, desde la vida honesta, es decir desde una moral natural, podía por vía inductiva llegar a comprender la necesidad de la fe en el Dios Uno y Trino y percibir en qué consiste la Salvación, el Catecismo de la Iglesia Católica y la Encíclica Veritatis Splendor ayudarán al creyente católico a vivenciar el camino deductivo que lleva a apreciar la vida moral como la prolongación concreta de la fe en Cristo Resucitado.

Cngo Prof. Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Movimiento Pro-Vida Juan Pablo II. Profesor Titular de Teología Moral y DSI en la UCSF. Defensor del Vínculo en el Tribunal Interdiocesano “E”. Párroco de “Ntra Sra de Lourdes” de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz.

ribamazza@gmail.com
16 de Abril de 2007.

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