"Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada." Edmund Burke
9 de enero de 2010
LA “EPIFANÍA” DEL SEÑOR A LOS PAGANOS
“Tanto en la Iglesia de Oriente como en la de Occidente, el símbolo de esta fiesta es la luz. Se nos invita a seguir a Cristo, la estrella radiante de la mañana que nos guía en la vida. Esta celebración nos incita a contemplar en Jesucristo la gloria de Dios, a profundizar en la fe y a postrarnos en actitud de adoración ante el Dios que nos salva” (Misal I, pág.162. Ed.BAC). La fiesta de este día se llama Epifanía del Señor que significa manifestación, revelación.
Esta manifestación de Cristo al mundo encierra varios aspectos. “Por eso la Iglesia, celebra en el tiempo de Navidad, dos clases de sucesos que manifiestan progresivamente en Jesús al Hijo de Dios hecho hombre”. Unos exaltan su nacimiento e infancia como la llegada de los magos, otros “señalan los comienzos de su vida pública como el bautismo del Señor en el Jordán” (Misal del Vaticano II, pág. 37).
Si en la narración de la adoración de los pastores, San Lucas enaltece la primera revelación de Jesús a sencillos hombres del pueblo elegido, San Mateo recalca hoy la primera manifestación de su divinidad a quienes no pertenecen al judaísmo.
Si Cristo es la Luz que viene a los suyos, es también la que ilumina al mundo, es la estrella que guía a quienes lo buscan con sincero corazón, no importa su raza, lengua o Nación.
Sobre este llamado universal a todos los hombres se refieren claramente los textos bíblicos de este día.
El profeta Isaías (60, 1-6) anuncia que la gloria de Dios brilla en el pueblo elegido, y que mientras el mundo se encuentra sumergido en las tinieblas, surge de ese pueblo aquella luz que atraerá a todos los pueblos de la tierra. Proféticamente anuncia la venida de Cristo Luz del mundo quien con su iluminación atrae a la fe a los pueblos paganos.
San Pablo escribe a los cristianos de Éfeso (3,2-6) hablándoles de este misterio del llamamiento universal. Afirma que se trata de una revelación hecha a él, oculta a los hombres en otros tiempos, pero ya manifestada, quizás sin saberlo, por el profeta Isaías, como decíamos anteriormente.
En el designio misericordioso de Dios está presente la salvación de todos los hombres. Es cierto que Dios eligió a “su” pueblo, a quien hizo depositario de sus promesas, pero también es verdad que toda la humanidad está convocada a participar de los bienes traídos por Jesús.
Todos los hombres, pues, somos herederos de las promesas divinas y llamados a formar un solo cuerpo con Cristo para vivir orientados a Dios.
Estas afirmaciones del Apóstol de los gentiles se ven confirmadas en el relato de la adoración de los Magos, que nos trae San Mateo (2,1-12).
El domingo pasado nos transmitía San Juan que la Palabra, es decir, el Hijo de Dios, era la luz verdadera que alumbra a todo hombre.
Pues bien, Cristo desde el pesebre irradia su divinidad, y unos magos venidos de Oriente, encandilados por su Luz se acercan a Él para adorarlo y así testimoniar su certeza de que lo hacían ante el Dios anunciado.
En estos hombres de Oriente, Cristo llama a todos los hombres del mundo para iluminarlos con la luz de la fe.
Los judíos habían considerado siempre a sus descendientes como los depositarios de las promesas divinas de salvación. Jesús, y con él San Pablo, demuestran que la importante es ser descendiente de Abrahán por la fe, no tanto por la sangre.
Cristo se manifiesta a su pueblo por medio de los sencillos pastores que lo adoraron, pero se revela a todos los pueblos de la tierra atrayendo hacía Si a los magos venidos del paganismo, pero dispuestos a creer.
Los misterios de Cristo no son sólo acontecimientos que sucedieron en el tiempo, sino que cada año se actualizan en la profundización de los mismos con una visión de fe que procura obtener nuevas enseñanzas para la vida de todos.
Hoy también, Cristo es rechazado muchas veces por los cristianos, como lo fue por el pueblo elegido, ya “que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn. 1), ya que viven en las tinieblas.
Pero también es verdad, que hoy como en otro tiempo frente a los magos, Cristo llama, atrae y bendice a quienes sin conocerlo están dispuestos a seguir su mensaje Salvador.
Hoy también, mientras los que recibieron la fe se alejan de Cristo, cautiva a otros muchos que no lo conocieron, pero que se sienten atraídos por la “luminosidad del sentido de la vida” que brota de su ser, de su existencia y de su predicación entre nosotros.
El gran papa San León Magno decía en el pasado al predicar sobre esta fiesta, que la sencillez de los magos “es para nosotros un ejemplo que nos exhorta a todos a que sigamos, según nuestra capacidad, las invitaciones de la gracia, que nos lleva a Cristo”.
Es decir, nosotros mismos debemos sentirnos hoy como los magos de Oriente, atraídos por la persona de Cristo.
Es necesario que nos arrodillemos ante este misterio tan grande de su venida, y que ofrezcamos el homenaje de nuestra vida, de nuestro corazón y el afán por ser mejores, como en otro tiempo ellos ofrecieron oro, incienso y mirra.
Ofrezcamos por tanto, el oro de una conducta intachable, el incienso de nuestra oración diaria que busca intimar con Dios, y la mirra de nuestros sacrificios y entrega generosa de nuestro ser y obrar.
Si así lo hacemos, seremos iluminados por Él como los magos, para que sea posible tomar siempre el verdadero camino que conduce a su Persona Divina, alejándonos de las promesas falaces de un mundo que como Herodes, sólo buscan encandilarnos con frágiles promesas de felicidad.
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Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en la Solemnidad de la Epifanía del Señor. 06 de Enero de 2010. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com; www.nuevoencuentro.com.ar/tomasmoro.-
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