8 de julio de 2011

“Descansemos en Jesús de nuestros agobios, imitando su mansedumbre”

En la primera oración de la liturgia de este domingo pedíamos al Padre que ya que por la humillación de su Hijo había levantado la humanidad caída, nos otorgue la alegría necesaria para que libres de la esclavitud del pecado gocemos de la vida de la gracia.
La humildad y sencillez del Hijo de Dios había sido anunciada por el profeta Zacarías (9,9-10), al referirse a la presencia de un rey victorioso que se dirige al encuentro del pueblo de Israel. Pero es victorioso no por la fuerza de las armas o del poder, sino por la humildad y sencillez de su presencia, que se hace visible en el lomo de un asno, suprimiendo todo lo que es signo de fuerza y poder, para proclamar la paz a las naciones e instaurar la justicia ya que Él es justo.
El profeta, sin duda, está desestimando toda esperanza en mesías temporal alguno, presente en el pueblo de Israel. El anuncio es claro, este rey humilde es el Hijo de Dios, el prometido y esperado desde antiguo, quien por su humillación al hacerse hombre, levantó a la humanidad caída.
En el texto de hoy (Mat. 11,25-30) lo encontramos a Jesús en un diálogo íntimo con el Padre del Cielo, como lo hacía a menudo, especialmente antes de tomar decisiones importantes como la elección de los apóstoles. Alaba al Padre con quien es una sola cosa, porque ha ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las ha revelado a los pequeños.
¿Cuáles son las cosas que el Padre ha ocultado? El conocimiento de Dios, el poder ingresar a la intimidad divina, el conocimiento del plan de salvación, de todo aquello que hace verdaderamente grande al hombre.
¿Por qué esto? ¿Acaso no quiere Dios dejarse conocer por todos? En el contexto se refiere a los escribas y fariseos, a los doctores de la ley, a los considerados grandes en el judaísmo, tan engreídos e inflados en su supuesta “sabiduría” que rechazan a Cristo a quien no aceptan como el Hijo de Dios hecho hombre y, a todos los que aparecen como pequeños y humildes.
Ante el rechazo de la verdad, Dios les oculta el que puedan conocerla.
De hecho, uno de los pecados gravísimos en la vida del cristiano es el pecado contra la Luz, el no querer ver que el Señor como luz del mundo viene a dispar las tinieblas de nuestra vida e introducirnos en una existencia nueva. Estas palabras dichas por el Señor se aplican también a lo largo de la historia.
En efecto, ¿en qué consiste esta sabiduría y prudencia que Dios rechaza? Se trata de la sabiduría mundana por la que el hombre se coloca por encima de todo, dejándose seducir por la tentación del paraíso queriendo ser Dios.
Esto lo percibimos también en nuestra Patria cuando quienes se consideran poderosos no tienen ningún reparo en pisotear a los pequeños. Y esto en todos los campos de la vida, política, social, económica, cultural y religiosa.
Es común observar cómo va teniendo auge el favoritismo que encumbra a los amigos y no a los capaces, el despilfarro de los dineros públicos, la compra de voluntades, ya de los que están arriba para que no cumplan con sus funciones, ya la de los que están debajo para que no protesten; el comerciar con la falta de vivienda y con los derechos humanos; aquellos que movidos por ideologías ateas buscan pervertir el corazón de las personas.
Y así, por ejemplo, en nuestros días, el ministerio de educación de la Nación, distribuyó en todo el país una revista, para que a los niños se los mentalice desde pequeños, con la llamada “educación sexual integral”. Publicación plagada de desviaciones y errores conceptuales que llevan a la corrupción de los menores en aquel ámbito clave –el de la sexualidad- de la madurez plena.
En efecto, no se les puede enseñar a los niños que elijan su orientación sexual como si esto fuera independiente de lo que cada uno es biológicamente hablando; que da lo mismo ser homosexual que heterosexual; o enseñarles que cuando un óvulo es fecundado aparece un puntito que se va desarrollando, en alusión a la persona. Con este vocabulario se va metiendo en las pequeñas inteligencias la idea de la vida como insignificante, a la cual se le agrega después el criterio del aborto, ya que “es un puntito”.
Este hecho como otros muchos intentos de desculturalización de los argentinos, despojándolos de su identidad cristiana para imponerles el marxismo más grosero, tienen como autores a los que se consideran sabios según el mundo, negadores siempre de la naturaleza de las cosas desde sus orígenes creacionales, pretendiendo dar cabida y afirmación a nuevas formas de “construcción cultural” que no tienen más fundamento que el capricho de sus autores. Cuando el ser humano se rebela contra el orden natural termina destruyéndose a sí mismo tarde o temprano.
Jesús nos sigue diciendo que estas cosas, - el verdadero conocimiento- han sido reveladas a los pequeños y humildes, a aquellos que conociendo su nada, buscan la verdadera sabiduría en el encuentro con Dios. De allí que el Padre les da a conocer el Hijo y, desde Éste, podemos llegar al Padre.
El mismo Jesús nos dice cuál es la verdadera sabiduría ante las dificultades de la vida. No hemos de ir al encuentro del ser humano porque este no nos dará respuestas a tantas dificultades e interrogantes. “Vengan a mí los que están afligidos y agobiados”, -nos dice- . Y así, rezamos en la oración por la Patria que “nos sentimos agobiados” y por eso recurrimos a Dios por la súplica.
Agobiados por la corrupción que va creciendo, la impunidad y el triunfo de los que hacen el mal, por tantas injusticias y delirios de grandeza de quienes manejan a sus hermanos a su antojo. Agobiados por tantos males hemos de escuchar las palabras del Señor “Vengan a mí, yo los aliviaré” poniendo nuestra confianza en quien señala siempre nuestra insuficiencia.
Comprobamos cada día que es suficiente una enfermedad o un golpe recibido de la vida, para que el hombre se pregunte ¿dónde está tu grandeza?, ¿dónde tu poder? Nadie tiene la salud o la vida comprada, dependemos en última instancia de nuestro Creador.
“Carguen sobre ustedes mi yugo” –nos dice Jesús. El yugo del Señor suele ser más liviano y suave que el que nos impone la sociedad o la cultura en la que estamos insertos. El yugo del Señor es el del amor a Él y a nuestros hermanos, mirados también como hijos de Dios, que convoca a entrar de lleno en la vida nueva que se nos ofrece y el evangelio señala.
“Aprendan de mi porque soy paciente y humilde de corazón”. De allí esa intimidad con el Padre “Te alabo Padre”. También nosotros hemos de decir “Te alabo Padre” y mostrar así la sencillez de nuestro corazón.
Sin embargo, es el mismo Cristo paciente y humilde el que actúa cuando ve que el templo de Dios que es cada uno de nosotros como creatura y mucho más por la gracia del bautismo, es profanado. Así lo hizo cuando sacó a latigazo limpio a los mercaderes del templo porque habían transformado el templo de Dios en un mercado. Más celoso se muestra el Señor cuando es profanado de diversas maneras en su dignidad el templo que es cada uno de nosotros, templo del Padre y del Hijo cuando estamos unidos a ellos.
Toda profanación de la dignidad humana, todo olvido y desprecio del hombre por quienes buscan usarlo o “cultivarlo” con ideas esclavizantes, atenta contra el mismo Creador, Redentor y Santificador de todos.
Viviendo o no en unión con Jesús y el Padre, se hace realidad lo enseñado por el apóstol Pablo (Rom.8, 9.11-13) cuando afirma “el que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo” y “si el espíritu que resucitó a Jesús habita en ustedes …..les dará vida”.
Pidamos al Señor el poder vivir en el espíritu humilde y servicial de los que nos da constantes muestras, para ser dignos de dirigirnos al Padre diciéndole “te alabo Padre”…..porque te has dignado manifestarte a quienes buscamos ser como tu Hijo hecho hombre.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en domingo XIV durante el año, ciclo A.- 03 de julio de 2011. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com







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