20 de julio de 2011

“Por la acción del Espíritu convirtamos la cizaña en trigo del Señor”


1.-Jesús sigue enseñando en parábolas acerca de la presencia del Reino, es decir, de la suya propia y la nueva vida que transmite para enaltecer y elevar al hombre. En el texto de hoy (Mt. 13, 24-43) nos habla a través de tres parábolas.

Dos de ellas, la semilla de mostaza y la levadura en la masa, hacen referencia a cómo el reino comienza en la pequeñez de su manifestación, hasta que se hace totalmente visible en la vida humana.
El crecimiento del grano de mostaza supone la aceptación de la tierra que recibe la semilla, la fecunda, y se desarrolla formando un arbusto frondoso. De la misma manera la levadura requiere la docilidad de la harina que así se ve aumentada en sus dimensiones.
El grano de mostaza que con el tiempo se convierte en un arbusto frondoso y da cobijo a los pájaros del cielo, indica la universalidad de la Iglesia que alberga a todos los hombres que desean su refugio santificador.
Esto nos hace ver, como en la parábola de la semilla sembrada en el campo fértil, la necesidad de la respuesta dócil del ámbito o corazón humano en que comienza, se desarrolla y crece el Reino.

2.-La parábola del trigo y la cizaña transita por otro carril y aborda un tema muy delicado para nuestra sensibilidad como es la presencia del mal, de los malos y del maligno en la vida del hombre, de la cultura y de la sociedad. En efecto, en la cultura de nuestro tiempo, no pocas personas se obstinan en negar la existencia del demonio, o atribuyen la presencia del mal a una deficiencia del mismo plan de Dios, o sostienen que la presencia de los malos es la de quienes sólo piensan distinto a nosotros los “buenos”.
De allí el oportuno anuncio que Jesús realiza de la existencia del maligno y sus obras, ya que permite crecer en la fe de su poder para combatirlos.
En el campo que es el corazón de cada uno de nosotros, o la Iglesia, o el mundo mismo, Cristo siembra la buena semilla, el trigo que alimenta la vida. El maligno, por la noche, cuando todos duermen, siembra la semilla del mal, la cizaña. Dormir en la noche significa que muchas veces nosotros descuidamos nuestra vida espiritual y coqueteando con las tinieblas, caminamos por terreno fronterizo, permitimos el ingreso del mal en nosotros, en el mundo, en la sociedad, en la familia, en el país, en las estructuras humanas. Conocer esto nos permite estar vigilantes por lo que nos pasa y sucede alrededor nuestro.

3.-¿Y qué hacer con la presencia del maligno y de los malos entre nosotros? Los peones de la parábola son tajantes: “¿quieres que arranquemos la cizaña?” “No” –dice el dueño del campo que es el mismo Cristo- “no sea que arranquen también el trigo”, advirtiendo de este modo que en el orden de la vida cristiana es posible que la cizaña se convierta en trigo.
Mientras que en el mundo de la agricultura el trigo será siempre trigo, y la cizaña será siempre cizaña, en el campo del espíritu es posible por la acción de la gracia la conversión del mal al bien, o la perversión del bien al mal cuando la cizaña sembrada en nosotros desplaza al trigo del Señor.
Por eso Dios no quiere erradicar de inmediato a los malos, da tiempo a la conversión mientras vivimos en este mundo o hasta el fin del mismo.
A nosotros nos cuesta entender esto, ya que como los peones de la parábola quisiéramos cambiar todo de una vez y por eso decimos ¿hasta cuándo soportaremos tanto mal y a tantos malos? O también, ¿por qué sufre o muere tanta gente buena mientras los malos prosperan? O decimos ¿para qué ir a la Iglesia, si allí se refugia no poca gente que vive haciendo el mal? Esto no debiera extrañarnos, ya que el trigo y la cizaña crecen juntos nos dice la parábola, y esto forma parte del misterio de la misericordia de Dios que convive con la existencia del mal y sus obras. El mismo San Agustín afirmaba que muchos son los lobos que están en la Iglesia y muchas las ovejas que están fuera aunque pertenezcan en espíritu.
Con todo, el Señor anuncia que espera hasta el fin de los tiempos “no sea que arranquemos también el trigo”. Es decir que la misma palabra de Dios nos asegura que mientras el mundo sea mundo, tendrá la presencia de la cizaña, de los malos, del mal y del maligno, para probarnos en nuestra fidelidad a Dios y acrecentar nuestra paciencia y perseverancia, pero fijando un límite para que los operarios del mal se conviertan al bien.
En relación con la cosecha o fin del mundo, el texto recuerda que los ángeles separarán del Reino de Cristo todos los escándalos y a los que hicieron el mal. Es decir, que no todo hacedor del mal es ajeno al Reino ya que habrá bautizados que pervirtiendo su corazón realizan el mal.

4.-Esta paciencia de Dios está afirmada también en el libro de la Sabiduría (12,13.16-19) y es signo de su omnipotencia el ejercer misericordia pero revelando el límite para que cese el flagelo y sufrimiento de los buenos. Nosotros, hemos de imitar al Dios de la paciencia y soportar los males, “ya que al obrar así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano”. Sin embargo, estamos también llamados a actuar sembrando la buena semilla, neutralizando las embestidas del maligno y sus seguidores.
Ahora bien, la presencia del mal y del maligno no sólo se hace sentir en la cultura y en la sociedad, sino también en nosotros. De hecho la cizaña se percibe en nuestra inclinación al mal. Tantas cosas que sabemos nos pervierten, nos alejan del Señor y, sin embargo, le damos cabida en nuestro interior no permitiendo crecer el trigo comprobando la realidad de aquella afirmación de san Pablo “hago el mal que no quiero y dejo de hacer el bien que quiero, hay en mi interior”, decía, “una lucha de la que no me puedo librar con mis solas fuerzas” (cfr. Rom.7, 14-25).
En la vida de la Iglesia asistimos también a la presencia de la cizaña sembrada por el maligno, a las divisiones de las comunidades como acontecía en la comunidad de Corinto, la rivalidad y la búsqueda del poder, la presencia de las “internas” como si fuera un partido político, o el divorcio constante entre la fe y vida de los bautizados.

5.-La presencia de la cizaña en la sociedad reclama también nuestro obrar.
Les decía días atrás, por ejemplo, cómo el ministerio de educación de la Nación, con el aval del gobierno provincial, en nuestro caso, distribuyó aquella publicación llamada educación sexual integral, en la que se pretende sembrar en el corazón de los niños, de los jóvenes y de las familias una ideología de corte marxista que busca pervertir con la promoción de lo que envilece a la persona. Como cristianos hemos de asumir actitudes claras para separar la cizaña que se nos quiere imponer.
En este año de elecciones tenemos que tomar conciencia de las propuestas que nos hacen los candidatos y observar si hay trigo o cizaña en el pasado o en el presente. Recordar cómo se han manifestado ante los grandes temas que refieren a la dignidad de la persona, o cómo se han manejado con los dineros de los contribuyentes. Si se promueve crear fuentes de trabajo que dignifiquen a la persona haciéndola libre de toda coacción clientelista o sólo se prometen subsidios en forma habitual y no para paliar situaciones graves. Y así en todos los casos distinguir entre el trigo y la cizaña apoyando todo lo que haya de noble y dignificante del ser humano.
Es cierto que en el campo de la política, de la economía, en la vida religiosa o cultural pueden cambiar los actores que eran cizaña en trigo, pero esto ha de ponerse de manifiesto en actitudes que confirmen esa transformación.
Pidamos al Señor en este día su gracia, para que con actitudes nuevas mostremos la renovación de nuestro espíritu y el fructificar del trigo sembrado en todas partes.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVI durante el año, ciclo A.- 17 de julio de 2011. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


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