Celebramos hoy el nacimiento de san Juan Bautista, el precursor de Jesús y patrono de esta parroquia. Tener un santo patrono no es solamente contar con el patrocinio de alguien que sirvió al Señor y que por lo tanto, reconocida su santidad, es intercesor nuestro, sino también considerar un modelo de vida que nos presenta la Iglesia para que lo imitemos.
Imitando a los santos nos acercamos a la contemplación del modelo por excelencia que es el mismo Cristo. Cantábamos recién la antífona del salmo responsorial diciendo “te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable” (Sal. 138). Seguramente estas palabras fueron repetidas también en su interior, por el mismo Juan el Bautista. El considerar su vida nos permite reflexionar sobre la vocación humana en el sentido que cada uno está presente desde toda la eternidad en el pensamiento del Creador. Es su Providencia la que nos llama a la existencia con una misión particular para la gloria de Dios y el bien de los hermanos. De allí que hemos de preguntarnos siempre qué quiere Dios de cada uno de nosotros para poder responder, como lo hizo Juan, con fidelidad a lo que el Señor quiere. La liturgia que celebramos nos muestra lo que la Iglesia vive cada día. Hoy celebra a Juan, el único santo del que se recuerda su nacimiento para este mundo, y el nacimiento para el cielo, el dies Natalis de su martirio, cada 29 de agosto. ¿Por qué es tan importante la figura de Juan? Es el nexo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, cuya misión será la de preparar la venida de Jesús al corazón de los hombres. El texto de Isaías (49,1-6) que hemos proclamado, si bien, se refiere a la persona del Mesías, la liturgia del día lo aplica también a Juan el precursor, de manera que en él se cumple aquello de que “el Señor me llamó desde el vientre materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada afilada”. Así fue Juan, no tuvo miedo jamás de proclamar la verdad, como cuando le dijo a Herodes “no te es lícito vivir con la mujer de tu hermano”, y eso le costó el perder la cabeza. “Tú eres mi servidor Israel, por ti yo me glorificaré”, referencia al Mesías y a Juan que va anunciando la necesidad de prepararse para el Señor que viene no sólo a la humanidad toda sino también a cada persona humana. El que me colmó me ha hablado “para que yo sea su servidor” caracteriza el semblante no sólo del Mesías, sino también el de Juan, con presencias distintas en este mundo. Y así, mientras Juan administra un bautismo de penitencia, de conversión, Jesús instituye el sacramento que hace justo al hombre desde su mismo ser. Isaías recuerda del Mesías que es “demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob….Yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”. Igualmente, Juan predica no sólo al pueblo de Israel, sino también a todos, la necesidad de la conversión para que cada uno se abra a la gracia santificadora que viene de lo alto. Juan contó siempre con la gracia de Dios para realizar su misión, pero Dios también contó con su respuesta generosa y libre, de modo que día a día se afianzaba en la vocación de preparar el corazón de cada uno para dar cabida al Señor Salvador. La preparación de su nacimiento y la concreción del mismo están rodeadas de hechos singulares, indicativos estos de su futura misión querida por quien lo eligió desde el seno de su madre. Su madre era estéril, sus padres ancianos ya, y sin embargo, la misericordia y el beneplácito de Dios se manifiestan en la realización de aquello que es imposible al ser humano. Zacarías queda sin habla a causa de su duda, su hijo se transforma por la gracia en la voz anunciadora de la Palabra hecha carne en el seno de María. Decía al principio que celebrar al santo patrono es también reconocer que ha sido puesto por la Iglesia como modelo a imitar. Su estilo modélico ya se manifiesta al nacer cuando todos aseguran su grandeza al afirmar “¿Qué llegará a ser este niño?”, quedando de manifiesto la infusión de la gracia divina desde el principio cuando se recuerda que “el niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu”, marcado por la sencillez y austeridad de su vida ya que “vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel” (Lc. 1, 57-66.80). Pues bien, Juan Bautista se destaca, entre otras virtudes, por su fidelidad, afianzada por una vida de consagración sin retaceos a la voluntad divina. Por ello, al igual que Juan, hemos de descubrir el llamado que Dios nos dirige desde nuestra concepción, en el seno de nuestra madre. Una vez descubierta nuestra misión, disponernos con la ayuda de la gracia salvadora divina a responder siempre con fidelidad a la vocación. El mundo de hoy necesita de muchos bautizados entregados a la vocación recibida ya sea para el matrimonio, el sacerdocio, a la vida consagrada, al episcopado, para la edificación de la Iglesia como enseña san Pablo. Juan, pues, impresiona por su austeridad, fidelidad y permanencia en sus convicciones, aunque esto le valga perder la vida por causa de la verdad. Juan vivió su vocación con la alegría recia propia de quienes están convencidos de lo que constituirá el sentido de su existencia, manifestándola ya al conmoverse en las entrañas de su madre ante la presencia del Salvador. Su fidelidad a la misión de precursor le valió tener sus propios discípulos, que preparó para entregárselos luego a Jesús, formando parte luego del futuro colegio apostólico. Es necesario que Él crezca y yo disminuya, dirá Juan en una oportunidad, manifestando así que conocía a fondo cuál era su misión, y reconociendo que no era digno de desatar las sandalias del Maestro, descubre su profunda humildad (Cf. Hechos 13, 22-26) El desaparecer siempre para dar lugar a Jesús en el corazón de los hombres, fue la actitud de Juan y ha de ser el papel principal de cualquiera de nosotros que busca agradar a Jesús en su misión en este mundo. Hermanos: al celebrar con gozo esta fiesta, sigamos descubriendo en la Sagrada Escritura la personalidad de Juan Bautista nuestro patrono, e impulsados por la generosidad que lo caracterizaba, pongámonos en camino en el mundo de hoy para señalar como él la presencia de Jesús entre los hombres, y así facilitar a todos el encuentro personal con el Mesías de Dios.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de la “Natividad de San Juan Bautista”. 24 de junio de 2012. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
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