El domingo pasado reflexionamos sobre la misión del profeta Amós que llama a la conversión a los israelitas del Reino del Norte y, cómo a causa de la falta de respuesta, ya que continúan con sus infidelidades a la Alianza, les presagia la caída bajo los asirios, la deportación y dispersión final.
En este domingo nos encontramos con la figura del profeta Jeremías (23, 1-6) que es enviado al Reino del Sur o Judá, doscientos años después de la caída del otro reino. Les anuncia también la caída de Jerusalén a manos de Babilonia, cuya causa es el estado calamitoso del reino como resultado de una sucesión de reyes, pésimos gobernantes-pastores, que no condujeron al pueblo que se les confiara por el camino de la fidelidad a su Dios. La figura del rey-pastor reviste el carácter de centro de unidad, es quien administra justicia, y si no vive la misión que se le ha encomendado le cabe, como en este reino, la imprecación de “¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mis pastizales!” El enojo de Dios es visible ya que “Han dispersado a mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas”, decidiendo ocuparse Él mismo, suscitando nuevos pastores, para llevarlas donde puedan crecer y ser felices. Jeremías seguirá diciendo que Dios reunirá al “resto” de las ovejas, es decir, aquellas que se han manifestado fieles y cuyo amor le consta. En nuestros días, también en la Iglesia Católica, en medio de tanta dispersión y abandono de la fidelidad al Señor, existe un “resto” que se mantiene fiel a Jesucristo, aún en medio de las dificultades. Precisamente para este “resto” el Dios de la Alianza suscita pastores que sepan guiar al rebaño por el camino de la santidad. En el texto meditado hay un signo de esperanza que mira al futuro mesiánico, ya que de David nacerá un germen justo, el Mesías prometido y esperado, Jesús, caracterizado por el profeta al decir “el Señor es nuestra Justicia” porque nos hace justos por su muerte y resurrección, rescatándonos del pecado, haciéndonos justos. No es de admirar por lo tanto que en el evangelio (Mc. 6, 30-34) sea Jesús quien se compadece de esta muchedumbre que lo busca porque “eran como gente sin pastor”. Los discípulos están de vuelta de la misión que se les encomendó, regresan cansados pero felices, y el Señor los invita a reposar un poco, a tomarse un tiempo de intimidad con Él, para contar experiencias y recibir sus enseñanzas. Se trata de una experiencia de -llamaríamos hoy- de oración, que colma de paz a los que se encuentran con el Señor. Enseña el texto que aunque la gente con sus problemas acude al Señor y a los discípulos, -“era tanta la gente que iba y venía que no tenían tiempo ni siquiera para comer”-, es necesario apartarse un tiempo para entrar en la vida del espíritu, y allí con un corazón sosegado contemplar al Salvador que siempre busca la presencia del hombre. Por lo tanto, suben a la barca para apartarse de la multitud, pero ésta se dirige en busca de Jesús de manera presurosa, el cual “Vio una gran multitud y se compadeció de ella porque eran como ovejas sin pastor”. Ovejas sin pastor lo buscaban, ya que en el orden político-social no tenían un guía que los encaminara, y en lo religioso, los sacerdotes y jerarcas del pueblo de Israel estaban lejos de las verdaderas necesidades de la multitud, hecho que permanece y continúa a lo largo del tiempo en la desatención de las clases dirigentes. En el hoy de nuestra Patria, los ciudadanos deambulan muchas veces sin encontrar respuestas a los grandes problemas que los aquejan. Se hace sentir, pues, la carencia de “pastores” o dirigentes en el campo político, social, económico y religioso que se compadezcan con esa multitud desorientada que no encuentra meta ni senda en su vida. La matanza permanente de argentinos ante el altar de la violencia no encuentra respuesta en quienes han de velar por la paz social, demasiado ocupados en sus proyectos. El quebranto de las leyes desguarnece cada vez más a los ciudadanos, ante la despreocupación de los magistrados que se han olvidado de “dar a cada uno lo suyo”. La pobreza, la desocupación, el hambre, la pena de muerte del que se está gestando, la dependencia de las migajas de los poderosos, van amargando la vida de muchos que desmoralizados ya no esperan más. En el ámbito religioso también se experimenta la falta de conducción pastoral cuando no pocas veces el “pastor” busca más la fidelidad a su parecer y criterio que al de Cristo y su Iglesia, provocando desazón en el creyente que no encuentra la misma celebración de la liturgia o la misma enseñanza en todos los lugares a los que acude. Jesús tuvo “compasión”, es decir padeció en sí mismo las angustias de los hombres, respondiendo a las necesidades más profundas de todos sin ser mero espectador. De allí que nos pida a todos los que de alguna manera somos guías de otros, que desde el lugar y función que desempeñamos hagamos nuestras las preocupaciones y necesidades de la gente, llevando el consuelo que se nos reclama en los distintos ámbitos de la vida humana. Y no es necesario salir a buscar estos corazones desorientados, ya que se presentan a diario distintas posibilidades para acudir y consolar. En la familia pueden ser los hijos que sin rumbo esperan de sus padres que los orienten por el buen camino transmitiendo la fe o poniendo límites al desorden en que viven, para que puedan madurar en la verdad y honestidad. En lo educativo se visualiza la presencia de ovejas sin pastor cuando no se busca el crecimiento de las personas que se nos han confiado o cuando sólo transmitimos lo que ha pergeñado la ideología de turno, tantas veces alejada de la verdad y, que muestra un mundo que no intenta descubrir la voluntad de Dios sobre cada uno. En el orden religioso hay muchas ovejas sin pastor por falta de guías que sepan escuchar y aconsejar según el corazón de Cristo, o porque se les quiere llevar por el camino que hemos trazado y no por lo que la Iglesia quiere, o porque algún escandalete personal hace temblar la fe del creyente. Son cada vez más numerosas las respuestas que se esperan en los distintos campos de la vida. En el orden político, por ejemplo, se sigue en el plano ideológico buscando no el escuchar sensatamente al común de los ciudadanos para saber qué es lo que piensa y quiere, sino que se intenta imponer costumbres y modos de vivir deshumanizante. Es más, mientras los dirigentes políticos se preocupan por la identidad de género o por reconocer las llamadas “distintas formas de familia”, o en reformar la estructura legal según la mentalidad marxista, no combaten la delincuencia, el mundo de la droga, la desnutrición o la falta de trabajo. En lo relacionado con la vida humana se ha llegado a confundir a tanta gente a través de la sociedad del placer, que pareciera que el aborto no fuera lo grave que en realidad es por ser la aniquilación de un inocente. La Palabra de Dios, pues, nos interpela e invita a sentir pena por tantas ovejas sin pastor llevándoles alguna respuesta, ya que para ello nos ha colocado el Señor en las funciones que desempeñamos. Por nuestra acción debemos presentar a Jesús, aquél que es nuestra justicia, y que como dice san Pablo (Ef. 2, 13-18) es quien nos trae la paz uniendo a todos los hombres de buena voluntad sin que haya muro de separación alguno. Hermanos: cuando descansemos un poco junto al Señor en la oración, pidámosle que nos ilumine y fortalezca para continuar en el mundo la obra de consolar a tantos que deambulan “como ovejas sin pastor”.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVI del tiempo ordinario, ciclo “B”. 22 de julio de 2012. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
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