20 de abril de 2013

“Sintiéndonos amados por el Señor, sobrellevemos los padecimientos que el mundo ocasiona a los elegidos”.

Los apóstoles se fortifican en su espíritu a medida que se encuentran más y más con Jesús. Esto nos ha de ayudar a entender que para vivir a fondo este “Sígueme” que indica el Señor, es necesario primero encontrarnos con Él, en el clima de intimidad que manifiesta el texto del evangelio que hemos proclamado (Juan 21, 1-19).
Estos hombres, todavía confundidos por el hecho de la resurrección del Señor, posiblemente con sentimientos encontrados porque ya no está Él con ellos, siguen en sus tareas habituales.
Es allí, en la habitualidad de sus acciones, igual que a nosotros, Jesús se les aparece. Después de una noche infructuosa para la pesca, les dice “tiren las redes a la derecha de la barca”, recogiendo en abundancia el fruto del mar. En la orilla se encuentran con Jesús, -podemos imaginar el cuadro intimista que se desarrolla ante quienes han salido a pescar- ya al amanecer.
Jesús prepara comida para compartir, signo de comunión y encuentro, entre los discípulos y su maestro. Su sola presencia sirve para confirmarlos en la fe, “Es el Señor” dirá Juan con vehemencia, movido por el amor, que siempre descubre la presencia de Jesús en los momentos más impensados.
Pedro, el primero entre los apóstoles, el elegido para “confirmar a sus hermanos”, se arroja al agua para encontrase con su maestro.
Jesús le pregunta a Pedro, y con él nos pregunta a cada uno de nosotros, - a Pedro para recordarle las tres veces que lo negó- , a nosotros para recordar cuantas veces lo hemos negado, “¿Me amas más que éstos?”.
El nombre de Pedro, pues, puede ser reemplazado por el de cada uno de nosotros, y tocar esta pregunta lo más profundo del corazón humano.
La pregunta hecha a Pedro y a nosotros, apunta al compromiso y a la generosidad del corazón humano, comprendido esto con simple respuesta del apóstol y que ha de ser la nuestra, “Señor, tú sabes que te quiero”.
Vuelve Jesús a encomendar al ministerio de Pedro su misma Iglesia, diciéndole “apacienta mis ovejas y confirma a tus hermanos”.
Este apacentar proviene, no de la fuerza de Pedro, -¡pobre creatura!- , sino de la fuerza que tiene su origen en el mismo Jesús, que dice “Sígueme”.A la luz de estos encuentros con Jesús, se explica el obrar de los apóstoles en la Iglesia primitiva, capaces de dar la cara por el Señor, convencidos de su resurrección, que poseen la vida en abundancia, y que pueden afirmar con firmeza y generosidad “primero hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,27-32.40b-41).
Esto les atrae los azotes, desprecios y prohibiciones, junto a una actitud nueva de ellos, ya que “salieron dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús”.
Si nosotros también nos sentimos dichosos por ser considerados dignos de padecer por Jesús, estamos también en el camino de la santidad. Camino de santidad al que estamos llamados todos a transitar desde el sacramento del bautismo, que nos consagró como hijos de Dios.
En nuestros días, en medio del dolor, son muchos los cristianos que se sienten dichosos de padecer por el Señor. También hoy los cristianos somos perseguidos. No sólo en el mundo musulmán, donde se perciben las persecuciones más crueles, queriendo borrar todo vestigio cristiano. Impulsados por el odio no sólo matan personas, sino que destruyen sus obras de caridad para con el prójimo. Pero también en los países de matriz cristiana y católica, se percibe la impronta de lo que hoy se llama la ideología de la cristofobia.
En efecto, el nombre de Cristo produce repulsa aún en aquellos países que en otro tiempo eran bastiones de la cristiandad, se decapitan imágenes, se destruyen lugares sacros, impidiendo hasta el llevar el signo de la cruz, perdiendo el trabajo por ello o prohibiendo hasta en las justas deportivas se pueda hacer mención de signos religiosos.
Como todo se considera “neutro”, se piensa que no ha de hacerse memoria alguna de religiosidad, intentándose destruir todo presencia del Señor.
También en nuestro país, cada tanto, se arremete contra lo cristiano, con el pretexto de no ofender a otras creencias, aunque a “esas otras creencias” nadie se les atreve.
¿Por qué este odio, esta discriminación con la fe cristiana? Porque es un ataque frontal con la verdad. Si se pensara que la fe en Cristo no es la verdad, no se perseguiría lo cristiano. Al cristianismo no se le perdona que enaltezca al hombre y que le enseñe a vivir en libertad, huyendo de toda esclavitud, ya política, económica o social.
El espíritu del mal no es tonto, no persigue a la mentira, al error, a aquello que denigra y esclaviza al hombre bajo su poder, sino a la verdad.
De allí que nosotros hemos de fundarnos cada vez más en Cristo crucificado para seguir adelante en nuestra misión de llevar a todo el mundo el mensaje salvador de Cristo muerto y resucitado.
De allí la necesidad de no tener miedo, recordar siempre que los apóstoles salieron del Sanedrín dichosos porque “habían sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús”
Cuando nos persigan por el nombre de Jesús, sentirnos dichosos ya que Dios nos asegura, cuando Él lo disponga, el triunfo total sobre el maligno y sus seguidores, tal como lo manifiesta san Juan en el libro de Apocalipsis (5,11-14) cuando en la visión que se le concede contempla la eterna alabanza de Dios de parte de los elegidos que gozan de la vida eterna, y de los elegidos que todavía vivimos en este mundo.
Confiados en esperanza del cumplimiento de esta eterna alabanza, sigamos misionando en este mundo, testimoniado la salvación traída por Cristo, arrojando las redes a la derecha de la barca de Pedro, confiando siempre en el poder del Señor, y no en nuestras fuerzas, para que la red de la misma Iglesia está siempre rebosante por los que responden al llamado de Dios y que quieren formar parte del número de los elegidos.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el III° Domingo de Pascua. Ciclo “C”. 14 de abril de 2013. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com











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