24 de octubre de 2014

“Reconociendo la dignidad del hombre como “imagen y semejanza de Dios”, démosle a Él lo que es suyo”.

Yo me convenzo cada vez más que resulta peligroso formularle preguntas a Jesús,  sobre todo si se pretende tenderle una trampa como los enviados de los fariseos y los herodianos.
A éstos, les interesaba saber cómo respondería a la pregunta sobre la licitud de pagar o no el impuesto a Roma, signo concreto del dominio del imperio sobre los judíos.  Su respuesta afirmativa sería tomada como contraria a los intereses judíos, aunque con alegría por parte de los herodianos colaboradores del régimen; si negativa, se lo tildaría de contrariar al emperador, aunque contaría con el beneplácito de los fariseos.
Cristo responde de un modo diferente a lo que se le pregunta, descolocando a sus interlocutores, como acontece si en una entrevista periodística respondemos no como se espera de nosotros, sino según se nos ocurra. 
Cristo responde según el halago que le hacen (Mt. 22, 15-21) “sabemos que eres sincero y que enseñas con fidelidad el camino de Dios”, y tomando una moneda que tiene la figura del emperador, señala “den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, respuesta con la que va más allá de la cuestión trivial que se le plantea, ya que de hecho corresponde pagar al emperador cuando del mismo se reciben los beneficios.
Con su respuesta nos enseña que la persona humana, como imagen y semejanza de Dios que es, debe culto y reconocimiento absoluto a Dios, y que el “culto” o respeto a la autoridad política, siempre debe estar subordinado a Dios, ya que no hemos de buscar agradar a los hombres sino a Dios, como enseña san Pablo (cf. Gál. 1, 10).
El profeta Isaías (45, 1. 4-6) nos dice en la primera lectura que Dios elige a Ciro el persa para someter a Babilonia, y permitir a los judíos regresar del destierro para la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén y su templo santo. Alabando la figura de Ciro, queda patente, que aún sin saberlo, es elegido para ser instrumento de salvación del pueblo elegido repitiendo dos veces el Dios providente, “Yo soy el Señor y no hay otro”, en reconocimiento de su soberanía absoluta sobre todo lo creado.
A partir de este aserto, caemos en la cuenta que la autoridad política misma, es interpelada  para  dar  “a Dios lo que es de Dios”, o sea, no solamente ponerse al servicio de los pueblos buscando el bien común, sino defendiendo lo que es propio de Dios, lo que está sujeto a su sabiduría.
En este sentido, a lo largo de la historia humana, los gobernantes que no rompieron su vínculo con la divinidad y respetaban sus derechos, han servido eficazmente a los pueblos a los que servían con honestidad, llevando el bienestar y felicidad temporal a todos, reconociendo en definitiva que en cada “figura” humana estaba la semejanza divina.
En nuestros días, la autoridad política, como en nuestro país, inventando la figura de un “matrimonio” que no lo es, negando la complementariedad de los sexos, imponiendo el reconocimiento de “la llamada sexualidad autopercibida”, legislando sobre la procreación de probeta, o apoyando el aborto y la eutanasia, no solamente se niega a Dios lo que es de su providente autoría, sino que se pretende destruir la imagen y semejanza de Dios que es cada persona humana, sumiéndonos en la mentira.
De allí que no de extrañar, que cuando se desconoce lo que sólo pertenece a Dios, tampoco se sirve al ciudadano, sino que se lo usa, a través de sus aportes dinerarios, para acrecentar riquezas y poder.
Al emperador se le llamaba “el divino”, y hoy a más de uno le placería ser llamado “el divino” o “la divina”, atribuyéndoles de ese modo el máximo poder sobre vida y obra de los ciudadanos.
De allí se explica que como en nuestra provincia, se pretenda cada tanto sacar los crucifijos de los lugares públicos, so pretexto de la llamada “pluralidad de religiones”, y esto acontece porque la autoridad política “se la cree”, piensan que son dueños y señores de la fe que profesan los ciudadanos, que todo comienza con su presencia en el poder, desconociendo  que antes de su advenimiento subsiste la matriz católica que nos vio nacer, mal que les pese. 
En el fondo, la cruz que les desagrada, según este pensamiento único y totalitario, debería ser reemplazada por nuevas ideologías que tienen origen en la hoz y el martillo del comunismo, en la medialuna musulmana,  en la escuadra y el compás de la masonería, o en los signos de la nueva era.
La autoridad política, no pocas veces, pretende que cada uno “dé culto de adoración”, no al Dios verdadero, sino a los dioses modernos creados por una inteligencia humana desviada de su verdadero Señor.
La cruz de Cristo resulta molesta porque señala la injusticia padecida por los inocentes a lo largo de la historia y de las culturas, e interpela a quienes debiendo  dar a cada uno lo suyo, no están dispuestos a realizarlo.
El  texto del evangelio va más allá de la obligación impositiva, que por otra parte no pocas veces carece de fuerza moral obligante cuando es injusta, o se utiliza para fines que no miran a la grandeza de un pueblo, sino que señala el campo propio de la soberanía de Dios y de la potestad política.
Se nos invita con estos textos, a precisar por un lado, nuestra condición de ciudadanos del cielo, dando a Dios lo que es de Él, y por el otro, a saber ubicarnos en lo que nos corresponde como ciudadanos de la tierra, reconociendo lo que es del César, pero reclamándole a éste buscar en el servicio de todos, el dar a Dios lo que es suyo. 
Y si acaso el César pretende menoscabar la soberanía de Dios, -que es universal y no está constreñida a límite alguno-, imponiendo sus caprichos, deberíamos acotarlo en su poder, mostrándole la frontera que no debe traspasar, ya que su jurisdicción es siempre limitada y ciertamente inferior a la del Creador.
Hermanos, concluyamos pidiendo humildemente esta gracia al Señor de la historia, para que esclarecida nuestra inteligencia, sepamos obrar siempre según la verdad.



Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXIX del tiempo Ordinario. Ciclo “A”. 19 de octubre de 2014. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com









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