24 de abril de 2015

“Como testigos de la resurrección del Señor, recordemos y proclamemos lo que hemos visto”


La noche del domingo de la resurrección del Señor (Lc. 24, 35-48), los discípulos que se habían encontrado con Jesús en Emaús, regresan a Jerusalén contando a los apóstoles su experiencia con el resucitado y, que a pesar de arder sus corazones al oírlo explicar las Escrituras, lo reconocieron finalmente al partir el pan.

Sin embargo, los discípulos encerrados en el Cenáculo por temor a los judíos, siguen dudando, a pesar de haber recibir el testimonio de las mujeres que fueron al sepulcro, de María Magdalena que lo contempló vivo, y de la experiencia de Pedro y Juan ante la tumba vacía. Era necesario, por lo tanto, que las inteligencias de ellos se abrieran para contemplar la verdad. De allí que el mismo texto del evangelio afirma que Jesús les abrió la inteligencia para que pudieran comprender.
Y esto es así, porque no es fácil al ser humano comprender aquello que pertenece al campo del misterio, lo que es objeto de fe.
Generalmente exigimos pruebas de la existencia de las cosas, necesitamos tocar, ver, oír, gustar y oler, es decir, pasar por la experiencia de los sentidos para conocer, como si solamente este modo de captar la realidad tuviera sentido en nuestro cotidiano vivir y no necesitáramos de la captación perfecta que nos permite la fe sobrenatural, que recibimos como don divino
Como Jesús conoce este modo de ser de los hombres, se aparece en varias oportunidades a sus discípulos para que tengan experiencia de su  resurrección.
Sin embargo, siguen dudando aunque les diga que toquen su cuerpo, llegando incluso hasta a pedir de comer para que adviertan que es Él mismo.
¿A que responde esta insistencia de Jesús a que lo reconozcan como vuelto a la vida en un cuerpo glorificado? Es que los apóstoles serán enviados al mundo entonces conocido para anunciarlo en todas partes y, bautizar a aquellos que crean en su resurrección, de modo que si dudaban serían incapaces de llegar al corazón de los que recibieran su palabra.
Si Cristo no hubiera resucitado, su enseñanza sería desestimada, como había sucedido con otros líderes que arrastraron a muchos tras de sí y sus doctrinas, y que al morir dejaron sólo confusión, dispersándose sus seguidores.
De allí que busque reafirmarlos en la fe, les explique que se cumplió lo que les había anunciado, se arma de paciencia para iluminar sus inteligencias y fortalecer sus voluntades en orden a la misión que  les encomendaría.
Esto mismo hace Jesús con nosotros llevándonos por el camino de la fe viva, que no sólo lo acepte a Él personalmente,  sino que convirtiéndonos de corazón podamos llevar al mundo toda la verdad de su presencia entre nosotros como enviado del Padre.  
Precisamente advertimos la falta de compromiso del católico en general para con el evangelio, porque la verdad de la presencia del resucitado en nuestras vidas no va más allá de un pensamiento piadoso en lugar de ser una vivencia fundante de nuestro diario caminar por este mundo temporal.
A nosotros como a los apóstoles, recuerda Jesús que es necesario se predique en su nombre hasta los confines de la tierra y que se enseñe la conversión de los pecados diciéndoles  y diciéndonos “ustedes son testigos de todo esto”.
¿Qué significa ser testigo? El papa Francisco en el rezo del Regina Coeli en la plaza de san Pedro explicaba hoy las tres características propias del testigo: es el que ve, el que recuerda y el que proclama. 
El testigo ha tenido la experiencia de haber visto como los apóstoles a Cristo resucitado. Nosotros de alguna manera lo hemos visto con la mirada de la fe, no con los ojos de la carne, por ello, Jesús nos decía el domingo pasado que “felices aquellos que sin haber visto han creído”.
El segundo paso para los apóstoles es el recordar la alegría que los embarga en cada encuentro que tienen con el Señor, cada vez que lo contemplan; y para nosotros será  recordar la experiencia de haberlo visto con la mirada de la fe y todo lo que ello ha significado para nosotros. 
En tercer lugar los apóstoles anuncian lo que han visto y recuerdan, dejándonos el ejemplo de que hagamos también nosotros lo mismo.
Precisamente esto es lo que realiza el apóstol Pedro (Hechos. 3, 13-15.17-19) como lo escuchamos en la primera lectura. 
En efecto, Pedro y Juan habían curado a un tullido, alejado por ello de la sinagoga, provocando la admiración de la gente, a la que sigue la enseñanza de Pedro a los presentes sobre cómo fueron los últimos momentos de Jesús antes de su muerte, asegurando al mismo tiempo que “Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” y que es necesario hacer penitencia y convertirse “para que sus pecados sean perdonados” y poder llegar así a experimentar la vida de resucitados.
Y seguirá Pedro asegurando (Hechos. 4,8s) que la curación se realiza en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, de modo que como testigo del poder de Cristo, lo recuerda y lo proclama abiertamente, sanando en su Nombre.
Esto ciertamente nos interpela a cada uno de nosotros e invita a vivir de un modo nuevo, que prolongue  el conocimiento que tenemos del Señor, y así como lo destaca el apóstol san Juan (I Jn. 2,1-5) “la señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos”.
El amor a Cristo resucitado se manifiesta en la observancia de los mandamientos, amor al que se llega como plenitud del conocimiento verdadero del Salvador, observancia de los mandamientos que liberan de la esclavitud del pecado
Por ello en la primera oración de esta misa pedíamos que ya que nos alegramos por la nueva vida recibida, podamos con el gozo de los hijos, aguardar con firme esperanza el día de la resurrección final.
Hermanos: Pidamos este don de lo alto para transformar nuestra existencia de tal modo que sin temor llevemos al mundo nuestra fe en Jesús resucitado que transforma la vida humana.




Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el Domingo III° de Pascua. Ciclo “B”. 19 de abril de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com













No hay comentarios: