29 de abril de 2015

“Respondiendo con generosidad al Buen Pastor, seremos conducidos como rebaño suyo, a la gloria que ya nos alcanzó como resucitado”.


Nuevamente encontramos como el domingo pasado, al apóstol Pedro (Hechos 4, 8-12) dirigiéndose lleno del Espíritu Santo a los jefes del pueblo judío y ancianos, testimoniando que la curación del paralítico fue realizada por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, llevado a la cruz por ellos y resucitado por Dios de entre los muertos.
Devolviendo la salud al enfermo queda de manifiesto que el Señor está vivo, no solamente en esos días, sino hasta el fin de los tiempos.
Cristo resucitado sigue presente en medio de los creyentes, y así como entregó su vida a la muerte por la salvación de todos, sigue ofreciendo con su presencia entre nosotros, un sinnúmero de dones en medio de las dificultades de la vida, cercano a  nuestras miserias y necesidades para brindarnos el consuelo de su  obrar divino. 
Y no podía ser de otra manera, ya que quien estuvo cercano al hombre por su muerte, lo sigue estando en su vida glorificada por la resurrección, porque “Él es la piedra  que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular”.
Como piedra angular del edificio de la Iglesia recibe el reconocimiento de que “en ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos”.
Esta afirmación del libro de los Hechos de los apóstoles se une perfectamente con lo que el texto del evangelio expresa con la figura de Jesús como Buen Pastor (Jn. 10, 11-18), no cualquier pastor, sino Aquél porque quien sólo existe la salvación, ya que “da su vida por las ovejas”, y lo hace libremente, porque “nadie me la quita, sino que la doy por mi mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre”.
Si el mandato del Padre fue el que Cristo diera su vida en la Cruz y la recobrara en la resurrección, se  debe al gran amor que nos tiene.
Por eso en la segunda lectura de esta misa, Juan (I Jn. 3, 1-2) atestigua con énfasis “¡Miren cómo nos amó el Padre!”, afirmación que nos ofrece la oportunidad de meditar acerca del amor que se nos ofrece siempre con generosidad, sin medida, y a pesar de nuestras infidelidades.
El Padre, no solamente nos ha creado sino también redimido por su Hijo hecho hombre, rescatándonos del pecado en el que habíamos caído, haciendo posible exclamar, “¡Miren como nos amó el Hijo!”.
Más aún, san Juan expresa que el amor del Padre significó que se nos llamara y fuésemos de verdad hijos suyos, por cierto, en su Hijo Unigénito, ya que nos reconciliamos con el Padre mediante la muerte de su Hijo hecho hombre.
San Juan continúa develando que el mundo no nos reconoce, ese mundo que está sujeto al poder del espíritu del mal, que al ignorar al Creador, no tiene en cuenta tampoco a quienes hemos sido constituidos hijos adoptivos del Padre.
De allí se explica que en el devenir del mundo, el ser humano ha sido pisoteado en su dignidad e ignorado como hijo de Dios, agudizándose esta realidad en nuestros días en los que se ha eliminado al  mismo Dios, a quien el hombre actual piensa vanamente que ya no necesita.
Pero siguiendo con esta imagen del Buen Pastor, la liturgia,  en la primera oración del día, nos impulsa a pedir a Dios que nos conduzca a “los gozos celestiales, para que tu rebaño, a pesar de su debilidad, llegue a la gloria que le alcanzó la fortaleza de Jesucristo, su Pastor”.
Los gozos celestiales que nos esperan compartiendo con el resucitado una nueva existencia, es recordado también por el mismo san Juan, quien afirma que “desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él porque lo veremos tal cual es”.
En orden a alcanzar esta meta, la misión de Cristo en el transcurso del tiempo será siempre la del Buen Pastor, la de guiarnos al encuentro de lo que constituye la completa felicidad del hombre como creatura de Dios.
La figura del Pastor aparece ya en el Antiguo Testamento, y está relacionada no solamente a los líderes religiosos, sino también a los conductores políticos del pueblo judío, de manera que será un Buen Pastor aquél que entrega su vida por aquellos que se la ha confiado, ya en lo religioso como también en el manejo de la cosa pública para bien de todos. 
Cuando esto no se concreta por el pecado de los dirigentes, el mismo Dios transmite por medio de los profetas una serie de amenazas, y así “os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con conocimiento y con inteligencia (Jer. 3, 15), “Pondré sobre ellas pastores que las apacentarán, y nunca más tendrán temor, ni se aterrarán, ni faltará ninguna--declara el Señor” (Jer.23,4), “Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: ``Así dice el Señor Dios: `¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño?  (Ezequiel 34,2), “Entonces pondré sobre ellas un solo pastor que las apacentará, mi siervo David; él las apacentará y será su pastor” (Ez. 34, 23) (1).
Por cierto que estos anuncios anticipan al Pastor por excelencia que es Jesús, que se entregó por todos en la cruz, y que sigue haciéndolo en el transcurso del tiempo en medio de su Iglesia.
Jesús conoce a sus ovejas, a cada uno de los que estamos aquí presentes, sabe de nuestras preocupaciones y anhelos más profundos, conoce nuestras debilidades y pecados y se acerca para entregarnos el perdón y el consuelo de su presencia cuando sufrimos, está al tanto de nuestras virtudes y deseos de ser mejores y nos ayuda para seguir creciendo.
Esto nos debe conducir a buscar conocerlo más, para amarlo y entregarnos a Él como  lo hizo previamente con nosotros.
Entre los cristianos muchas veces se percibe la falta de entusiasmo por Cristo, debiéndose esto a que no se lo conoce en profundidad y por lo tanto tampoco se llega a amarlo de veras, pudiendo ayudar a nuestro cambio interior el repetirnos con san Juan “Miren como nos amó el Padre!”, y también, ¡Miren como nos amó el Hijo!, y así sentirnos movidos a responderle.
Hermanos: en este domingo la Iglesia realiza la Jornada de oración por las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada, ya que si bien Jesús no deja de ser el Pastor por excelencia, ha querido continuar su obra especialmente en la figura del presbítero.
De allí la importancia de orar para que muchos jóvenes luego de discernir el llamado que les hace Jesús, quieran seguirlo en su misión de pastor, en disponibilidad total a Él, y en el servicio a los demás, entregando la propia vida para la salvación de muchos.
Mi  experiencia como sacerdote y pastor a lo largo de tantos años ha estado marcada por un profundo  dolor al comprobar cómo el espíritu del mal hace estragos en el corazón de los bautizados con técnicas renovadas según la época, metiéndose en el corazón del creyente, desviándolo de la meta de la imitación de Cristo en el hoy de nuestra vida, engañando siempre con falsas ilusiones de felicidad.
Pero por otra parte, debo admitir que he recibido también muchas alegrías, cuando muchos corazones tocados por la gracia, se han dejado pastorear de nuevo  por Cristo, y en medio de caídas y progresos, por la conversión y el perdón divino, han crecido como hijos del Padre. 
La gracia divina, misteriosamente, sigue en nuestro tiempo transformando muchos corazones, acercando al Pastor divino, en seguimiento de su persona, en la escucha de su voz y en la imitación de su vida que conduce a la plenitud de la vida cristiana.
Jesús sigue atrayendo invitándonos a una vida de plenitud, por lo tanto, no tengamos miedo de responderle con generosidad para que seamos conducidos como rebaño suyo, a la gloria que ya nos alcanzó como resucitado.
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Buen Pastor, ícono ruso, siglo XIX, autor anónimo.
El capítulo 34 del profeta Ezequiel ilustra largamente sobre la condición de Israel bajo la guía de malos pastores, y cómo Dios se erige como pastor que administra justicia y reúne al pueblo todo.
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Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el  Domingo IV° de Pascua. Ciclo “B”. 26 de abril de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com

































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