6 de noviembre de 2015

“Felices los que son fieles al Señor, porque entrarán en su Santuario”




 La Iglesia constituida por todos los bautizados es Una, al mismo tiempo que Universal o Católica, porque su misión se extiende por todos los confines de la tierra.

Ahora bien, conforme al estado de cada uno de sus integrantes, solemos hablar de Iglesia Peregrina, la de quienes caminamos hacia la Patria Celestial; de Iglesia Triunfante, la de los santos que ya se encuentran junto al Padre, e  Iglesia Purgante la de quienes expían con penas purgatorias sus faltas ya perdonadas en cuanto a la culpa. 
Todo esto nos hace ver que el origen de cada persona humana está en Dios, su Creador, el cual se identifica también con la meta final.
En efecto, reflexionando sobre nuestra existencia, comprobamos que preexiste en nosotros un dinamismo interior que se orienta siempre a la vida eterna y  que añora, aún sin saberlo, la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, haciendo realidad lo que expresamos cantando “mi alma tiene sed de Dios, cuándo llegaré a ver su rostro” (Ps. 41).
El ser humano busca siempre ser feliz, y aunque la experiencia cotidiana nos muestra que en este mundo la felicidad es precaria, seguimos deseando la  felicidad última que sacia totalmente al ser humano, la permanencia en la vida eterna, participando de la divinidad.
La carta del apóstol san Juan (1 Jn. 3,1-3) que acabamos de proclamar nos dice: “Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre!”, afirmación ésta que corrobora nuestra pertenencia a la Iglesia Peregrina, testificando que  no sólo quiso que nos llamáramos hijos de Dios, sino que también lo seamos realmente, llamados por lo tanto a caminar por este mundo buscando ser buenos hijos del Padre del cielo, y esto es así, ya que la filiación divina de la que participamos hace que en nosotros exista un dinamismo interior que nos orienta a esa meta.
Continúa el texto asegurando que “Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él”, de allí que con frecuencia el desconocimiento o prescindencia del Padre Creador se prolonga en la persecución de sus hijos que somos nosotros, tenidos como desechables de un mundo cada vez más envanecido de sí mismo, convencido de un dominio que no posee.
Ahora bien, como peregrinos en el tiempo, a ejemplo de las grandes multitudes que seguían a Cristo (Mt. 4, 25-5,12), hemos de ir tras sus pasos para que nos enseñe el espíritu de las bienaventuranzas, que no son compatibles con las enseñanzas del mundo en el que vivimos. 
Y así, mientras el mundo pregona la felicidad de los que disfrutan de la vida, el evangelio elogia a los sufridos de este mundo, porque participando del misterio del crucificado, serán consolados. 
El mundo está agobiado por los violentos y prepotentes que sólo quieren imponerse a  toda costa sobre los demás, el evangelio nos enseña que sólo la paciencia nos hará herederos de la tierra,
En un mundo donde prima la desvergüenza y la lujuria desenfrenada, Jesús expresa “felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios”, concordando con san Juan en la segunda lectura que manifiesta que seremos semejantes a Dios “porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro”. 
Al respecto, santo Tomás de Aquino nos enseña que como Dios es puro, sólo los que son puros como Él lo verán cara a cara.
Pero también son felices los que son perseguidos por la justicia, ya que les espera el Reino de los Cielos, e incluso los que sean insultados y calumniados por dar la cara por la causa  de Cristo, serán recompensados en abundancia, ya que Dios no se deja ganar en generosidad, siendo esto motivo de regocijo para los elegidos.
Al respecto en el texto del Apocalipsis que hemos proclamado (7,2-4.9-14), san Juan refiere que vio “una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas” adorando a Dios y al Cordero y que “exclamaban con voz potente:”¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono y del Cordero!”.
De estos bienaventurados en el cielo por entregar con generosidad sus vidas a Dios en la tierra, hasta llegar  al martirio, afirma san Juan, “son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.
Por otra parte, quienes entregan sus vidas de peregrinos, están ciertos de que les espera la vida de los glorificados, de manera que cuando esta meta “se manifieste” serán “semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.
Muchos hermanos nuestros, aunque ya salvados, se purifican de las penas debidas por los pecados cometidos, formando la Iglesia Purgante, preparándose así a la visión de Dios en plenitud.
Ahora bien, entre los bautizados que forman parte de la Iglesia peregrina, de la que se purifica y de la que ya goza de la participación de la misma vida de Dios, se hace realidad lo que confesamos en el Credo: “Creo en la comunión de los santos”, es decir,  la común unión entre los que gozan de la vida eterna, los que se purifican y los que peregrinamos todavía en este mundo.
Nos une a todos el origen común en las manos creadoras de Dios, la  común meta última para todos, la participación de la divinidad, unidos en el común deseo de ser santos para alabar eternamente al Santo.
Los santos se nos presentan como modelos a imitar, e intercesores dispuestos a intervenir por el bien de cada uno de nosotros; a su vez los que peregrinamos oramos por la salvación de los que se purifican; y estos últimos se mostrarán agradecidos con nosotros asegurándonos su oración cuando estemos “retrasados” en la entrada al cielo por tener que purificarnos.
Queridos hermanos: invoquemos al Señor, implorando su gracia abundante para ser fieles a Él mientras caminamos por este mundo, preparándonos para las bodas eternas del Cordero.

Portada-Detalle de la obra de Fra Angélico “Los precursores de Cristo con los santos y mártires” (1423-24). Témpera sobre madera. National Gallery de Londres. (Public Domain) 


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de Todos los Santos. 01 de noviembre de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


No hay comentarios: