17 de marzo de 2016

“Considerando estiércol lo que no sea Cristo, y consciente el creyente de su debilidad, sabe que por el poder transformador de Jesús, le es posible alcanzar la santidad”

Con el paso de los días nos acercamos a la celebración central de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. De esa manera culminamos con lo que la liturgia nos presentaba como objeto del tiempo cuaresmal, la profundización del misterio de Cristo Nuestro Señor.

Los textos bíblicos del día, tanto el evangelio (Jn. 8, 1-11) como san Pablo (Fil. 3,8-14), nos conducen al centro del misterio de Cristo y su misión entre nosotros cual es la misericordia, que recibida con el propósito de no volver a pecar, como fruto de la conversión, permite el nacimiento en nosotros de algo nuevo que deja atrás la vejez del pecado y lejanía de Dios, como señala el profeta Isaías (43,16-21).
La historia de la mujer adúltera corresponde a la personal de cada uno de nosotros, que como describe el Antiguo Testamento no pocas veces, dejamos el amor de Dios para entregarnos a los brazos de otros amantes, ya que fácilmente nos cansamos de lo verdadero pensando que en la variedad del pecado está la auténtica felicidad.
También hoy como ayer, son muchos los que acusan delante del Señor a tantos hijos de la Iglesia sorprendidos en el pecado.
¡Cuántos se rasgan las vestiduras por los pecados de los católicos, que existen por cierto, como si fuéramos los únicos que pecamos! 
En realidad los acusadores no buscan la conversión del acusado sino sólo hacer ver que tanto el creyente como el que no lo es, caemos en las mismas debilidades, con la diferencia que el creyente puede, iluminado por la gracia, convertirse, mientras que al incrédulo sólo le interesa seguir justificando su mala vida, como diciendo, “si éstos que son creyentes pecan…..porque no lo podré seguir haciendo yo mismo”.
En el relato evangélico comprobamos que en las acusaciones cada vez más insistentes sobre esta mujer, Jesús emite su sentencia que tiene alcance no sólo para ese tiempo, sino para todas las épocas: “Aquél de ustedes que no tenga pecado, puede tirarle la primera piedra”, invitación que no pocas veces cae en saco roto ya que ¡cuántos tiran las piedras de la acusación sobre los demás, estando ellos mismos llenos de miserias y lacras profundas!
Es verdad que no podemos cerrar los ojos ante el pecado y la maldad ajena, especialmente cuando perjudican gravemente el bien común, pero no por eso dar lugar a la obstinación y fiereza en la acusación como si estuviéramos revestidos del poder divino  y podamos definir el destino eterno de alguno.
Como lo hiciera en el Antiguo Testamento con su elegido David, Dios que mira el interior del hombre, y no las apariencias como nosotros, dirá a esta mujer arrepentida “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno de ellos se ha atrevido a condenarte? Ella le contestó: ninguno, Señor. Entonces Jesús añadió: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
Al retirarse del escenario de la acusación, empezando por los más ancianos, aquellos que levantaban el dedo acusador, avergonzados al ser descubiertos en sus propios pecados, podemos inferir que el llamado a la conversión que realiza Jesús a la mujer adúltera también produce su efecto salvador en ellos, que con la gracia divina tienen la oportunidad de reiniciar el camino de la vuelta a la misericordia de Dios.
No podría ser de otra manera la actitud de Jesús ya que como viene a mostrarnos la misericordia del Padre, busca la conversión, ya de los que caen por debilidad, ya de los que caen por malicia, y hasta por odio a Él.
El profeta Isaías (43, 16-21) que en la primera lectura de este día describe el poder salvador de Dios en beneficio de los elegidos reclama no acordarnos de las cosas pasadas, entre las que se incluye ciertamente el pecado, porque “voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?”, prometiendo “dar de beber a mi pueblo, a mi elegido, el pueblo que yo constituí para que proclamara mi alabanza”.
¿Y que se nos dará de beber?, nos preguntamos. Ciertamente la vida nueva que brota de Cristo ya que es la única que sacia profundamente al ser humano.
San Pablo (Fil. 3,8-14) descubre la clave de “lo nuevo” que se nos brinda a cada uno y que a su vez sacia toda hambre y sed existente en el corazón humano diciendo “Todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a Él, no con mi propia justicia –la que procede de la Ley- sino con aquélla que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe”.
En este deseo de santidad que incluye el considerar como estiércol todo lo que no sea Cristo, Pablo es consciente de su debilidad, pero que por el poder transformador de Jesús que murió en la Cruz y resucitó de entre los muertos por la salvación de todos, le es posible alcanzar la meta que aún se vislumbra distante pero no imposible de alcanzar.
De manera que se da en su corazón y también en el nuestro, así lo percibimos, que estamos en tensión, ya que por un lado las cosas de este mundo nos seducen y quieren apartarnos de Cristo, y por otro lado el convencimiento de la pequeñez de todo lo creado, y su calidad de estiércol, como dice con crudeza el texto original, nos llevan a preferir el amor de  Cristo que nunca se desgasta, no perece, ni se otorga con condición alguna.
Queridos hermanos: pidamos a Jesús que se acerca ya a los días de su pasión, transforme nuestra mente y corazón, de manera que deseemos agradarle siempre, dejando de lado toda preferencia hacia lo mundano que sólo da la seguridad de lo pasajero que reviste además el carácter de desperdicio.
La Eucaristía que celebramos y recibimos, nos nutra profundamente para poder reavivar lo siempre nuevo de la presencia de Jesús entre nosotros.

Pintura: Rocco Marconi, “La mujer adúltera”



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 5to domingo de Cuaresma. Ciclo “C”. 13 de marzo de 2016. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com













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