25 de marzo de 2016

”Jesús, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin”.



 Nos dice el texto del evangelio (Jn. 13, 1-15), que Jesús, “que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin”.
Amar hasta el fin, no sólo significa hacerlo hasta la muerte en Cruz  y resurrección, sino que implica que siempre estará con sus discípulos y seguidores a lo largo de la historia humana.
El amor de Dios manifestado en Cristo es un amor que permanece hasta el fin, que no se deja llevar por los vaivenes de tiempo y lugar, ni por los impactos emocionales, como acontece con frecuencia en el amor humano.
Amor hasta el fin que no es perturbado ni siquiera por el pecado, ya que la misericordia divina supera su misma justicia, toda vez que el ser humano es capaz de encontrarse con su Creador para entregarse confiadamente a Él. 
Este amor hasta el fin nos da la certeza de que Dios estará siempre con nosotros, ya que es un amor electivo y selectivo a la vez.
En la medida que no comprendamos esto dudaremos siempre del amor de Dios ya que lo percibiremos como el nuestro, sujeto a limitaciones.
Fuimos creados a su imagen y semejanza, se nos ha enviado al Hijo hecho hombre para rescatarnos del pecado y restituirnos la vida de la gracia perdida por nuestra infidelidad.
Amar hasta el fin lo manifiesta Jesús por medio del sacramento de la Eucaristía, actualización de su cruz y resurrección, a lo largo de la historia humana, hasta el fin de los tiempos.
Amar hasta el fin que se prolonga también en el sacramento del Orden Sagrado, de manera que quienes somos marcados con el sello del Espíritu Santo renovamos cada día el mandato del Señor “hagan esto en memoria mía” ofreciendo a la comunidad su Carne y Sangre.
Amor hasta el fin, expresado también en el gesto del lavatorio de los pies de los apóstoles, quienes han de ejercer en plenitud la capitalidad  del amor de Cristo, como sus vicarios  en la tierra, de manera de prolongar su gesto: “les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes”.
Los apóstoles, por tanto, deberán servir a sus hermanos, especialmente confirmando su fe, enseñando a hacer lo mismo en medio de la comunidad.
Amar hasta el fin, por tanto, implica crecer en la amistad con Él, por medio del sacramento del Orden, renovar incansablemente la Eucaristía, que alimenta el diario caminar temporal, prolongando la unión con el Señor en el servicio a los hermanos.
Como Cristo nos amó y ama hasta el fin, también nosotros que queremos seguir sus pasos, hemos de amarle hasta el fin a Él y a nuestros hermanos en la fe, dado que ambos amores están estrechamente unidos desde que fuéramos rescatados del maligno por medio del árbol de la cruz, superando los egoísmos, las miserias y debilidades de cada día para vivir el mismo amor de Dios que se nos ha manifestado con creces.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la misa del jueves Santo. 24 de marzo 2016. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


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