3 de octubre de 2016

“Cuando la fe está arraigada profundamente en Cristo, el cristiano no duda en dar testimonio de su fe a tiempo y a destiempo”


Las fatigas del apostolado habían conducido al Obispo de Éfeso, a un estado de agotamiento y desánimo.
 Ante ello, el Apóstol san Pablo le exhorta a refundar su vocación desde el cimiento inicial de su llamado: “Reaviva el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos” (2 Tim. 1, 6-8.13-14), en referencia al orden sagrado, como Obispo, concedido para apacentar el rebaño que se le confiara.
También nosotros recibimos confiadamente este consejo para reavivar el don recibido por el bautismo, dado que como Timoteo nos abruman no pocas veces  el desánimo y el agotamiento en la vivencia sincera de nuestra fe, en medio de las persecuciones del mundo adverso a la santidad de Dios, haciendo necesaria la súplica hecha por los apóstoles al mismo Jesús  “Auméntanos la fe “ (Lc. 17, 3b-10).
De allí que nos diga también san Pablo que “comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por  el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios”.
La fe recibida en el bautismo como don gratuito de Dios debe tener, pues, su consecuente respuesta por parte nuestra cuando libremente nos adherimos a Él y a su mensaje salvador, saliendo de nosotros mismos, apoyándonos únicamente en Aquél que es la roca viva en la que fundamos nuestra existencia cotidiana.
Cuando la fe descansa principalmente en Dios, confiamos en su Providencia aunque parezca que no nos escucha en nuestro clamor cotidiano como le aconteciera al profeta Habacuc (Hab.1, 2-3; 2,2-4).
En efecto, las fuerzas opresoras que invaden y sitian el reino de Judá oprimen el corazón del judío creyente, sobre todo porque se retrasa la intervención divina  ante el sufrimiento que padece el pueblo. 
Sin embargo, el Señor responde comprometiendo su ingerencia, no inmediata, pero sí segura,  a favor del que tiene fe, ya que “el justo vivirá por su fidelidad”, mientras que el “que no tiene el alma recta, sucumbirá”. 
Confiados, pues, en la promesa divina que interviene a favor nuestro en el tiempo que su voluntad disponga, alcanzamos a comprender que la fe del creyente se nutre de la memoria del pasado, del coraje manifestado en el presente y  de la esperanza que proyecta al futuro que no está en sus manos, sino sólo en Dios.
Y esto vale para todos los tiempos y lugares, porque el Creador es Señor del tiempo y del espacio, y más tarde o más temprano, se manifestará inexorablemente a toda la tierra, de allí que nos pida paciencia y esperanza,  ya que no se olvida de los que son fieles. Tampoco se olvida de nuestra Patria,  de manera que los que queremos ser fieles al bautismo recibido somos guiados  por el camino del bien, a pesar que nos acechen y se burlen de nuestra fidelidad los enemigos de Dios, como en el período que vivió el profeta Habacuc.
San Pablo, mientras reconoce que hemos recibido el don del Espíritu de Jesús  continúa exhortando a quienes vivimos de la fe, diciéndonos con énfasis   que el “Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor”.
Cuando la fe está arraigada profundamente en Cristo,  el cristiano no duda en dar testimonio de su fe a tiempo y a destiempo, aunque esto pueda traerle males e incomodidades en medio de un mundo anticristiano que impone sus ideologías caprichosamente y destruye a toda aquella persona que disienta con tales males.
Precisamente el que vive de la maldad y de la mentira sólo logra imponer sus pensamientos a fuerza de la violencia o  la destrucción de sus supuestos oponentes, como acontece en la Provincia de Santa Fe  en la que los médicos defensores de la vida no prosperan en el ámbito estatal o no consiguen espacio para desarrollar su vocación de cuidadores de la vida humana desde su comienzo. 
¡Qué decir de los cursos de formación para educadores en los que se trata de imponer la perversa ideología del género!  Quien con sensatez desee manifestar su disconformidad u apoye la belleza de la naturaleza de las cosas, debe olvidarse de prosperar en su misión educativa.
En relación con esto, en estos días fuimos anoticiados de un testimonio bellísimo de un alcalde italiano que se negó a asistir a un “matrimonio” entre dos varones, quien fundamentó  su decisión en que debía obedecer primero  a su conciencia de católico antes que a una ley injusta, por más “legal” que ésta fuera en la sociedad. 
El funcionario al obrar de esta manera, sabe que se expone a que lo exoneren como alcalde, aunque haya sido elegido cuatro veces por el pueblo, pero considera que su defensa de la verdad  está por encima de toda otra cuestión.  En él, ciertamente, se realiza lo que dijera san Pablo: “No te avergüences del testimonio de nuestro Señor”.
Queridos hermanos: convencidos que como nos enseña el evangelio del día “somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”, trabajemos en acrecentar nuestra fe en el Señor, para que apoyados en su misericordia y bondad, demos testimonio con valentía de lo que hemos recibido en el bautismo, nutriéndonos en la Eucaristía que nos reviste de la verdadera fortaleza.



Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXVII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 02 de Octubre de  de 2016. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






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