24 de enero de 2018

Los apóstoles aunque “echaban las redes en el agua”, creyeron en la nueva misión, se desprendieron de todo -“dejaron sus redes”-, para vivir con Jesús, ya que “lo siguieron”.

Todo lo que existe tiene origen en Dios, de manera que fue su iniciativa el llamar también a la vida al mismo hombre para hacerlo partícipe de su divinidad.
Por el pecado realizado libremente, el ser humano se desvía de este proyecto divino de vivir como hijo adoptivo suyo.
Pero Dios, que no cambia en su designio providente de salvación del hombre, envía a su Hijo, el cual asumiendo la naturaleza humana,  se hace presente en nuestra historia  para guiarnos por el camino de la verdad y de la gracia, a la felicidad sobrenatural a la que hemos sido elevados por  pura misericordia.
De allí se explica que Jesús en el evangelio exclame “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc. 1, 14-20), o que san Pablo nos diga “Queda poco tiempo…la apariencia de este mundo es pasajera” (I Cor. 7, 29-31) o que en el Antiguo Testamento se haga un llamado apremiante a la conversión (Jonás 3, 1-5.10).
Se trata de distintas formas de decirnos que somos de Dios por la creación y por la elevación a la vida sobrenatural, y que por lo tanto hemos de decidirnos a seguirlo en nuestra vida cotidiana y así alcanzar no sólo la felicidad en este mundo sino también la gloria de la salvación eterna.
Esta decisión supone tres pasos fundamentales: la conversión, el desprendimiento y el seguimiento de Cristo.
La conversión será siempre necesaria para avanzar en el camino de nuestro existir, no se trata sólo de un volver la espalda al pecado, sino de mirar hacia delante con espíritu de fe, convencidos que es posible con la ayuda divina iniciar un compromiso nuevo con Dios y las demás personas de este mundo.
Precisamente la historia humana está marcada por las múltiples infidelidades del hombre y la respuesta divina que restituye el orden quebrado, por medio de la misericordia que sigue a la conversión, como muestra el libro de Jonás.
La voz apremiante de Jesús, a su vez, nos interpela, para que descubramos la urgencia de responder, ya que “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca”, y la conversión libremente asumida es condición previa para entrar en comunión con su Persona y transitar en el tiempo, llevando a término su Palabra e invitando a otros a testimoniar lo mismo, permitiendo que Jesús vaya recreando nuestro ser por medio de una vida de gracia.
La conversión, pues, tiene su razón de ser en que conocemos que la felicidad plena se obtiene por el dejar el pecado que sólo promete felicidad ilusoria, para buscar la unión cada vez más plena con el salvador del hombre.
Esta unión plena con Jesús, conduce a su vez al desprendimiento del corazón, ya que una mirada nueva del mundo surge de ella, llegando a decir con el apóstol “Queda poco tiempo…la apariencia de este mundo es pasajera”.
Esta afirmación paulina “expresa su convicción de que la última etapa de la historia de la salvación está en marcha. La llegada del Señor puede sobrevenir en cualquier momento. Por eso el cristiano debe vivir como el señor aconsejó: en oración y vigilancia, esperando el retorno de su Señor. Debe conservarse desligado de este mundo pasajero” (Comentario bíblico san Jerónimo, tomo IV, pág. 37).
El desprendimiento supone el reconocimiento de la vocación a la eternidad, por eso prosigue san Pablo diciendo entre otras afirmaciones, que “los que tienen mujer, vivan como si no la tuvieran”, ya que “incluso los casados deben vivir desprendidos, es decir, cumpliendo los deberes propios de su estado, deberes que los sumergen en las preocupaciones de este mundo, pero sin dejar que sus corazones se apeguen al mundo” (o.c. pág. 37).
O sea, el apóstol enseña que cumplamos con lo que nos corresponde en el mundo en el que estamos insertos, pero sabiendo que nuestro futuro es la eternidad y que por lo tanto a nada nos aferremos en este mundo pasajero.
En realidad, es sabido que cada acto realizado en el “ahora”, tendrá su gravitación en lo que “todavía no” se ha realizado.
La conversión y el desprendimiento se perfeccionan en el seguimiento de Cristo que llama a todos, no solamente a los apóstoles en su momento, para que asumamos la tarea de acercarle a Él el mayor número posible de personas como pescadores de hombres para la eternidad.
Los apóstoles se convirtieron puesto que aunque “echaban las redes en el agua”, creyeron en la necesidad de la nueva misión,  se desprendieron de todo de manera que “dejaron sus redes” para seguir a Jesús incondicionalmente, por lo que se afirma “lo siguieron”.
En nuestros días, a pesar de la mentalidad de un mundo cada vez más incrédulo, son muchos los que se dejan conquistar por Jesús, siguen su llamado, dejan las redes que los retenía en el pecado o en la vida superficial que engaña a menudo, y comienzan a tirar a otros las redes del amor divino que muestra la verdad y la belleza del seguimiento de Cristo.
Entre los seguidores, no pocos jóvenes, cuando se les muestra la grandeza del misterio de Cristo, deslumbrados por la vida nueva que se les ofrece, se agrupan en parroquias para conocerlo más profundamente al Señor y, poder así ponerlo al alcance de muchos otros que buscan una existencia diferente, en un mundo donde lo que se brinda a menudo es chatura y pasatiempo.
Más aún, estos mismo jóvenes son incomprendidos por los incrédulos, y hasta a veces perseguidos dentro de sus propias familias, que no comprenden que hayan elegido “lo que no está de moda” pero que  sí les permite crecer en lo que es verdadero, justo y bello.
Queridos hermanos: Sigamos a Cristo, asumiendo lo que nos enseña, comprendiendo que sólo quienes reciben la Buena Noticia en sus corazones, podrán vivirlo en profundidad.
Si creemos en la vida eterna y esperamos alcanzarla, convirtamos nuestro corazón dejando el pecado, vivamos el presente sin apegarnos a lo pasajero, siguiendo a Cristo generosamente, atrayendo a las redes del amor divino a quienes buscan la felicidad  verdadera y perdurable.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el III°  domingo durante el año. Ciclo “B”. 21 de enero de 2018. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com

No hay comentarios: