28 de octubre de 2019

Por el reconocimiento de los pecados y, necesitados del perdón y de la protección divina, somos elevados a la vida de hijos dilectos.



El texto que nos trae el libro del Eclesiástico que hemos proclamado (Eclo. 35,12-18), enseña que Dios no hace distinción de personas en su papel de juez, que siempre está con el oído atento para escuchar la súplica del oprimido que necesita dirigir su oración a quien lo ha creado.

Insiste el autor sagrado que la súplica del humilde se eleva, llegando el consuelo con la intervención divina que hace justicia a los buenos haciéndolos justos. Esto nos hace ver que no se hace justo el hombre por medio de sus obras, sino que es la gracia divina la que realiza esa justicia en nuestro interior, quedando “justificados” por el obrar divino al que acompañamos por cierto con obras de bondad y verdad.
Precisamente Jesús esclarece con esta parábola (Lc. 18, 9-14) el verdadero sentido del obrar humano porque “algunos (que) se tenían por justos y despreciaban a los demás” desubicándose ante Dios.
En efecto, no soy yo quien debe presentarse ante Él como justo y por lo tanto merecedor del aplauso divino, sino que es Dios quien nos hace justos por medio de su misericordia al reconocernos pecadores.
El texto del evangelio, por medio de una parábola, nos ubica en la existencia humana habitual, representada por estos dos hombres, un fariseo que se creía justo y un publicano, considerado pecador.
Ambos llegan al templo para orar, pero lo hacen de distinta forma, conforme a la realidad vivida todos los días, de acuerdo a cómo pensaban que se desempeñaban en su relación con Dios y los demás.
El fariseo se presenta ante Dios como muchas veces el ser humano lo hace ante los hombres, exhibiendo todos los títulos que posee, buscando impresionar ya que en definitiva nadie conoce nuestro interior, pero ésta actitud no sirve para nada delante del Señor.
Respecto a los fariseos el mismo Jesús afirma que son sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen adornados y limpios, pero por dentro están llenos de huesos de muertos, o sea, no hay continuidad entre el interior y el exterior, sino más bien contradicción total.
Describe esto lo que puede suceder con nosotros si no vivimos coherentemente manifestando al exterior lo que acontece en el interior, y según sea éste interior, será lo manifestado porque  cada árbol da frutos buenos o malos conforme a su naturaleza concreta.
La palabra de Dios nos está diciendo de alguna manera, que en lugar de juzgar y despreciar a otros, mirándolos por encima del hombro, debemos escrutar nuestro interior, examinarnos en profundidad para crecer en la humildad interior necesaria para reconocer las faltas.
Cuando nos conocemos seriamente, perdemos el entusiasmo para censurar a los demás, ya que sabemos somos peores que otros.
Dios rechaza el corazón soberbio, como se advierte no pocas veces en la Sagrada Escritura, mientras recibe con agrado al humilde corazón que se presenta como el publicano reconociendo los muchos pecados, pidiendo sólo perdón y misericordia, sin atreverse a presentar título alguno virtuoso que ciertamente poseía, ya que nadie es totalmente malo o totalmente bueno.
Este hombre salió justificado, hecho justo, porque se humilló delante de Dios, confesando la necesidad de ser reconocido y protegido por Él, convirtiéndose de sus pecados y deseando cambiar su vida.
El fariseo de nuestros días se manifiesta, a su vez, con frecuencia, como alguien que no necesita ser perdonado por Dios, que no tiene nada de que arrepentirse ya que todo lo hizo bien, y que por eso no recurre a la confesión, ya que se precia de no ser tan malo si se compara con otros.
El libro del Eclesiástico asegura, a su vez, que el verdadero juez es Dios, ya que al conocer el interior de cada uno, no puede ser engañado, concediendo lo que corresponde a cada persona en justicia.
Pero, quizás nos preguntemos, ¿es entonces ilícito reconocer o presentar ante Dios las buenas obras realizadas?
Ciertamente es lícito hacerlo, principalmente cuando realice esas obras buenas siendo consciente que así obro por que cuento con la ayuda de la gracia divina, recordando y creyendo en lo que Jesús dijera “Sin mí nada pueden hacer” (Jn. 15), y por lo tanto todo lo ofrezco para glorificar al Señor a quien todo le debemos en este mundo.
San Pablo escribiendo a Timoteo (II Tim. 4,6-8.16-18), estando a las puertas de la muerte, dice, “el momento de mi partida se aproxima”, recordando a continuación que en su vida: “he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe” y no dice esto para buscar mérito alguno, sino que presenta su obrar porque así fue la voluntad de Dios, ya que él tiene bien en claro que busca siempre agradarlo a Él que conoce el corazón y no a los hombres (cf. Gál. 1, 10).
¡Cuántas veces el ser humano busca agradar a los hombres, quedar bien, vivir en relativa paz con todo el mundo aunque quizás deja de lado su relación con el Señor y el intentar agradarlo en todo!
Es por eso que el apóstol fue perseguido y abandonado incluso por los “suyos”, ya que buscaba sobre todo realizar la misión que se le había encomendado que era evangelizar a los paganos para que se encuentren con Jesús, y con ello realizar la voluntad divina.
Y reconociendo humildemente su dependencia divina y su incapacidad de hacer algo bueno por sí mismo, dirá “el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos”. De allí, que partiendo de esta experiencia se prepare a recibir “la corona de justicia, que, el Señor, como justo juez” le dará al final de su vida.
Queridos hermanos: imitemos al publicano pidiendo humildemente a Dios que nos saque del pecado y de las tentaciones y, nos otorgue abundantemente la salvación que se nos ha prometido, exaltándonos así por la humildad, a la cumbre de la santidad de vida.
 
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXX del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 27 de octubre de 2019. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com








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