2 de marzo de 2020

La desnudez es el estado del alma del pecador que se percibe débil, desprotegido y perdidoso de la gracia divina que lo enaltecía.


Dios no necesita del ser humano para ser reconocido en su grandeza. Sin embargo, nos crea de la nada para manifestar su voluntad de hacernos partícipes de su vida feliz.

 De allí que nos colme con  sus dones en este mundo, anticipo de la gloria futura. El libro del Génesis (2,7-9), nos presenta hoy con un ropaje literario muy sencillo, cómo Dios crea al hombre en los orígenes del mundo y lo establece en el paraíso, colmándolo de todo tipo de dones para su felicidad, gozando a su vez de la amistad con su Creador.
Pero de pronto, la Palabra de Dios nos presenta un panorama trágico, ya que de la felicidad del varón y de la mujer se pasa a la desgracia, de la fidelidad y amistad con Dios, a la pretensión de separarse de Él.
El texto coloca al tentador, al demonio, bajo la imagen de la serpiente, cuyo culto idolátrico era muy común en pueblos vecinos a Israel, y que ciertamente estaba presente también entre los israelitas.
De esta manera se  manifiesta que la tentación primera que llega al corazón del hombre de todos los tiempos, es la idolatría, el abandono del verdadero Dios para honrar a los simulacros de la divinidad que abundan en la sociedad, ya sea el dinero, el placer, el poder, la propia estima y todo lo que encandila al hombre con promesas de felicidad.
El hecho de ser el hombre un ser creado, descubre al mismo tiempo que es limitado en su ser, y que su existencia se encuadra en el querer  divino que lo contempla haciendo siempre el bien, por ser imagen y semejanza suya, llamado a imitar la santidad divina.
La falsa promesa ofrecida por el diablo de ser “dioses”, resulta apetecible para la libertad humana que sólo es semejante a Dios.
Consumado el pecado de desobediencia, y sin alcanzar la superioridad prometida, ya que el diablo es “mal pagador” después de hacernos caer, Adán y Eva descubren que están desnudos.
La desnudez es el estado del alma y cuerpo del pecador que se percibe débil, desprotegido y perdidoso de la gracia divina que lo enaltecía.
Adán y Eva se dan cuenta que han perdido lo más importante, la amistad con Dios, que por ellos ha entrado el pecado en el mundo y con el pecado la disolución corporal y la muerte.
Con todo, Dios que no se arrepiente de sus dones, promete y envía a su Hijo como Redentor de la humanidad, el cual hecho hombre, nacido de mujer, ingresa a la historia humana para salvarnos.
San Pablo (Rom. 5, 12-19) precisamente nos enseña que por el primer Adán entró al mundo el pecado y la muerte, pero por el segundo Adán, Cristo, ingresó al mundo la gracia y la vida.
El que fuera vencido en el árbol del paraíso, resulta vencedor por la victoria del segundo Adán en el árbol de la cruz.
Incluso Eva que nos introdujo en el mal por su desobediencia, se redime por la obediencia de otra mujer, María Santísima.
Avanzando en los textos bíblicos que nos propone la liturgia de este primer domingo de Cuaresma, la cita del evangelio nos presenta la figura de Jesús que padece las tentaciones en el desierto (Mt. 4, 1-11).
El papa Francisco decía hoy con ocasión del rezo del Ángelus que Jesús nos enseña a no dialogar con el diablo como lo hiciera Eva, que siempre debemos responder a las trampas del espíritu del mal con la Palabra de Dios que presenta siempre la respuesta liberadora de la mentira que busca seducirnos con la promesa de ser como dioses.
Especialmente en nuestros días en que la sociedad ha dado la espalda al Dios verdadero pretendiendo no necesitar de Él, y que ha resuelto erigirse como árbitro acerca de lo malo o de lo bueno, según el capricho de cada uno, hemos de contemplar a Cristo y escucharlo.
Comprobamos que se ha tornado habitual que cada persona hace lo que quiere, elige lo malo y pareciera que su conciencia ya no le advierte de su decadencia personal causada por la ausencia de Dios.
Es frecuente entre nosotros que la desnudez interior que se padece, fruto del olvido de Dios, sume cada vez mas en la decadencia al ser humano amenazado de perder la dignidad como hijo adoptivo de Dios.
Ante la tentación de dejarnos atrapar por la sociedad de consumo que ofrece espejismos de felicidad sin par, Jesús nos enseña que no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que viene de Dios.
Ante la tentación de exigirle a Dios algún signo para retornar a la fidelidad de su Persona y enseñanzas, Jesús responde no tentarás al Señor tu Dios.
Ante la tentación de rendir culto al demonio que promete honor, poder y gloria a sus seguidores, Jesús responde sólo adorarás al Señor tu Dios.
En el día de hoy, el Presidente argentino prometió enviar el proyecto de ley favorable  al asesinato de los niños que se gestan en el seno de sus madres, manifestando así su sumisión al poder del demonio.
Muchos ovacionaron en el congreso esta iniciativa diabólica, los cuales sin saberlo o sabiéndolo, pretenden ser “los nuevos dioses” que se atribuyen el poder de disponer de la vida de los más débiles, sumisos al padre de la mentira que les promete la fugacidad del poder y  la gloria.
Muchos, pues, prefieren la desnudez de su decadencia antes que la dignidad de hijos adoptivos de Dios.
Queridos hermanos: vayamos a Cristo por medio del desierto de la reflexión y de la oración, suplicando la gracia necesaria para desalojar al demonio de nuestras vidas que sólo trae dolor y muerte.


Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el 1er domingo de Cuaresma, ciclo “A”, 1° de marzo   de 2020. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-



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