16 de agosto de 2020

La “dormición de la Santísima Virgen”, y su Asunción al cielo en cuerpo y alma, anticipa la gloria que nos espera si somos fieles al Señor.



“Se abrió el templo de Dios”, nos dice el libro del Apocalipsis (11,19ª), y se vio el Arca de la Alianza, inmediatamente menciona el texto sagrado a una mujer que está a punto de dar a luz, reconocida siempre como María, la madre del Salvador.


Como Arca de la Alianza  invocamos a María  en las letanías, porque así como en el Arca de la Alianza en el Antiguo Testamento se encontraban las Tablas de la Ley, después de haber sido entregadas por Dios a Moisés en el Sinaí, siendo  un signo de la presencia divina en medio de  su pueblo, en la Virgen María está presente, se va gestando Aquél que  sella la Nueva Alianza con su muerte y su resurrección.
Más aun, los exégetas de la Sagrada Escritura hablan de una presencia anunciada de la Virgen cuando David traslada el Arca de la Alianza a Jerusalén, porque como David danzaba de alegría delante de la misma, mientras se dirigía a Jerusalén, así también Juan Bautista saltaba de gozo en el seno de Isabel cuando se encuentra con María la nueva Arca de la Alianza, en cuyo seno se gestaba el Salvador del mundo.
Como sabemos, todo lo que acontece en el Antiguo Testamento está unido estrechamente con el Nuevo, siendo un anticipo del mismo.
Y María como Arca de la Alianza, terminado el curso de su vida mortal, como señala el papa Pío XII al declarar el dogma de la Asunción, ingresa a la gloria del cielo, a la vida eterna que es la nueva arca de la alianza que contiene obviamente a la Trinidad pero también a la Madre del Hijo de Dios hecho hombre. María está presente entonces en la gloria del cielo, asegurando así que espera a cada uno de nosotros.
Ya Jesús, de hecho, mientras vivía en este mundo había dicho a los discípulos “me voy a prepararles un lugar” , ciertamente a quien le preparó el primer lugar en la Gloria fue a su propia madre.
Cristo al ascender al cielo  hace presente en la eternidad la humanidad, y se corrobora esto, por cierto, con la presencia de su madre.
De tal modo que si alguien pensara que no necesariamente la ascensión es un anticipo de nuestra entrada en la vida Eterna, sí lo es la Asunción de María Santísima, por ser ella la creatura más perfecta que salió de las manos creadoras de Dios. Y así, en la medida que nosotros bautizados caminemos por este mundo viviendo en la Gracia de Dios, tratando de agradarle en todo y mirando siempre la meta que nos espera, podemos tener la seguridad de algún día encontrarnos con ella.
El mismo San Pablo nos dice, en la segunda lectura de hoy (I Cor. 15,20-27ª), que Cristo muerto y resucitado es el nuevo Adán, que deja de lado al viejo Adán, que había traído precisamente la muerte y el pecado para la humanidad, siendo María Santísima al unirse al misterio salvador de su Hijo, la nueva Eva, que redime o corredime con su Hijo a la humanidad a través de la obediencia y la sumisión al Padre.
De manera que la Virgen, adornada con tantas virtudes y privilegios, culmina su vida en este mundo sin que se corrompa su cuerpo, llamándose este hecho la “dormición de la Santísima Virgen”, y siendo elevada  al cielo en cuerpo y alma,  anticipa lo que nos espera.
Queridos hermanos, aprovechemos esta fiesta para crecer en la fe, en que se cumplirán las promesas divinas de llegar algún día mediante la gracia de Dios y nuestras buenas obras, al encuentro del Padre de la Gloria. Aprovechemos para acrecentar nuestra esperanza, es decir que los problemas, las vicisitudes de esta vida, no oscurezcan la seguridad de lo que nos espera, añoramos y buscamos; y aumente también nuestra caridad en cuanto deseemos permanentemente que todos podamos algún día  gozar de la misma gloria junto a la Trinidad Santa,  junto a María, los ángeles y los santos.

Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en  la Solemnidad de la Asunción de María Santísima el 15 de agosto de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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