29 de septiembre de 2020

“Muéstrame Señor, tus caminos, enséñame tus senderos, guíame por el camino de tu fidelidad, enséñame, porque Tú eres mi Dios y mi Salvador" (Sal. 24)

 

En la antigüedad, también en el pueblo elegido, hablaban de la culpa comunitaria, y de hecho es cierto que el destierro, por ejemplo, que sufre el pueblo de Israel, y todo lo que padece a lo largo de la historia se debió a su infidelidad, a la ruptura de la Alianza hecha en el Sinaí con Dios.

 Pero el profeta Ezequiel (18, 24-28) poco a poco va introduciendo el tema de la responsabilidad personal, es decir, si bien existe cierta responsabilidad comunitaria, tampoco podemos decir todos son culpables del mismo modo. Cada uno debe asumir su propia responsabilidad. De allí que en el texto que acabamos de proclamar, el Señor a través del profeta,  dice que “si el justo se aparta de su justicia y comete el mal” imitando todo aquello que hace el malvado, no vivirá, y “ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada”, mientras que si el malvado se convierte de su conducta y “se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida”.
 Esto es muy importante tenerlo en cuenta porque habla precisamente del proceso de conversión al cual está llamada toda persona humana que quiera unirse más y más a Dios nuestro Señor.
Si tomamos el texto del Evangelio (Mt. 21, 28-32) vemos que Jesús, por medio de una comparación, fustiga a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, o sea a los jefes del Pueblo de Israel de su tiempo, que se consideraban justos, incluso por encima de la ley, aunque eran muy estrictos al pedir la observancia de la misma a los demás.
Se refiere  a un hombre que tenía dos hijos a quienes invita a trabajar en su viña. El primero dice “no quiero” pero después se arrepiente y va. Los padres de la iglesia, varios de ellos, analizando este texto dicen que se trata de los paganos, aquellos que provienen de los pueblos no judíos que en un primer momento adorando dioses falsos  no quieren saber nada con el Dios verdadero, pero luego, -como lo vemos perfectamente en la misión de san Pablo-, se entregan a la vida nueva que se les ofrece, la vida nueva en Cristo.

 El otro hijo dice “Voy, Señor pero no fue”, representando  al pueblo de Israel que hizo alianza con Dios nuestro Señor, que prometió cumplir sus mandamientos pero que sin embargo se pervirtió y, mucho más todavía, con la venida de Cristo nuestro Señor  no lo aceptaron como el Mesías y lo mataron. Ahora bien, ante la pregunta de Jesús sobre quién cumplió la voluntad del padre, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo responden “el primero”. ¿Y que dice Jesús ante la respuesta que dan ellos? “les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios”.

Al respecto, en el rezo del ángelus de este día, el papa Francisco decía que no está aquí Jesús promoviendo a las prostitutas o a los recaudadores de impuestos injustos, o cualquier otro pecador, sino que los que llegan antes es precisamente porque se han convertido de su mala vida. Es decir, primero dijeron “no” quiero saber nada con Jesús, pero después se convirtieron.
De hecho sigue diciendo el texto: “Juan vino a ustedes por el camino de la justicia”,  mostrando el camino de la justicia y de la verdad, y no le creyeron. En cambio los publicanos y las prostitutas creyeron en el mensaje de Juan y se convirtieron. Este ejemplo, en un tiempo en que la dirigencia del pueblo  desprecia a los pecadores, enseña una vez más,  que Dios siempre está abierto al perdón y a la misericordia como rezábamos en la primera oración, toda vez que  el ser humano esté dispuesto a convertirse y cambiar.
Ahora bien, la reflexión de fe sobre el hecho del perdón y misericordia divina, nos debe llevar  como iglesia al encuentro del hombre de hoy llevando el Evangelio e invitando a la conversión.
Ahora bien, es necesario tener en cuenta en nuestras decisiones pastorales, que  si bien tenemos que estar abiertos a todos, no pocos personajes, ya sea políticos o defensores de la ideología de género, u otros que reniegan de la fe, no dialogan con nosotros con el ánimo de convertirse, sino de captarnos para sus ideas. De allí, que pensemos engañosamente que evangelizamos “a las prostitutas y a los publicanos”, mientras estas personas son “sumos sacerdotes y ancianos” que se creen justos y no están dispuestos a convertirse.
En efecto, quienes personifican a los modernos “sumos sacerdotes o ancianos”, no quieren saber nada de Cristo nuestro Señor. A veces por ejemplo podemos decir “vamos a dialogar con los políticos de tal partido o de tal idea a ver si nosotros los podemos convertir”, y somos ingenuos. Es cierto que la gracia de Dios hace milagros y puede convertir el corazón  más endurecido, pero no nos engañemos, hay gente que ya tiene su postura y realmente no piensa cambiar de esa manera, sólo Dios lo puede hacer con su gracia pero ha de encontrar un corazón dispuesto a  convertirse y cambiar.
Como decía precisamente el papa Francisco hoy en el Ángelus, los publicanos y las prostitutas que creyeron en Juan, estaban abiertos a la gracia, y como estaban abiertos a la gracia es que se da ese proceso de conversión, de cambio, por eso es muy importante tener en cuenta esto y partir siempre de que todos necesitamos siempre conversión, cambiar en nuestra vida.
San Pablo escribiendo a los cristianos de Filipos ( 2, 1-11)  deja alguna pista para quienes  están dispuestos a cambiar, insistiendo en la necesidad de tener los mismos sentimiento de Cristo Jesús para la trasformación interior,  tomándolo como modelo para nuestra vida. Y ese tener los mismos sentimientos de Cristo nos lleva también a actitudes diferentes en nuestra relación con el prójimo. Por eso dice el apóstol “tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por interés ni por vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos”.
 Precisamente los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo pasaban por esto, la pérdida de la humildad, no consideraban a los demás superiores sino inferiores, por eso Jesús en el texto del evangelio dice ustedes ni siquiera al ver este ejemplo, el de la conversión de publicanos y prostitutas, se han arrepentido y tampoco han creído en Juan y tampoco en el Mesías.

Hermanos: Pidámosle al Señor que nos de su gracia para ir profundizando cada vez más el Evangelio e ir descubriendo qué es lo que quiere  de cada uno en cada momento y  supliquemos también que nos de la fuerza para cumplirlo.


Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXVI del tiempo Ordinario. Ciclo “A”. 27 de septiembre de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





No hay comentarios: