23 de marzo de 2021

La nueva alianza entre Dios y la humanidad se realiza por medio de la glorificación del Señor, es decir, de su muerte y resurrección.

Jeremías profeta es uno de los deportados a Babilonia luego que cayera el Reino de Judá. Y allí, el profeta trataba de consolar al pueblo llenándolo de esperanza, mostrándole las promesas de Dios, por eso es que dice: “llegarán días en que estableceré una nueva alianza con la casa de Israel con la casa de Judá”. Una alianza distinta a la que ya había establecido Dios en el Sinaí. En esta alianza nueva, el mismo profeta anuncia que Dios pondrá su ley dentro de cada uno, ya no es una ley que aparece desde fuera, sino que marca la vida de cada uno desde su interior. Se trata de una  alianza donde Dios declara que el pueblo de Israel  se constituye en predilecto  suyo, por lo  que el pueblo ha de responder a esa elección con sus obras buenas para continuar así como el elegido.
Ciertamente esta nueva alianza se concreta en la persona de Jesús, el Hijo de Dios vivo, a través de su muerte en cruz y resurrección, misterio al que San Juan llama la glorificación del Señor.
Por el texto del Evangelio conocemos  que Jesús está en Jerusalén y allí se encuentra con unos griegos que han ido para la fiesta de la pascua con el fin de adorar a Dios, pero también para conocer a Jesús el Hijo de Dios, por eso  le piden a Felipe “queremos ver a Jesús”
Felipe junto con Andrés, comunican este deseo y, Jesús responde de una manera que puede resultar extraña: “ha llegado la hora en la que el Hijo del hombre va a ser glorificado”. La “hora” es el momento cúlmine de la vida de Jesús en la que se realiza el misterio pascual, el sacrificio de Jesús en la cruz y su resurrección, que significará la redención humana, la salvación del hombre, el sacar al ser humano de la esclavitud del pecado y del dominio del demonio.
Ha llegado la hora, ese es el modo concreto de conocer a Jesús, no es un buscar a Jesús movidos por la curiosidad, movidos por el interés, o porque hemos escuchado hablar de Él,  sino conocer a Jesús que significa entrar de lleno en este misterio de su glorificación.
¿Y cómo se realiza la glorificación? Con la muerte de Jesús ¿Cómo se concreta?  Por el servicio de sí mismo, la entrega de sí mismo. Y así Jesús dice: “si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda solo, pero si muere da mucho fruto”. De modo que como el grano de trigo da fruto muriendo a si mismo, así también Cristo morirá para dar mucho fruto, es decir alcanzará la salvación del hombre.
Y seguirá  diciendo que aquél que lo quiera seguir tiene que imitarlo. ¿Cómo? Muriendo también como el grano de trigo; el que quiera seguirme dirá Jesús, que me siga, pero que lo siga dónde, no solamente ir detrás del Señor sino también seguirlo en el misterio de la cruz para que allí donde Jesús redime a la humanidad esté también cada uno que quiera servirle de corazón.
Este momento de seguimiento del Señor implica entonces el despojo de uno mismo, el renunciamiento de uno mismo para vivir el misterio pascual mejor, donde se entrega Jesús totalmente por la salvación del mundo. Imposible manifestar amor más grande que aquel que significa entregar totalmente su vida por el bien de los demás. Y Jesús lo va a hacer a través de su muerte, y nos invita a nosotros a seguirlo, a comprometernos con Él, a buscar el morir a nosotros mismos para vivir en esta entrega permanente en nuestra vida y también al servicio de los hermanos, prometiendo que así como Jesús es glorificado en la cruz también nosotros seremos glorificados por el Padre si seguimos este misterio de entrega total. Nos vamos acercando a la Semana Santa y ahí vamos a vivir todo lo que significó la entrega de Jesús, experimentaremos aquello que ya recordamos el domingo pasado:“Dios amó tanto al mundo que entregó a su propio Hijo para la salvación del mundo”.
Ojala en estos días nosotros sigamos asimilando estas enseñanzas, sigamos profundizando en el amor que Dios nos tiene porque lo único que puede conquistar nuestro corazón y puede decidirnos a seguir al Señor, es entender  no solamente a través de la inteligencia, sino también por medio  del corazón, cuánto nos ama Dios.
Cuánto nos ama Dios, cuánto somos importantes para el Padre que envía a su Hijo a la cruz, este Hijo que acepta la voluntad del Padre porque lo ama  pero  también  por amor a nosotros. Es por eso que desde la cruz el mismo Jesús atraerá a todos hacia sí, de manera  que podamos comprender lo que significa dar nuestra vida por el Señor y por los hermanos, siguiendo a Jesús en su persona y en sus enseñanzas, llevando una vida donde alabemos siempre a Dios, donde vivamos lo que Él nos enseña y podamos trasmitir generosamente a todos aquellos que están lejos o están cerca pero que todavía no se han entregado con generosidad total..
La gracia del Señor se nos ofrece a cada uno de nosotros, aprovechémosla, hagamos este recorrido con María Santísima, madre de Jesús y madre nuestra, aquella que estuvo junto a la cruz del Señor con Juan,  es decir, con cada  uno de nosotros.
Sigamos entonces al Señor junto a la cruz salvadora, junto a la cruz del triunfo de la gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte.

Óleo atribuido a Bartolomé Esteban Murillo.

Textos:  Jer. 31,31-34; Hebr. 5, 7-9; Jn. 12, 20-33.


Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el quinto domingo de Cuaresma, ciclo “B”. 21 de marzo de 2021.- http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-






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