10 de mayo de 2021

“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos, yo ya no los llamo servidores sino amigos”

 

Los textos bíblicos de este domingo  realizan una invitación muy especial, y es la de tratar de entrar en el misterio de Dios que es amor. Lo cual no es fácil entenderlo, porque muchas veces tenemos concepciones diferentes acerca de lo que es el amor, confundiendo  amor con egoísmo o con la sola búsqueda de lo pasajero, de lo que hace feliz a cada persona y no aquello que realmente aquieta el espíritu otorgando  el equilibrio interior que solo puede dar Dios. Así como en la Trinidad Santa existe ese orden de comunión entre el Padre y el Hijo por medio del Espíritu Santo, es voluntad divina transmitirnos ese orden interior por medio de  su amor que se derrama en nosotros por medio de su Hijo hecho hombre, Jesucristo.
Precisamente el misterio de la salvación humana consiste en que Dios quiso que su Hijo, haciéndose hombre en el seno de la Virgen, diera a conocer el amor divino para con la humanidad. Y así, el amor del Padre pasando por el Hijo llega hasta nosotros, en el Espíritu Santo, por el cual se nos exhorta a  amar a Dios como Él nos amó  y amarnos los unos a los otros a ejemplo del que entregó su vida por sus amigos.
Este amor con Dios nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (10, 25-26.34-36.43-48) que acabamos de proclamar, hace que Dios no haga acepción de personas. Fíjense ustedes lo que dice el texto “Pedro agregó, verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a Él”. Dios no hace diferencia con nadie, pero dice el texto que aquel que practica la justicia, el que lo teme, refiriéndose al temor reverencial de hijo adoptivo que teme ofender a Dios, es agradable a Él, y Dios al no hacer acepción de personas nos eligió, o sea, no hemos elegido a Dios sino que Dios nos eligió y amó primero.  Si podemos amar a Dios y entrar en su misterio divino es porque Dios nos amó primero y porque respondimos a ese amor a través de la fe.     No todo el mundo responde al amor de Dios, quizá lo siente, quizá le parece que se da, pero su inteligencia lo vive rechazando, por eso dice el mismo texto que el que no conoce a Dios no puede amar a Dios. Porque el conocimiento de la verdad nos lleva al amor del bien que es Dios. Justamente con nuestra inteligencia y con nuestra voluntad estamos inclinados a conocer la verdad y amar el bien, porque fuimos creados a imagen y semejanza del Creador. De allí que conociéndolo a Dios en el amor con que nos prefiere, podemos a su vez, amarle.                  Y ¿Cómo es ese amor? Nos dice Jesús en el Evangelio (Jn. 15, 9-17), “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos, yo ya no los llamo servidores sino amigos” Y ¿Quiénes son los verdaderos amigos del Señor? Ciertamente los santos que respondieron al amor recibido. En efecto, en el decurso del tiempo, siguiendo la historia de la Iglesia, muchísimos varones y mujeres entregaron su vida, por ejemplo a través del martirio, prefiriendo morir antes que traicionar el amor divino. Ellos eran realmente amigos del Señor. Ciertamente en esta muchedumbre de mártires o de santos, está también presente María Santísima, la madre de Jesús y madre nuestra. Ella amó a Jesús con un amor maternal, pero supo comunicarnos a nosotros la necesidad de buscar la amistad con su Hijo, sintiéndonos elegidos por el Padre y por el Hijo. Si queremos entrar en esa alegría también, en ese gozo que nos ofrece Cristo resucitado, hemos de permanecer en el Señor.
Justamente dice Jesús en el Evangelio, “les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes y ese gozo sea perfecto”. Significa esto que Jesús es profundamente feliz y vive con gozo su estado de resucitado porque vive en unión con el Padre y en la medida en que el ser humano vive en unión también con Jesús que nos conduce al Padre es profundamente feliz. Esa felicidad no pasa por lo efímero, por lo pasajero, sino por aquello que es más profundo en el corazón humano. Aunque el ser humano lo negara o no quisiera, no puede dejar de orientarse a Dios, por eso la religión, el culto, viene a ser como el cordón umbilical que nos une a Dios, y así como si un hijo negara a su madre o a su padre no por ello dejaría de ser hijo de ellos, también el creyente aunque niegue a Dios no puede dejar de ser hijo suyo, elegido, y haber recibido la salvación por la muerte en la cruz de Jesucristo.
Hemos sido llamados a dar mucho fruto por la vivencia de los mandamientos. Es importante recordar esta enseñanza, sobre todo hoy que la vivencia de los mandamientos está muy devaluada, donde cada uno hace lo que quiere o pretende tener una libertad tal que lo lleva a dejar de lado los mandamientos. Jesús dice “el que me ama cumple los mandamientos” que no es únicamente exterior, sino que es encarnar en la vida personal y diaria el amor del Padre para con nosotros que llega a través del Hijo hecho hombre.
En estos mandamientos están los que nos relacionan con Dios y con nuestros hermanos, “como yo los he amado ámense los unos a los otros”. Cristo nos sirvió y así manifestó su amor, Cristo se entregó totalmente, si bien nosotros somos limitados, ciertamente, siempre podemos hacer algo para manifestar el amor de Dios a los otros. Pidamos esta gracia a Dios para que nos ayude a vivir santamente. Imploremos a María Santísima, especialmente en este día que celebramos a Nuestra Señora de  los Milagros en el prodigio del sudor milagroso del año 1663 cuando sudó su pintura concediendo numerosas curaciones a no pocos feligreses de la Santa Fe de antaño.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el  Domingo VI  de Pascua. Ciclo “B”. 09 de mayo de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





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