4 de mayo de 2021

“Si damos frutos de verdad, justicia y caridad, el Señor nos poda para que demos en abundancia y crezcamos cada vez más fortalecidos”

 

Hay muchos vocablos que designan el misterio de la Iglesia, el mas común que utilizamos es “Iglesia” o también “pueblo de Dios”, pero también está éste otro término: la “Viña del Señor”. Precisamente en el Antiguo Testamento el pueblo de Israel era denominado también como viña del Señor. En el Nuevo Testamento, Cristo es la cabeza  de la viña del Señor o Iglesia y nosotros miembros de ese cuerpo por el sacramento del bautismo.
Esta realidad  le da sentido a lo que dice Jesús en el texto del Evangelio (Jn. 15, 1-8) cuando refiere a la necesidad de permanecer unidos a Él para tener vida y dar fruto. A su vez Jesús afirma que como nosotros permanecemos en Él, Él permanece en nosotros.
Hoy decía el papa Francisco justamente que es tal la unión entre los sarmientos y el tronco de la vid que mutuamente nos necesitamos, porque el sarmiento separado del tronco ya no tiene vida, se seca y muere. Pero, a su vez, si existiera nada más que el tronco de la vid sin sarmiento, sin ramas, tampoco habría fruto.
Pero obviamente quienes más necesitamos de la presencia de la otra parte somos nosotros, de allí que Jesús afirme “sin mi nada pueden hacer”. Esta declaración es un golpe muy fuerte ante la autosuficiencia del hombre que cree que puede hacer todo sin Cristo. No solamente los que no tienen fe piensan que son omnipotentes, sino que también muchas veces dentro de la misma iglesia, no pocos bautizados piensan que pueden hacer lo que quieren sin estar unidos a Jesús, que es la vid, que es el tronco que alimenta a esas ramas para que den fruto. De hecho, cuánta experiencia tenemos respecto a que la autosuficiencia del hombre es incapaz de vencer tantas dificultades en la vida cotidiana, en todos los ámbitos, no solamente ante una enfermedad, una pandemia, sino también en el orden económico, político, social. Concluimos así en que cuando el ser humano quiere independizarse de Dios, no puede avanzar fructuosamente durante mucho tiempo. Por eso, que partiendo de esta unión necesaria con Cristo nuestro Señor, debemos buscarla.
¿Y quién es el viñador? Es el Padre, que corta o poda según el caso. Corta lo que no sirve, lo que no da fruto, que es lo que hacemos tantas veces nosotros, cortar y tirar lo que no fructifica o porque se trata de plantas que se van en vicio, como decimos nosotros, y entonces no las queremos. En el evangelio tenemos el caso de la higuera estéril que es eliminada. Es decir, si no damos frutos, somos apartados precisamente de la vid. pero si damos frutos somos podados.
Yo me acuerdo una frase muy antigua que se la escuché decir, a Monseñor  Tortolo, que fue arzobispo de Paraná; más de cuarenta años atrás, el cual hablaba de la “poda milagrosa en la iglesia”.         Es decir, que la Iglesia es podada cuando da frutos para que siga dándolos más en abundancia, pero también eran desechados no pocos sarmientos cuando quedaba en evidencia su inutilidad. De hecho, no pocos bautizados  contrarios a la Iglesia institución, decidían alejarse del cuerpo de bautizados, situación que no siempre acontece hoy, ya que muchos enemigos de la Iglesia la siguen atacando desde dentro y no deciden retirarse porque quieren “cambiar” la Iglesia desde dentro haciéndola mundana totalmente.
Si damos frutos de verdad, justicia y caridad  el Señor nos poda para que demos fruto, y al ser podados por la purificación sobre todo, tenemos la oportunidad de crecer, de salir fortificados y comenzar una nueva vida. De allí que es bueno prepararnos pensando de qué lado puede venir la poda en cada uno de nosotros por parte del Padre, no tanto como castigo, como represalia como a veces se piensa que actúa Dios, sino como una manera de purificación para que demos fruto abundante.
En la primera oración de esta misa pedíamos a Dios, “míranos siempre con amor de Padre” aspirando así a ser mirados con esta mirada  cariñosa, cargada de afecto,  por  parte del Creador.
Así como  un buen padre, más de una vez le da un chirlo al chico para enderezarlo, o si una planta crece torcida, le colocamos un tutor para que crezca como corresponde, lo mismo pasa en la vida espiritual con nuestra relación con Dios, por eso hemos de pedirle que nos acompañe y enderece para permanecer unidos a Jesús.  Fíjense lo que nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (cap 9, 26-31): Saulo llega a Jerusalén, para encontrarse con los discípulos y la gente desconfía de él porque había sido perseguidor de los cristianos.  Se preguntarían quizás ¿No será este un espía que se mete entre nosotros para ver a quién destruir? Y he aquí que Bernabé sale en defensa de él, explicando que Jesús lo ha transformado.
Pues bien, Saulo estaba separado de la vid que es Cristo, pero una vez que Dios lo llamó se entregó totalmente a su causa. Esto nos hace ver cómo nadie está perdido en este mundo, de modo que el que se alejó de la vid verdadera tiene la oportunidad de regresar. El Señor lo llamó y, Saulo  le respondió y se transforma en un evangelizador de primera dentro de los gentiles, es decir los que provenían del paganismo, por eso es importante dar frutos abundantes.   
¿Y qué fruto tenemos que dar? Creer en Jesús que es el Hijo de Dios vivo, pero que no sea una fe así en el aire, sino una fe concreta por la cual nos adherimos a Jesús y realizamos obras de bondad. Justamente San Juan en la segunda lectura (1 Jn. 3, 18-24)  nos dice que el mandamiento de Dios es que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó, y además que quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios permanece en Él. O sea que el que cumple los mandamientos permanece en Cristo y Cristo permanece en esa persona que busca hacer la voluntad del Padre y Él permanece en nosotros por el Espíritu Santo que nos ha dado.
Más aun, el apóstol San Juan en este texto asegura que Dios escucha nuestra oración si vivimos agrandándole a Él, y en el texto del Evangelio Jesús dice: “pidan lo que quieran y lo tendrán si ustedes permanecen en mi”. A veces el ser humano se acuerda de Dios en los momentos de peligro, pero  cuando cesan, vuelve a lo de antes, siendo que lo verdadero es la fidelidad a Jesús que se ha de cuidar.
Y si acaso oramos y pareciera que Dios no nos escucha seguramente nos está respondiendo de otra manera, puede ser por la poda, para que salgamos fortalecidos y demos fruto en abundancia.
Hermanos, busquemos siempre esta unión con Cristo, no hay nada que sea tan importante en la vida como permanecer en el amor del Señor, qué hermoso poder nutrirnos de Jesús por su gracia, ese don divino que nos hace más semejantes a Dios  y, también por  la misma Eucaristía por la que nosotros formamos parte del mismo Señor.
Invoquemos a san José en este año dedicado a él, que siempre permaneció unido al Hijo de Dios, pidámosle  a la Virgen María para que nos enseñen el camino de estar siempre con el Redentor.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 5to  domingo de PASCUA. Ciclo “B”. 02 de mayo de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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