18 de mayo de 2021

Por su Ascensión, el Señor triunfa sobre el pecado y la muerte, y retorna junto al Padre para cuidarnos e interceder por nosotros.

  

Celebramos en este día la Ascensión del Señor. El libro de los Hechos de los Apóstoles (1, 1-11), describe cómo aconteció esto recordando que Jesús después de su resurrección fue confirmando a los discípulos con distintas apariciones, ayudándolos a profundizar todo lo que habían escuchado de Él a lo largo de su vida pública. De esta manera, después de recibir el Espíritu del Padre y del Hijo el día de Pentecostés, podrían, iluminados en su inteligencia y fortalecidos en su voluntad, comenzar con la misión encomendada, que consistía en dirigirse al mundo entonces conocido, proclamando el Evangelio, dando testimonio de Cristo resucitado y vuelto al Padre.  Jesús concluye su misión, por lo menos públicamente, a través de este misterio tan hermoso de la Ascensión del Señor, por el que  triunfando sobre el pecado y la muerte, retorna junto al Padre. 

Pero, ¿acaso desde toda la eternidad la divinidad del Hijo no está presente con el Padre y con el Espíritu? Así es, nunca dejó de estar en la eternidad divina, pero vuelve al Padre con la humanidad, ya no es el mismo Hijo de Dios que ha bajado a nosotros, sino que es Aquél que se hizo hombre en el seno de María y retorna ahora en esa humanidad rescatada del pecado y de la muerte. De esta manera la humanidad ya está presente en Dios, dando así cumplimiento anticipado de una promesa, aquella de la que tenemos certeza, la de que también nosotros estamos llamados a participar algún día en la vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es decir, Jesús ya nos asegura que en cuanto hombre está a la derecha del Padre, continuando  con su misión de  mediador entre Dios y los hombres, cumpliendo con la promesa de estar con el creyente hasta el fin de los tiempos. No se ha ido junto al Padre para desentenderse de nosotros, sigue presente en la oración, en la Eucaristía, en  la Iglesia. Fíjense ustedes en estos días que sufrimos la pandemia del covid, ¿Qué es lo que más anhela el creyente? La Eucaristía ¿Por qué? Quizá a lo mejor no se ha reflexionado lo suficiente, porque la Eucaristía no solamente es una realidad que nos une a Jesús en este mundo sino que es una promesa ¿Qué promesa? Que llegaremos algún día a la vida que no tiene fin, al banquete celestial, siempre y cuando hayamos sido fieles al Señor, convertidos del pecado. Es por eso que anhelamos y  buscamos la celebración de la misa, de la Eucaristía. Pero, a su vez, debemos reflexionar acerca de lo que acontece hoy.    

A mí me preocupa ver cómo en la gente, también en los creyentes, se ha llegado al pánico ante la posibilidad de la muerte física. Al respecto, me acordaba  de lo que me dijo una vez un profesional de la salud hace años, “mire padre, si la gente supiera lo fácil que es morir, incluso sin estar una persona realmente enferma, viviría aterrorizada” dándome a continuación muchísimos ejemplos. ………Es por eso que quien vive con espíritu de fe, no puede estar aterrorizado, tiene que cuidar su salud, es cierto, no tiene que ser temerario en sus acciones, pero no caer en esa obsesión de temor a la muerte que todos sabemos algún día llega, para unos antes, para otros después, pero nadie sabe ni el día ni la hora en que sucederá. En realidad la preocupación no tiene que ser sobre el hecho de que vamos a morir, sino si en ese momento estará cada uno en gracia de Dios o  si estará en pecado.  Reflexionar sobre esta realidad del fin último del hombre que es vivir en Dios, y que es necesario permanecer en amistad con Él mientras vivimos en este mundo  puede ayudar a que recapacitemos y vivamos siempre convertidos. Hemos de luchar cada día, rechazando las tentaciones para vivir en amistad con Dios, y esto, porque somos ciudadanos del Cielo, caminamos hacia la Vida Eterna, desde el exilio en este mundo…...
En este sentido la Ascensión del Señor conduce a mirar con alegría la meta que nos espera, si somos dignos, de manera que la preocupación no ha de ser la muerte, sino más bien cómo llegar a la vida que no tiene fin en amistad con Dios, a través de las obras buenas, por medio de las relaciones cordiales y de caridad con el prójimo como lo señala San Pablo (Ef. 4,1-13) “los exhorto a comportarse de una manera digna a la vocación que han recibido” ¿Cuál es la vocación que hemos recibido? La de ser hijos adoptivos de Dios, llamados a la Vida Eterna.  Por lo tanto, si somos hijos adoptivos de Dios por el bautismo y caminamos hacia la Vida Eterna, esa debe ser la clave de la vida cotidiana. Es cierto que somos débiles, pecadores y reincidentes haciendo lo malo, pero el Señor que conoce esa fragilidad humana, ha dejado justamente el gran sacramento de la confesión para poder  revivir en nosotros la gracia de lo alto.
Cuando Jesús en el Evangelio enseña que perdonemos a los demás setenta veces siete, es porque Él ya lo vive. Cristo nos perdona setenta veces siete, siempre, por medio del sacramento de la confesión y, si estamos realmente arrepentidos y ponemos lo mejor de nosotros mismos para vivir en esta amistad con el Señor, estamos llamados a formar un solo cuerpo que es la iglesia.  Y en esta iglesia, cada uno tiene una misión para vivir, de modo  que el Cuerpo Místico del Señor que es la iglesia, se edifique cada vez más en la perfección. Cristo mientras vuelve al Padre nos dice “yo no los dejaré solos, estaré siempre con ustedes” y, habitará con nosotros en la misión de evangelizar, cuando llevemos  el mensaje de salvación que recibimos.
Queridos hermanos: vayamos con confianza al encuentro del Señor, busquemos cada vez más la amistad con Él, para que nos muestre no solamente la grandeza de vivir con Él en este mundo, sino lo que implica la meta que nos ha prometido. Esto permitirá que seamos profundamente felices en el Cristo resucitado. Por el contrario, el que no cree en la vida eterna y piensa que después de la muerte sólo está la nada, se transforma en una pasión inútil, pierde el sentido de su existencia en este mundo, piensa que nadie lo ama al no creer en Dios y no posee la esperanza sobrenatural a la vida con Dios.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el  Domingo de la Ascensión del Señor. Ciclo “B”. 16 de mayo de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





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