27 de abril de 2021

El Buen Pastor nos invita a vivir en la verdad de su enseñanza, en el bien de su amor entregado y en la belleza de la liturgia sacramental.

 
 El apóstol San Juan (1 Jn. 3,1-2) en la segunda lectura de este domingo  afirma a todos, “¡miren como nos amó el Padre!”. Qué hermosa afirmación para meditar, para reflexionar y contemplar cómo el Padre del cielo ama al ser humano, y tanto lo ama, que no sólo podemos llamarnos hijos de Dios, sino hijos adoptivos  suyos constituidos como tales por medio del sacramento del bautismo.
Ahora bien, si ahora somos hijos de Dios, seguimos caminando hacia la meta final, que por la fe estamos seguros refiere al encuentro definitivo con Él. Y esto lo conocemos, porque san Juan lo afirma al declarar que “Desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía”,  de allí que preguntemos qué seremos.  
Si vivimos en la amistad con Dios y morimos siendo sus amigos, seguiremos contemplándolo a Él eternamente, participando de su misma vida, como acá ya lo podemos hacer  a través de la gracia, el don que nos hace agradables delante del Señor, alimentando esa vida de gracia por medio de los sacramentos y de la oración. Más aún, el apóstol avanza enseñando que seremos semejantes a Él en la recreación final, es decir, “cuando se manifieste,” como semejantes a Dios fuimos creados y, “lo veremos tal cual es”.
Pero muchas veces nos sentimos demasiado débiles y pequeños para todo esto que se presenta siempre como ideal de vida. Por eso, el mismo Jesús se proclama en el evangelio según san Juan (10, 11-18) como el Buen Pastor, por lo que estamos seguros que guía el caminar del hombre, acompaña a cada persona en la vida cotidiana y alienta a seguir cuando quedamos rezagados en la senda de la amistad con Él. La afirmación “Yo soy el Buen Pastor” contiene el término griego “kalós” que puede ser traducido indistintamente como bueno o como bello. De allí  que podemos afirmar que Cristo guía no sólo hacia lo que es bueno, sino también hacia lo que es verdadero y bello.
En un mundo como el nuestro donde aparece más de una vez que se promueve lo malo, lo erróneo o mentiroso y lo feo, Jesús  se presenta como aquel que conduce siempre al  bien, a la verdad y a lo bello.
Y lo hace porque sabe que somos hijos adoptivos del Padre, y Jesús no es un asalariado el cual trabaja por un sueldo, sino que como lo declara el mismo, lo hace por amor, porque por amor ha  muerto por nosotros.
El texto del Evangelio asegura que Jesús conoce  a sus ovejas, a cada uno de nosotros, conoce nuestras debilidades, nuestras angustias  y las  dificultades que tenemos para mantenernos fieles a su Persona. Conoce todos los dramas y los problemas que hay muchas veces en nuestro corazón, y con su sola presencia quiere aquietar el espíritu  y desechar de nuestro interior toda inquietud, para que podamos entregarnos totalmente a Él y a través de Él unirnos al Padre.
Jesús,  no sólo conoce a cada una de sus ovejas, sino que las ama  y, la prueba de ello está en que entrega su vida en la cruz por nosotros. Más aún, el texto del evangelio  recuerda que nadie le quita la vida sino que la entrega por sí mismo para recobrarla, como lo hizo resucitando.      Jesús hace esto por propia voluntad, no lo hace forzosamente o forzadamente sino porque quiere, en comunión con la voluntad del Padre traernos a la vida nueva de hijos adoptivos de Dios.                     Por ello, si nosotros queremos crecer en la vida interior, en la vida espiritual, tenemos que ir tras los pasos del Señor. Y Jesús nos descubre un mundo totalmente nuevo.
Muchas veces tenemos grandes preocupaciones y angustias que tienen como causa haber dejado al Señor, escuchando otras voces y no la voz del Buen Pastor. No escuchamos la voz del Señor que nos llama, sino escuchamos a otros que buscan apartarnos precisamente de la verdad, del bien, y de lo bello que solamente Jesús puede presentarnos.             Por eso es importante ir transformando nuestro corazón, y saber vencer las tentaciones o los escapismos que nos ofrece la cultura de nuestro tiempo que exhorta muchas que dejemos a Jesús, que dejemos la religión.  Con frecuencia muchos buscan la respuesta a sus preocupaciones en el tarot, en el Reiki  o en tantas otras cosas que pululan en nuestra sociedad, y que tanto daño hace, porque evidentemente nadie nos otorga lo que concede Jesús que es Dios y nadie ha entregado su vida por nosotros como lo ha hecho  Él.
Hoy la iglesia también celebra la Jornada del Buen Pastor en la que oramos por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Pidamos para que muchos jóvenes llamados por el Señor, atraídos por el Señor, sepan dar su respuesta positiva y comprometerse con esta vida que es la de Jesús y poder así pastorear a sus ovejas que somos cada uno de nosotros.
El sacerdote o el llamado a la vida consagrada necesitan mucho de nuestra oración para poder seguir los pasos de Jesús.
Oremos para que cada consagrado por la vocación sacerdotal o religiosa, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, conduzcamos a todos hacia la verdad enseñada por Cristo sin aguar sus enseñanzas, sin disminuir su  fuerza; guiemos a todo lo bueno que se plasma en los mandamientos, cauces seguros para hacer el bien y celebremos siempre la belleza que se evidencia y transmite en la celebración digna de los sacramentos de la Iglesia.
Para vivir todo esto contamos por cierto, con la protección y guía de la madre del Señor y madre de los consagrados María Santísima.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el IV° domingo de Pascua.  25 de Abril de 2021.ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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