24 de agosto de 2021

Porque Jesús había afirmado que entregaba su cuerpo en alimento, la gente decía “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”

Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, pero por el pecado de los orígenes nacemos  enemistados con Él.  Es por eso que envía  a su Hijo para que haciéndose hombre en el seno de María, ingresara en nuestra historia, en nuestra vida, para guiarnos, para conducirnos a la meta para la cual hemos sido creados que es la comunión, la felicidad plena con Dios.
Esto hace que desde la fe preguntemos: ¿Qué debo hacer? ¿Cuál es el camino que debo tomar? En efecto, en un mundo como el nuestro con tanta confusión, con tanta verdad a medias, con tanta mentira, con tanta tiniebla, el hombre vive desconcertado, confundido y por eso antes de seguir en ese desarreglo esperando que las cosas se resuelvan solas debe preguntarse ¿A dónde voy?¿qué haré?
Acabamos de escuchar en la primera lectura (Josué 24, 1-2ª.15-17.18b), que antes de entrar en la tierra prometida, Josué pone en crisis a toda la comunidad, a las doce tribus de Israel y, les dice que deben elegir entre  seguir al Dios verdadero, al Dios de la Alianza o preferir ir detrás de dioses falsos que los han seducido muchas veces. Y esto porque ingresar a la tierra prometida que ha dado el Señor con una finalidad concreta, supone fidelidad al Dios de los padres que ha salvado desde antiguo al pueblo. Y ante la afirmación de Josué que ya eligió al Dios verdadero, el pueblo responde “lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios”. De este modo deciden continuar sirviendo al Dios de la Alianza, alejándose de la tentación de abandonar al Señor. Esta  pregunta incisiva de Josué al pueblo en la que se replantea la fidelidad a Dios o no, sería interesante repetir entre nosotros los católicos  actuales para  verificar de esa manera cómo estamos hoy. Es decir, elijo a Dios o prefiero seguir a otros dioses, que pueden ser el dinero, la política, el poder, las vanidades de este mundo o  aquello que nos da placer, pero que en definitiva después nos deja totalmente vacíos, sin futuro sobrenatural, apegados a lo terrenal.
En el texto del Evangelio aparece otra vez esta disyuntiva (Jn. 6, 60-69). “¡Es duro este lenguaje! Quién puede escucharlo” porque Jesús había afirmado que entregaba su cuerpo en alimento. En efecto, los oyentes y seguidores  estaban de acuerdo con comer gratuitamente en abundancia como aconteció en la multiplicación de los panes y peces, pero afirmar ahora que entregará su cuerpo como alimento para la eternidad es inaceptable. ¿Cómo es posible que esto suceda?. Al respecto podemos afirmar que las crisis dentro de la fe católica normalmente comienzan con la Eucaristía, la no aceptación de Jesús presente en este sacramento bajo las especies de pan y vino ¿Cuánta gente hoy se pregunta dentro del mundo católico, ¿vale la pena ir a Misa los domingos, participar de la Eucaristía?, ¿No resulta mejor quedarse en casa en pijama y tomando mate siguiendo la misa parroquial con toda tranquilidad por face?. Total, decimos,  ahora hemos sido dispensados de la misa por la pandemia, aunque por otra parte no nos privemos obviamente de otras cosas, ya sea ir a los bares, a los restaurantes,  a reuniones familiares y todo tipo de salida. La Eucaristía va perdiendo su importancia, y sucede que si ya no tenemos hambre y sed de Dios que se ofrece en la Eucaristía, nuestra vida espiritual va enflaqueciendo cada vez más hasta perderse. “Ah pero este lenguaje es muy duro”, decimos,  “el cura es muy duro con lo que dice”… y miren, no lo digo yo, lo dice el Señor.
Y el mismo Jesús dice, “el Espíritu es lo que da vida, la carne de nada sirve” porque como lo habían cuestionado a Él expresando que es un simple hombre, la carne de nada sirve, ya que se quedan simplemente pensando en un Mesías temporal. Jesús continuará insistiendo, mientras tanto la gente se alejaba; pensando que es mejor “dejar de escuchar a éste, esperábamos comida y bebida de arriba pero éste ahora se nos complica, habla que dará su carne, su cuerpo”. Es por eso que  Jesús  vuelve a recordar: “les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede”. Es el Padre quien guía al ser humano al encuentro del Hijo hecho hombre, pero para eso el Padre debe ver que hay fe en nosotros,  que creemos y  lo  aceptamos como el Hijo de Dios, que viene a salvarnos y elevarnos.
Fíjense que también en toda la historia y en la vida de Jesús entre nosotros, el problema es la fe, se lo acepta como  Hijo de Dios o no, y esto cambia totalmente nuestra vida. En efecto, si el hombre dice “creer” en Cristo pero no lo sigue en todas sus enseñanzas porque su lenguaje es duro, no es un creyente serio  sino un impostor que se enmascara en una fe que no posee. Sucede, a menudo  en la cultura de nuestro tiempo, donde hay tantas cosas contrarias a la fe, que escucharlo a Cristo resulta desagradable y la gente lo abandona viviendo  lo católico a su manera  o  yendo  tras  los ídolos de hoy.
Muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo, afirma la Escritura. Pero a continuación formula Jesús  una pregunta a los doce y, a nosotros que estamos aquí en la misa presencial y a aquellos que nos siguen por el Face: “¿también ustedes quieren irse?”.Pregunta cargada de dolor y decepción ante el abandono frecuente de las personas que ya nada quieren con Dios.
Y Pedro, inspirado por Dios, ciertamente, pero porque también lo vivía, dice “Señor ¿a quién iremos?”. Si no nos hacemos esta pregunta y encontramos la respuesta adecuada, nuestra vida queda a mitad de camino. ¿Vamos a ir a Jesús aunque su lenguaje sea duro, o ¿iremos detrás  de otros dioses, de otros líderes, de otras costumbres? Si, serán más divertidas y pasajeras pero no tenemos allí vida.
Sigue diciendo Pedro, "tú tienes palabras de vida eterna". O sea, las palabras de Jesús no son para conformarnos un momentito, ni siquiera para nuestra vida temporal, sino para la vida eterna, va más allá de la vida temporal.
“Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”, equivale a decir “hemos creído que Tú eres el Hijo de Dios vivo”. Por eso es que dice Pedro ¿A dónde iremos? Si descubro que Jesús es el Hijo de Dios, ¿a donde voy a ir? Porque esa pregunta puede tener distintas respuestas, ya sea por falta de fe o porque sigo a Jesús únicamente cuando tengo problemas en mi vida ¿Cuántas veces uno se olvida que es Hijo de Dios, que es católico, y de repente ante una dificultad, ante un golpe o deja de creer o se acerca nuevamente a Dios y no está mal acercarse a Dios, sino el dejarlo después nuevamente, como el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento; hacía de las suyas, abandonaba a Dios, Dios les pegaba un chirlo y volvían a la fidelidad, pero después se cansaban de ser buenos y volvían otra vez a alejarse del Señor.
Queridos hermanos digamos confiadamente “Señor tú tienes palabras de Vida Eterna” yo quiero acercarme a ti cada vez más, porque eres el camino que conduce a la verdad plena y concede la vida verdadera.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXI del tiempo ordinario, ciclo “B”. 22 de agosto de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



 

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