8 de agosto de 2022

Dice Jesús: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino”


 

Escuchamos en el evangelio “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino” (Lc. 12,32-48), coincidiendo esto con  la primera oración de la misa  en la que pedíamos a Dios que “confirme en nuestros corazones la condición de hijos tuyos, para que podamos entrar en la herencia prometida”.

Ya en el Antiguo Testamento existía “el pequeño rebaño” o “resto de Israel” formado por todos aquellos que se habían mantenido fieles a su Señor a pesar de las pruebas y persecuciones, y no se dejaban contagiar por la corrupción de su época.

También en nuestros días, en medio de tanta confusión y tinieblas, con tantos cultos religiosos, sectas y demás, en un mundo pagano en el que no pocos  han dejado de creer en el Dios verdadero, no es fácil mantenerse como miembro del pequeño Rebaño de los elegidos.
Los que permanecieron fieles en el pasado o los  que nos mantenemos fieles en la actualidad al Dios de la Alianza, nos cabe la seguridad de que  el Señor está presente.

En efecto, Dios ha realizado siempre maravillas a favor de sus elegidos y que le han respondido, como destaca precisamente el libro de la sabiduría en la primera lectura (Sab. 18, 5-9).
El texto  va mostrando cómo Dios está con el pueblo elegido, lo saca de la esclavitud de Egipto, aniquila a sus enemigos y favorece a los fieles porque “Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, Tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti".

Sin embargo, en medio del pueblo elegido había no pocos que eran infieles a la alianza hecha con Dios, por eso el Antiguo Testamento, podríamos decir, que va describiendo la fidelidad de Dios por un lado y la inconstancia del pueblo elegido que se mantiene fiel a Dios por un tiempo, luego va detrás de los ídolos, después vuelve nuevamente a Dios, quedando en evidencia el corazón caprichoso del hombre.
También en nuestros días, no pocos creyentes viven la fe católica a su manera, desvirtuando la verdad, que se ve opacada o dejada de lado, resultando nada fácil escapar de la confusión o del mal ejemplo que existe en medio de la Iglesia.
Por eso la necesidad de recurrir a Jesús para que podamos estar firmes en la fe en su persona y vivamos sus enseñanzas, esa fe que como enseña la carta a los hebreos (11,1-2.8-19) nos da certeza de las cosas que no vemos, ya el conocimiento de la fe es un conocimiento muy especial, al darnos  certeza de lo que no hemos visto, ya que se trata de la fe sobrenatural.
Nosotros estamos acostumbrados a la fe llamémosle natural, cuando alguien nos asegura algo y nosotros sin haber visto creemos si la persona que afirma esto es digna de confianza.

En la fe sobrenatural es el mismo Dios, o Cristo que nos habla de las cosas del Padre, y Jesús nos introduce en esta vida nueva llamándonos pequeño rebaño y que el Padre nos quiere entregar su Reino, entregar una vida nueva, una existencia distinta.
Cada día viene a nuestro encuentro el Señor con la liturgia de la Palabra y cuando nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre, e invita a la vigilancia, indicando con esto la atención puesta en vivir siempre la voluntad de Dios, la prontitud para responder a la misma, para que el error o el engaño no nos confundan.
Llamado a la vigilancia porque no sabemos el día y la hora en que Él vendrá, porque así como acontece con el ladrón que no sabemos cuándo vendrá para esperarlo y reducirlo, así sucede con Cristo que sabemos con certeza que vendrá, pero no cuándo, por lo que toda nuestra vida debe ser una vigilante espera para recibirlo.
No pensar que la venida del Señor tarda, o que no será hoy o, no será mañana, o será mucho tiempo más adelante, porque su llegada es sorpresiva pero no para asustar a nadie sino para esperarlo.
Esa llamada a la vigilancia manifiesta la necesidad de estar siempre atentos a la voluntad de Dios nuestro Señor, considerados a encontrarnos con Jesús que nos viene a pedir cuenta de lo que nos ha dado en administración, sobre  cuantas cosas hemos recibido.
Por eso cada noche podríamos hacer, aunque más no sea un breve examen de conciencia, y preguntarnos cómo he vivido hoy el día, si hemos escuchado la voz del Señor, si he  cumplido con mi deber de estado, si he transitado  el día en el amor a Dios y al prójimo, cómo he tratado de avanzar en la vida cristiana, en la vida de santidad, cómo luché contra mis debilidades, contra mis pecados, cómo evité las caídas que me impiden encontrarme con el Señor, de manera que recordemos siempre que estamos invitados a una vida nueva.

Jesús nos dice en el Evangelio que allí donde está tu tesoro está tu corazón, preguntémonos pues,  dónde está mi corazón, dónde están puestos mis afectos,  quién es  realmente más valioso para mí, si otros tesoros o es el mismo  Cristo nuestro Señor el tesoro escondido.
Cristo nuestro Señor nos espera, vayamos a buscarlo en cada momento, caminemos por la fe como Abraham, como tantos que siguieron buscando al Señor movidos por la fe, por la certeza de las cosas que no se ven, como  la vida eterna que sabemos nos espera.
Elevemos nuestra súplica para que siempre nos ilumine Dios y nos otorgue la fuerza necesaria para seguir su palabra y crecer en la vida de santidad.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XIX del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 07 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com

 

               
    


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