15 de agosto de 2022

Entregar la vida por la causa de Dios, por el seguimiento de Cristo, por el evangelio, supone vivir en medio de la división del mundo.

Los textos bíblicos de este domingo expresan una enseñanza central común a todos, y es que la entrega a Dios nuestro Señor no implica una vida cómoda, sino todo lo contrario, supone una vida que en definitiva es crucificada, ya sea  personal en cuanto debemos luchar contra aquello que busca apartarnos de Dios, y crucificada también porque implica luchar contra el mal, lo malo que hay en este mundo, para que reine Cristo nuestro Señor. 
De manera que la vida  presente, al comprometernos con seguir al Señor, no está  libre de persecuciones y de dificultades. 
Recorramos, pues, los tres textos y retengamos sus enseñanzas. 
La primera lectura del profeta Jeremías (38, 3-6.8-10) se ubica en el marco del dominio de Babilonia, que incursionando sobre Jerusalén había llevando al  exilio  a parte del pueblo y dirigentes, dejando un rey títere, Sedecías, el cual había resuelto aliarse a Egipto. 
El profeta, fiel a su vocación, es la voz del Señor y, anuncia que la ciudad va a caer porque no confían en Dios y prefieren aliarse con extranjeros para salvarse de Babilonia, cuando lo mejor sería aceptar ese dominio esperando la intervención divina. 
Jeremías, profeta de calamidades, es visto como enemigo de la tranquilidad pública, por lo que intentan matarlo en un aljibe, posteriormente por la providencia divina es rescatado de una muerte segura,  aunque después morirá en Egipto. 
El profeta  sabe perfectamente que su opción de servir a Dios le va a traer problemas y en última instancia la muerte, pero así y todo persevera en el servicio al que ha sido llamado. 
En la carta a los hebreos (12, 1-4) el texto continúa con lo que hemos proclamado el domingo pasado, cuando  se elogiaba a todos aquellos que vivieron en la fe y por la fe en Dios, comenzando por Abraham. Y así, enseña que el ejemplo  de esos testigos que vivieron de la fe, muestran opciones para continuar en la fidelidad a Dios. 
Es decir que para continuar fielmente al servicio de Dios, es necesario dejar de lado el pecado, y así, “despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial, del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta”. 
A su vez, para combatir al maligno y sus obras, el texto menciona la necesidad de que “fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuanta la infamia”, siendo por lo tanto la cruz  de cada día la opción que aparece ante nuestros ojos si queremos servir de verdad a Dios. 
Remata el texto observando que “piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento”, que siempre acecha el corazón del hombre a causa de su debilidad, a pesar de su decisión de servir a Dios. 
De allí que recuerde que, “después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre”. 
Como se observa, nuevamente se nos recuerda que el seguimiento y servicio del Señor, no  estará para nada exento de persecuciones. 
Por eso, fundados en este ejemplo de Cristo muerto y resucitado, hemos de seguir buscando la voluntad de Dios. 
En el evangelio del día (Lc. 12, 49-53) nuevamente se repite la enseñanza que la entrega a Dios supone incomodidad, sufrimiento y persecución, y para nada una vida placentera, hecha realidad esta enseñanza en la persona de Cristo que tiene bien en claro que va a morir en la cruz, por lo que dice “Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!”. 
El Señor, además, aprovecha para afirmar que viene a traer fuego sobre la tierra, deseando que ya estuviera ardiendo, interpretando algunos que refiere al fuego del amor de Dios, o el fuego del Espíritu Santo que  ha de invadir  todo lo creado, y por ello entrega su vida. 
En definitiva, el rey del mundo que está junto al Padre, manifiesta un amor intenso por Dios y por cada uno de nosotros. 
Cada uno de nosotros, por el bautismo está llamado al seguimiento y ofrenda de su vida al Señor como medio para llegar a la meta de la bienaventuranza, cumpliéndose así que Cristo no viene a traer paz sino división a causa del seguimiento o rechazo de su Persona. 
Si optamos por seguir a Jesús estaremos perdiendo nuestra vida según la mirada mundana que sólo pretende guardarla de toda cruz por perseguir los deleites pasajeros del mundo sin Dios. 
Entregar nuestra vida por la causa de Dios, por el seguimiento de Cristo, por el evangelio, supone vivir en medio de la división donde dos estarán contra tres y tres contra dos, ya que las opciones de vida serán de seguimiento o rechazo de la verdad y santidad de vida.  
De cuánta gente estamos separados, incluso de familiares y amigos, porque no creen, porque no han elegido luchar contra el mal que reina en sus corazones, o no luchan contra el mal exterior,  o  que antes de seguir la voluntad de Dios prefieren una vida cómoda, de servicio al mundo o de servicio a ellos mismos. 
¡Cuántas veces decimos cuando nos juntamos, incluso con familiares, para que no haya problemas, “no hablemos de política, no hablemos de religión y no hablemos de fútbol, hablemos de otra cosa”! 
Sin embargo, el testimonio tenemos que darlo, por lo que perdemos amistades, y la relación entre familiares, no pocas veces. 
Para nosotros ha de ser crucial la afirmación de san Pablo cuando enseña que la caridad se goza en la verdad, esa verdad que hemos de vivir porque nos hace libres, ilumina nuestro corazón y lo mueve a la realización del bien. 
Queridos hermanos: preguntémonos entonces si estamos dispuestos a seguir a Cristo en nuestra vida diaria, aunque esto implique incomodidad, desprecio de parte de otros, estando como perdidos en medio de la sociedad, sufriendo no pocas veces la persecución. 
Pensemos que no estamos solos  ya que Jesús a la derecha del Padre vela por nosotros y, así como consoló Dios en su momento a Jeremías, aunque no lo libró de la muerte, así también seremos consolados por el Señor en medio de las pruebas.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XX del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 14 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






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