30 de agosto de 2022

Enseña Jesús, que el afán que tiene el ser humano de ser el primero, en diversas situaciones de la vida, lo empequeñecen ante Dios.

En la carta a los Hebreos (12, 18-19.22-24) se anuncia que nos hemos acercado “a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel” 

Es decir que vamos de camino y esperamos como fin último la participación en la vida que no tiene fin, o sea, peregrinamos convencidos y movidos por la esperanza y, en este caminar  encontramos a Jesús el Hijo del Dios vivo, al cual nos adherimos por la fe y lo reconocemos como Aquél que es nuestro Camino, que es la Verdad, que es la Vida.

Jesús siempre está invitando a que lo imitemos, a que sigamos sus pasos, por eso en sus enseñanzas siempre otorga la oportunidad de recorrer nuestra vida y ver cómo nos perfeccionamos.
En el texto del evangelio (Lc. 14,1.7-14) de hoy se menciona que Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo principal y que lo observaban, es decir,  estaban al acecho del Señor como era habitual.
Jesús miraba cómo la gente buscaba los primeros puestos en el banquete.  -Quizá esto ya no lo vivimos en una boda o en una fiesta porque ya están las mesas preparadas con los nombre de quienes van a sentarse-en cada una, .pero en la época de Jesús  sí, y tal vez en otro tipo de comidas todavía suceda lo mismo en cuanto a elegir el lugar.

El ejemplo, por otra parte,  bien vale para aplicarlo a otros ámbitos de la vida,  social, familiar o política
Queda al descubierto, enseña Jesús, el afán que tiene el ser humano de ser el primero,  en diversas situaciones de la vida.
En efecto, el hombre desea ser el primero  en los negocios, en el trabajo, en sus relaciones humanas, en el reconocimiento de sus cualidades, en el que se lo tenga en cuenta, que pueda brillar en la sociedad, en la familia, que nadie le discuta la primacía.
Se trata de alguien que no soporta padecer la falta de reconocimiento por parte de los demás.

Jesús, en cambio, invita  a colocarnos en el último lugar, porque es el lugar que eligió a lo largo de su vida, de tal manera que asumió la cruz porque esa era la voluntada del Padre, estar en lugar de los más bajo y débiles de este mundo.

¡Vaya si es estar en el último lugar, ser crucificada, padecer, ser abandonado por los discípulos, ser insultado, abofeteado y demás padecimientos que soportó por la salvación del hombre!
Significó que estuviera en el último lugar, el ser irreconocible por todos y, a eso nos invita Jesús, al último lugar, y dejar que Él mismo sea el que nos eleve, porque el que se humilla será elevado, y el que se enaltece será derribado, como también recuerda el Magníficat.

A su vez,  Jesús después se dirige al fariseo, al que lo invitó y, le dice que la actitud debe ser diferente para quienes ofrecen una comida.
Y así,  no debe buscar invitar a la fiesta  pensando qué puede sacar de ventaja, no invitar a quienes pueden retribuir la invitación, o que pueden tenerle en cuenta, no buscar a aquél que le puede recomendar, aquél que piensa en devolverte el favor que le has hecho, no buscar congraciarse con el poderoso para alcanzar algo en el futuro o en el presente.
Es necesario  invitar a quienes no  pueden retribuir con nada porque nada tienen,  buscar a aquellos que como Jesús están en el último lugar en el orden mundano, y Jesús te retribuirá con gracias abundantes.

Jesús nos invita a un cambio de vida permanentemente. A veces pensamos en las grandes cosas en las que podemos imitar a Jesús y olvidamos las pequeñas, en las que se manifiestan también nuestra grandeza.
Precisamente al respecto el Eclesiástico (3, 17-18.20.20-29) enseña: “realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del  Señor es grande y Él es glorificado por los humildes”
En definitiva ser grande o pequeño, importante o menos importante, es una valoración mundana, lo que importa es la apreciación que Dios hace de nosotros.

El martes próximo, 30 de agosto, celebraremos si Dios quiere a santa Rosa de Lima, terciaria dominica. Pues bien,  ella estuvo escondida siempre, pasando desapercibida, dedicándose a la oración, al sufrimiento, al sacrificio, poseía un gran amor por los pecadores por quienes se mortificaba de continuo, y se hizo grande a los ojos de los hombres que la reconocemos como patrona de América, y se hizo grande a los ojos de Dios, por su vida de entrega gozosa al esposo divino, Cristo Nuestro Señor, siendo un ejemplo hermosísimo.

O tenemos también el ejemplo de Juan Macías, que celebraremos si Dios quiere en el mes de septiembre, que en su pequeñez de rezar permanentemente el rosario delante del Santísimo por las almas del purgatorio, colaboró en la salvación de muchos.
Y así como dominico, predicó realmente la pequeñez y, así podríamos recorrer la vida de tantos santos que se hicieron grandes porque antes se hicieron pequeños.
Queridos hermanos: pidamos al Señor que nos ayude a entender, comprender esto y sobre todo a vivirlo.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 28 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


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