3 de octubre de 2022

“¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que Tú escuches, clamaré hacia ti:”Violencia” sin que Tú salves?” (Habac. 1,2-3; 2,2-4)


“¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que Tú  escuches, clamaré hacia ti:”Violencia” sin que Tú salves?” (Habac. 1,2-3; 2,2-4)
El grito del profeta Habacuc dirigido a Dios tiene su sentido porque el reino de Judá está a punto de caer bajo las tropas caldeas de Nabucodonosor rey de Babilonia (principios del siglo VI a.C), produciéndose el destierro a tierra extranjera.

Esto origina  que el profeta  reclame a Dios  por su silencio y subsiguiente  ausencia de protección divina: “¿Por qué me haces  ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia.”
En domingos anteriores con el profeta Amós, anticipamos la caída del Reino del Norte o  Israel, ahora la caída del Reino del sur o Judá.
Los textos bíblicos de esta liturgia dominical apuntan al tema de la fe, distinguiendo que una cosa es creer en Dios y otra creer a Dios.
Y así, podemos creer en Dios y su existencia, que es todopoderoso y poseedor de los demás  atributos divinos, y otra,  creer  en su Palabra, en el cumplimiento de sus promesas y por tanto seguirlo siempre.

El profeta Habacuc encarna  no sólo al hombre de su tiempo, sino a lo que sentimos nosotros en la actualidad, ya que no pocas veces ante la presencia de tanta maldad y opresión injusta que soportamos, sentimos que estamos solos y asalta la duda sobre el poder divino.
Cuántas veces en nuestro corazón hemos emitido este grito: ¿hasta cuándo Señor?. No Solamente pensando en cada uno y las miserias  propias, sino incluso mirando alrededor nuestro.

Cuántos de nosotros no ha dicho, ¿hasta cuándo Señor en Argentina tendremos que soportar tantas maldades, injusticias y corrupción?
Y esto, porque pareciera que Dios se ha olvidado, se ha alejado de nuestra presencia, ingresando de ese modo en el misterio de la Providencia divina, ya que los tiempos de Dios no son los nuestros.
En efecto, como antaño, puede ser difícil para nosotros creer a Dios cuando nos promete que Él aniquilará a los enemigos y malvados, y cuidará  a los justos  que viven de la fe, por eso el Señor una vez más reclama paciencia y cuando Él lo disponga,  sancionará a los que hacen el mal,  mientras que “el justo vivirá por su fidelidad”.
Interesante está distinción entre fe y fidelidad, ya que la fe pasa por un acto concreto en un momento determinado sobre la verdad revelada por Dios, la fidelidad, en cambio, significa constancia y perseverancia  en el tiempo, sin interrupción, en el acto de fe que cada día hemos de confesar y que da lugar  a la fidelidad.
San Pablo escribiendo a Timoteo (2 Tim. 1, 6-8.13-14) desde la cárcel de Roma, le dirá que avive el don del episcopado que ha recibido por su imposición de manos, disponiéndose a  padecer a causa del evangelio, siguiendo su ejemplo, no temiendo sufrir por Cristo persecución,  e incomprensión, lo cual supone siempre un acto de fe continuo en la divinidad de Jesús, de modo  que vale la pena  sufrir esa persecución y descubrir que no somos nada sin Él.
Pablo le asegura a Timoteo que recibirá la fuerza de lo alto, crecerá en la fe y que la perseverancia en ella se convertirá en fidelidad.
En  el texto del evangelio (Lc.17, 3b-10) los discípulos preguntan al Señor acerca de cuántas veces perdonar las ofensas recibidas y, éste responde que si siete veces al día alguien peca contra ti  y yendo a tu encuentro arrepentido pide perdón, perdónalo.

Qué significa  esto? que hemos de perdonar siempre, ya que Jesús es el primero  que pone en práctica está práctica cuando nos perdona en el sacramento del perdón cada vez que confesamos nuestros pecados y estamos arrepentidos de corazón.
De esa manera el Señor concede su misericordia sobre cada persona, situación ésta que  para los discípulos resulta  difícil, de allí que le digan  “auméntanos la fe”, porque es posible que creciendo en la fe puedan tener esta actitud de misericordia.
Cuando alguien nos ha ofendido y pide perdón después, tenemos la tentación de limitar el número de veces que perdonemos para no caer en el ridículo de ser ingenuos creyendo en lo no cumplido.
Jesús, en cambio, deja la enseñanza  de perdonar siempre y hacerlo con fe, de allí que hable del poder que posee la fe que, cual grano de mostaza es capaz de hacer maravillas,  y mucho más si ésta crece en adhesión a la persona de Jesús, en el seguimiento de sus enseñanzas.
Jesús exhorta, a su vez, que seamos servidores suyos imitándolo y transmitiendo su Palabra en todos los ambientes donde actuamos,  sin esperar recompensa, como el servidor que no recibe agradecimiento alguno por cumplir con sus obligaciones.

En efecto, no hemos de pretender que el Señor nos premie por hacer su voluntad, ya que se espera que todo lo hagamos por amor.
Hemos de suplicar siempre que el Señor aumente la fe en nuestros corazones, y así superar la perspectiva mundana que nos acecha y que choca obviamente con la lógica del Evangelio donde Jesús se expresa de una manera distinta.

En efecto, las enseñanzas de Jesús en definitiva, nada tienen que ver no pocas veces con las enseñanzas del mundo.  

Hermanos: Supliquémosle que crezcamos en la fe en su Persona, en su Palabra, que demos testimonio del Evangelio y, que actualizando la fe a cada momento, alcancemos la fidelidad, que es la perseverancia en el creer y en el obrar siempre siguiéndolo a Jesús.


  Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXVII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 02 de octubre  de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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