6 de marzo de 2023

La fidelidad diaria en vivir “Este es mi Hijo muy amado escúchenlo”, asegura participar en la gloria manifestada en la Transfiguración.

  


Este segundo domingo de cuaresma, llamado también domingo de Abraham y de la transfiguración, nos ayuda a seguir caminando en este tiempo  penitencial y así prepararnos para celebrar gozosamente el misterio Pascual de la muerte y resurrección de Jesús.
En los textos bíblicos que proclamamos, la primera lectura es la del libro del Génesis (12,1-4) que refiere a la vocación de Abraham.
En efecto, Dios le dice a Abraham  “sal de tu tierra”, sal de tus parientes y encamínate a donde yo te voy a indicar, anunciándole que será el padre de un gran pueblo, y todos los que lo bendigan serán bendecidos, y lo contrario sucederá con los que lo maldigan.
Abraham no solamente tendrá una gran descendencia de su sangre, sino que también otros pueblos, otras razas, acudirán a formar parte de este gran pueblo, presentando así el llamado universal divino.

Abraham acepta pero no sabe muy bien qué le espera, sólo confía en la Palabra de Dios que lo guiará permanentemente en el futuro.
A su vez, cada uno de nosotros recibe este mandato de “sal de tu tierra”, mientras transitamos este tiempo de salvación.
Y, ¿qué significa esto? salir de nuestros proyectos y de las seguridades humanas en las que tenemos apoyo para situarnos siempre en el camino por donde el Señor quiere conducirnos, por donde quiere llevarnos en orden a la conversión y salvación.
Sucede a veces  que nos damos cuenta de que Dios está pidiendo algo, pero nos aferramos a lo que tenemos por miedo, cuando en realidad hay que tener siempre esa actitud de “sal de tu tierra”, “sal de ti mismo”, “sal de aquello que te da seguridad” porque el Señor te conduce a una tierra que no conoces, a una misión que no te imaginas, pero que siempre es para el bien de cada uno.

Por lo tanto estamos llamados a salir de nuestra tierra para meternos en la realidad cotidiana que nos toca vivir y allí hacer presente el misterio de Jesús como Hijo de Dios vivo, sabiendo que esta misión ciertamente traerá  sus problemas, sus sufrimientos, que a veces podrán resultarnos difícil de sortear o de vencer.
Ante esta realidad de tener que llevar la cruz de Cristo, imitándolo, escuchemos  lo que desde la cárcel nos dice San Pablo cuando escribe a uno de sus discípulos, a Timoteo (2 Tim. 1, 8-10).
“Comparte conmigo los sufrimientos que hay que padecer a causa del Evangelio” y esto es así,  porque el creyente convertido que quiera vivir el misterio de Cristo,-de lo cual reflexionamos el domingo pasado-, tendrá que sufrir en medio de una cultura sin Dios en la que estamos insertos,  padecer dentro de una sociedad que rinde culto al poder del hombre, “autopercibido como libre absoluto de todo” para hacer lo que quiere, auque no sea más que un esclavo.
En este  padecer por Cristo y la causa del Evangelio, Él es nuestra fuerza, sabiendo que hemos recibido la salvación necesaria.
Estos sufrimientos que el creyente tiene que padecer en su fidelidad a Cristo, ciertamente tendrán su recompensa contemplando su divinidad, prometido esto a los que son testimonios en su ser y obrar.

Llegamos así al misterio de la Transfiguración (Mt. 17,1-9), que se presenta en el marco de la confesión de Pedro asegurando que Jesús es el Mesías y cuando Cristo hace además el primer anuncio de su pasión,  en la que tendrá que padecer, morir y resucitar.
El Señor toma a Santiago, Juan y Pedro y los lleva a un monte alto, y con ellos,  estamos llamados siempre  a subir a las alturas de la contemplación de Dios, lugar y momento en el que se transfiguró.
El rostro de Jesús quedó iluminado como si fuera el sol, las vestiduras resplandecientes como la luz quedando los discípulos sorprendidos porque allí les manifestó  su  divinidad.
Así como en el misterio de la pasión la divinidad se esconde, en el misterio de la Transfiguración es la humanidad la que se cubre, haciéndose presente la divinidad glorificada que quiere fortalecer a los discípulos para que puedan enfrentar los momentos de dolor y de persecución que agobiará al Salvador, recordando el consuelo que recibieron en el monte Tabor con la gloria anticipada.

A su vez, aparecen Moisés y Elías hablando con Jesús para dar a entender que en Él se cumple y perfecciona la ley Mt. 5), y se verifica lo anunciado por los profetas, y es en ese momento que Pedro interrumpe señalando lo que bien que están, pero caerán en una sorpresa mayor  cuando desde una nube, signo de la presencia de Dios como en  Israel en el desierto y, la voz del Padre que afirma “Este es mi Hijo muy amado escúchenlo”.
Esta teofanía o manifestación de Dios viene a confirmar lo que había dicho Pedro “Tú eres El Mesías el Hijo del Dios vivo”
Esta experiencia hace que los discípulos caigan llenos de miedo al suelo, pero Jesús se acerca, los toca y les dice “Levántense no teman”,  porque no hay que temer ante el misterio de Dios que se manifiesta, sino más bien hay que gozar de ese Dios que se muestra.
Esta afirmación de “no teman”, está asegurando que a lo largo de nuestra vida, en medio de las tribulaciones que anunciaba San Pablo, tendremos la certeza que el consuelo de Dios está con nosotros.
Jesús junto con los discípulos desciende del monte y les dice “no hablen de esto hasta que el Hijo del hombre resucite”.

Esto es así porque es en el momento de la resurrección donde tendrá sentido que los apóstoles den testimonio de haber vivido esto anticipadamente por la Transfiguración en el Tabor.
La presencia de Jesús está siempre con su pueblo fiel, nos acompaña permanentemente y al mismo tiempo asegura que también seremos transformados, porque la Gloria que manifestó en sí mismo será participada por el hombre salvado en el Reino eterno.

Queridos hermanos: confortados con esta manifestación de la divinidad de Jesús, sigamos avanzando en la senda cuaresmal, sabiendo que la fidelidad al Señor es la regla de oro para vivir  “Este es mi Hijo muy amado escúchenlo”, sobre todo en un mundo en que fácilmente el hombre se deja seducir por otras voces y enseñanzas, e ir en busca de la Voz y la enseñanza con mayúscula que es Jesús.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo II° de Cuaresma. Ciclo A. 05 de marzo de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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