4 de marzo de 2024

La presencia del viejo templo de Jerusalén cede su lugar a aquel que es el Nuevo Templo, es decir, Cristo nuestro Señor.

 



En la liturgia de este domingo, encontramos varias enseñanzas para este recorrido cuaresmal que estamos haciendo hacia la Pascua. 
En la primera oración de esta misa, suplicamos a "Dios de misericordia y origen de todo bien,   que en el ayuno, la oración y la limosna nos muestras el remedio del pecado, mira con agrado el reconocimiento de nuestra pequeñez", reconociendo que le agradaba precisamente que nos humilláramos delante suyo.
¿Y por qué estos tres signos cuaresmales? porque el ayuno o cualquier penitencia cuaresmal, permite el dominio sobre el cuerpo,  luchar contra nuestras pasiones. La oración nos abre a Dios nuestro Señor, permite dirigirnos a Dios como indigentes que somos, y la limosna abre el corazón ante los demás que están  necesitados. 
De hecho, tanto la Sagrada Escritura como los santos Padres insisten que la limosna cubre multitud de pecados. 
La segunda enseñanza la encontramos en la primera lectura proclamada (Éxodo 20, 1-17), donde Dios realiza su alianza, su pacto, con el pueblo de Israel, con el pueblo elegido. 
Para realizar este pacto, Dios recuerda al pueblo que Él lo sacó de Egipto, de la esclavitud, para hacerlo libre. Pero ahora es el momento de la respuesta del pueblo de Israel al amor divino que han recibido. 
La respuesta será la vivencia de los mandamientos que permiten al hombre justamente seguir siendo libres, porque el pecado esclaviza,  es causa de todos los males en la sociedad. 
De hecho, si toda la humanidad cumpliera los diez mandamientos, el mundo sería totalmente distinto. Por lo que a través de estos mandamientos, o diez palabras, que es lo que significa el término decálogo, Dios señala en qué consiste el culto que  debemos darle y, por otra parte, cómo ha de ser nuestra relación con el prójimo.
A estos diez mandamientos o diez palabras, Jesús los  resume en dos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu vida, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". 
Los mandamientos liberan el corazón del hombre,  ayudan a salir de la esclavitud del pecado, como Dios liberó de Egipto a Israel.
En efecto, el pecado de los orígenes oscurece el entendimiento del hombre y debilita su voluntad, por lo que la ley muestra el camino que lo hace libre, ley divina impresa en el corazón humano y que puede ser conocida por todos por medio de la razón.
En tercer lugar nos encontramos con el texto del Evangelio (Jn. 13-25). Se acercaba la pascua de los judíos y Jesús llega al templo de Jerusalén y observa que en el atrio del templo, se encuentran los cambistas que ofrecen el dinero del templo a cambio de las monedas romanas, con las que no se puede ingresar, y a su vez se encuentran los animales que la gente compra con el dinero cambiado para después ofrecer en sacrificio a Dios. 
De manera que este era un espectáculo bastante común y Jesús lo sabía, pero toma la determinación de expulsar a todos del recinto porque quiere dar un signo.
Echa a los vendedores, expulsa a los animales y dirá "no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
¿Qué quiere señalar con esto el Señor? Enseña con este hecho que con su muerte y resurrección termina el culto del Antiguo Testamento y comienza el del Nuevo Testamento, y así la presencia del viejo templo de Jerusalén cede su lugar a aquel que es el Nuevo Templo, es decir, Cristo nuestro Señor. 
En efecto, Jesús se convierte en aquel que se entrega al Padre por la salvación del hombre, se ofrece en sacrificio, por eso también la expulsión de los animales, porque la única víctima que será ofrecida y que satisface al Padre es precisamente Él mismo, que se entrega como ofrenda perfecta, agradable a Dios. 
Y así, Jesús  se constituye en el Nuevo Templo  e invita a todos que nos transformemos en Nuevo Templo del Espíritu. Precisamente viviendo estas tres condiciones de las que hablaba en primer lugar, el ayuno, la oración, la limosna, y caminando por este camino de la liberación que son los diez mandamientos, podemos ser templos del Espíritu Santo y  dar también culto verdadero a Dios nuestro Señor. 
Por otra parte, la muerte en cruz de Jesús no es comprendida ni por judíos ni por paganos refiere San Pablo (1 Cor. 1, 22-25). Pero lo que parece ser algo insensato a los ojos de los demás, para Dios es un signo de sabiduría, si parece como signo de debilidad, insiste el apóstol, para Dios es un signo de fortaleza. Porque justamente a través del empequeñecimiento, de la humillación, es como Jesús salva,  redime y conecta nuevamente con el Padre del Cielo. 
Ojalá mientras caminamos en este tiempo de cuaresma nos convirtamos con todo lo que ofrece el Señor como medio. 
Aspiremos a una conversión sincera, que el Señor realmente pueda sentirse feliz porque hemos transformado nuestra vida, no sea que suceda lo que señala el texto del Evangelio, que si bien se habían convertido unos cuantos creyendo en Jesús, sin embargo  no les prestaba mucha atención porque como conocía el interior de cada uno, sabía que su conversión era pasajera y no permanente. 
A eso hemos de aspirar nosotros, a una conversión, a una reforma de vida que perdure en el tiempo, no solamente para el tiempo de cuaresma o para la pascua, sino que sea realmente un camino nuevo para cada uno. 
Pidamos la gracia de lo alto para que siempre contemos con la ayuda divina para llevar a cabo todo esto que Dios nos propone.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 3er domingo  de Cuaresma. ciclo B.  03 de marzo   de 2024

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