Todos ellos "irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará la orgía de los libertinos"(Amós 6, 1.4-7), anuncia así el profeta un castigo ejemplar para aquellos que en el reino del norte, de Israel, se han cebado a costilla de los pobres, de los desechados de este mundo, agudizando más la injusticia, la diferencia social, buscando solamente su propio interés, en el goce de lo pasajero, personas que se han cerrado en sí mismas buscando su placer.
En definitiva, no nos encandilemos con el estilo de vida que podemos tener en este mundo, como el rico de la parábola que viste de púrpura y lino finísimo, -manera concreta de presentarlo llevando una vida de lujo- que banquetea con aquellos que después también lo van a invitar a sus fiestas y comilonas (Lc. 16,19-31).
El rico aquí descrito no tiene tiempo para fijarse en el pobre Lázaro, que ni siquiera come de las migajas que caen de la mesa, teniendo sólo la compañía piadosa de los perros que lamen sus llagas.
El rico se preocupa únicamente de sí mismo, sus problemas, sus placeres, gozar en esta vida, lo que le pasa al otro poco importa, es problema de él, en todo caso, es lo que la vida le ha dado en suerte.
Y llega el momento de la muerte, donde se iguala absolutamente todo, ya que todos vamos a morir, tanto el rico como el pobre, aunque en este caso en la muerte también hay una diferencia.
O sea, comienza otra historia, aunque en la vida eterna o después de la muerte no existe el tiempo como tal, pero es otra historia.
En efecto, el rico es atormentado y, lo es no meramente porque es rico, sino porque cegado por la riqueza, su corazón estaba bloqueado y no podía comprender lo que pasaba cerca suyo.
No entraba en su consideración que mientras banqueteaba y derrochaba dinero como muchas veces sucede, hay otro que no tiene ni siquiera lo necesario para vivir, para comer.
El corazón así cerrado, sigue bloqueado después de la muerte, porque solamente el que contempla a Dios nuestro Señor es capaz de darse cuenta que todo bien hecho en beneficio del prójimo en definitiva es un bien hecho a Dios mismo.
Justamente el santo que ayer celebrábamos, san Vicente de Paúl, que se caracterizó por su amor por los pobres, decía que era necesario acudir siempre ante las necesidades de los demás para asistirlos, y más aún, decía que si estamos en medio de la oración y un pobre nos necesita, o un pobre clama para que lo ayudemos, Dios quiere que dejemos la oración y acudamos a ese necesitado, porque es allí, a través de la persona de este necesitado, donde se manifiesta el mismo Dios y, esa acción buena se transforma en oración ante sus ojos.
Como advertimos, la Palabra de Dios nos invita a abrir nuestro corazón ante el apremio del otro, atendiendo sus necesidades.
Justamente hoy, último domingo de septiembre, celebramos el día bíblico nacional pidiéndonos que valoremos más la palabra de Dios que el mismo evangelio lo dice ante el requerimiento del rico.
Precisamente Abraham advierte que es necesario escuchar a Moisés y a los profetas. Moisés, que señala la vigencia de los diez mandamientos, y los profetas que anuncian la venida de la Palabra viva del Padre, que es Jesús, al cual hay que adherirse de corazón.
Hermanos: Escuchemos la palabra de Dios, que nos toque el corazón, que no sea algo que se recibe piadosamente solamente, sino algo que penetre en nuestro interior y nos conduzca a vivir de acuerdo a esa misma palabra de Dios que busca nuestra conversión, el crecimiento espiritual, y mayor entrega a Dios, y a nuestros hermanos.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVI del tiempo litúrgico durante el año. 28 de septiembre de 2025.
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